Nace otra ilusión
River desató el partido en una ráfaga de Solari, tuvo en Palavecino a un gran asistidor, un maravilloso gol de cabeza de Pinola en un córner y un golazo con toda la clase de Matías Suárez. Una noche redonda: 4-1 a Newell's.
Eso queda de esta nueva noche de fútbol en la que River pudo desplegar algunos de sus valores para marcar una notable superioridad contra Newell's.
Para que la noche se viviera con la sensación de facilidad con la que se desarrolló el partido, tuvo que pasar que en un ratito apareciera Pablo Solari, una nueva ilusión, otra esperanza. Un jugador joven que acaba de llegar y en unos pocos partidos se mostró atrevido, caradura, encarador, un wing de los de antes, que va por afuera o te mete la diagonal, que tira el centro generalmente rasante, pase venenoso más que centro, o va para adentro para ir a los bifes. Era una característica que necesitábamos y además está con una energía positiva, juega con una felicidad y unas ganas por estar cumpliendo su sueño que quedan muy marcadas.
Si bien en el primero lo favoreció el rebote en Leonel Vangioni (ojalá te recuperes pronto, Piri), la definición del segundo fue sensacional, apenas alejada de la mano del arquero y apretada contra el poste. Ahí se encaminó la victoria y ganó en confianza el equipo.
Hubo un rato de confusión en el segundo tiempo, una especie de siesta después del descanso, que tuvo su epicentro en el gol de Pablo Pérez con un festejo provocador que cuando se hace en otras canchas genera suspensiones importantes y grandes repercusiones mediáticas. Para reordenar el partido pasó lo que nunca pasa y que es siempre un recurso relevante, en cualquier lugar del mundo: el aprovechamiento de la pelota parada. Un córner de Agustín Palavecino, que redondeó un gran partido, encontró la corajuda entrada de Javier Pinola, como un gladiador elevándose en el área por arriba de todos para meter el cabezazo furioso. Ese gol recompuso al equipo, la tranquilidad y la confianza.
La frutilla del postre fue el espectacular golazo de Míster Clase Matías Suárez. Una contra que arrancó el viejito Pinola derivó en el crack cordobés que ya con la postura corporal avisó dónde iba a meterla y salió a gritarlo apenas le pegó porque era absolutamente inatajable. Enorme golazo.
El 4-1 implica fiesta, goce, locura y una ilusión de que el Muñeco vuelva a construir otro equipo que nos represente. Como hizo tantas veces. Resultó una victoria necesaria e importante. Con buena postura defensiva, un medio centro compartido entre Enzo Pérez y Nicolás De la Cruz, que continuó en la calidad de Juanfer Quintero y Palavecino, lo que hizo que fuera un equipo menos esquemático y por lo tanto más difícil de controlar. También hubo menos toque intrascendente y más decisión para buscar el área y el gol. Más convicción para terminar la jugada y menos calesita. Con una jerarquía técnica notable en casi todos los jugadores de campo, con recambio incluido.