Luis Suárez: una vuelta a Nacional en medio de los nervios por una derrota y la protesta final por un penal
El Pistolero ingresó a los 28 minutos del segundo tiempo, en la caída 1-0 ante Goianense por los cuartos de final de la Copa Sudamericana
Dieciséis años y un mes (5875 días) después de su último partido con la camiseta de Nacional, en un 1-1 ante Central Español, Suárez volvió al punto de partida. La ansiedad de los 34.000 hinchas que colmaron el Parque Central por verlo en acción se incrementó por la impotencia del equipo para quebrar a un Goianiense que se puso en ventaja desde los 23 minutos del primer tiempo, con un gol de Luiz Fernando. El penúltimo en el Brasileirao se llevó una victoria 1-0 de cara al desquite de la semana próxima por los cuartos de final de la Copa Sudamericana.
En los poco más de los 20 minutos que jugó, Suárez se metió enseguida en el fragor de un partido adverso. Se desesperó en la búsqueda del empate y terminó protestándole al árbitro Eber Aquino por un posible penal, en la última jugada de los seis minutos adicionados.
Por el escaso tiempo de preparación, estaba previsto que jugara unos pocos minutos. Pero la derrota llevó a los hinchas a pedirlo con más anticipación. No se apuró el director técnico Pablo Repetto, que lo mandó a la cancha a los 28 minutos del segundo tiempo por Fagúndez, para que formara una doble punta con Emanuel Gigliotti.
Con la muñeca derecha vendada y un beso a su antebrazo, imágenes que Sergio Agüero grababa con su celular desde la platea, Suárez protagonizó un instante histórico para la temporada del fútbol uruguayo. El partido no estaba para paseos. Había que quebrar a un rival que se apretaba cerca de su área para defender la ventaja. Fajarse contra los centrales para buscar espacios; nada a lo que Suárez no esté acostumbrado ni contradiga su biotipo de goleador peleón e insistente.
En los 20 minutos que disputó se lo vio tan apurado como al resto de sus compañeros. Con la autoridad que le confiere su trayectoria pidió un tiro libre a un par de metros del área; la ejecución se desvió en la barrera y se fue al córner. Su aporte más valioso fue la devolución de una pared para facilitar un desborde y un centro para Juan Ramírez, que frente al arco increíblemente estrelló la definición contra un poste. Nervioso como casi todo el equipo, les reclamó a los compañeros que no lo encontraban cuando entraba al área.
Figura durante muchas temporadas en Europa, para Nacional tiene la dimensión de un mito. En su reencuentro con lo autóctono, Suárez lo pudo comprobar cuando en la antesala de los vestuarios del estadio se topó con una gigantografía suya.
Mientras River se quedó sin Lucho Suárez por no haber conseguido la clasificación a los cuartos de final de la Copa Libertadores, Nacional lo atrajo con el sentido de pertenencia, el cariño a los colores que no se olvidan y el reencuentro con las raíces de la tierra de origen. El propio goleador reconoció que resultó influyente el pedido de sus hijos, ansiosos de compartir con familiares y otros afectos más tiempo que el que permitía las vacaciones europeas de cada temporada.
El gol de Goianiense
Sin ninguna propuesta europea que lo llegara a convencer, Suárez eligió prepararse en su casa para su cuarto y último Mundial. En Qatar escribirá las páginas finales de una trayectoria en el seleccionado que lo muestra como el goleador histórico de la Celeste, con 65 goles en 130 partidos.
Después de varias semanas sin club tras desvincularse del Atlético de Madrid, período que aprovechó para someterse a un tratamiento con células madre en una maltrecha rodilla, los acontecimientos se precipitaron para el amigo de Lionel Messi. Llegó a Montevideo el domingo, completó un entrenamiento el lunes y el martes fue incluido en el banco de los suplentes.
Los hinchas del Bolso se sintieron en medio de un sueño que hasta hace poco era una utopía. Los compañeros de Suárez se apuraron en reconocerle su jerarquía. El argentino Gigliotti le cedió la camiseta N° 9 para pasar a vestir la N° 8. “Agradecerte por este gran gesto”, le dedicó el Pistolero al Puma en sus redes sociales.
Lo más destacado del partido
El alicaído fútbol uruguayo, con un mercado interno más apegado a su histórica idiosincrasia minimalista que a los postulados de la globalización, vive horas de conmoción. De una repercusión internacional que no conseguía desde más de 30 años, cuando Peñarol y Nacional se entreveraron por última vez en la lucha por los títulos de la Copa Libertadores.
Uruguay quedó, y sigue, como un productor de futbolistas de exportación. Un caso mundial de asombro por la alta proporción de jugadores de relieve internacional en comparación con su baja población. Muchos emigran siendo veinteañeros y ni siquiera vuelven ya de veteranos. Por eso la aceptación de Luis Suárez para regresar a Nacional sacó al fútbol charrúa de su quietud y previsibilidad. La modesta economía que sostiene a cada club dio un respingo en el caso del Tricolor: se vendieron miles de camisetas con el N° 9 del pistolero, aumentó la masa social y los hinchas se apuraron a tener su entrada para ver el debut.
Se fue a mediados de 2007 por los 800.000 euros que Groningen (Holanda) pagó por su pase. Se convirtió en un goleador de clase mundial en Ajax, Liverpool, Barcelona y el Atlético de Madrid. Volvió anoche y el viernes seguramente tendrá más minutos ante Rentistas. Suárez va por mejores capítulos para su increíble película en Nacional.