Jarro de agua fría en el Metropolitano

El Villarreal congela la euforia rojiblanca. Dominio en la primera parte y goles en la segunda: Yemery Pino y Gerard Moreno. Noche negra de Nahuel en su estreno. Rulli tuvo una actuación estelar.

Patricia Cazón
As
La vida en el Civitas resultó como en el Wanda. Estrenaba nuevo primer nombre el campo (aunque para el rojiblanco igual dé: solo existe uno y es Metropolitano) para encontrarse al Atleti de antes del verano: a ratos timorato, a ratos gris, siempre superado. Y eso que dieciséis segundos tardó Morata en saludar de nuevo a su hinchada, en ese estado en el que ha vuelto dos años después, todo brillo. Controló con clase un balón de Koke y se sacó una volea para fusilar a Rulli, que quedó tendido del impacto del balón. Pero el inicio en realidad fue un espejismo. No volvería el Atleti por allí en un rato largo, largo.

Es el Villarreal viejo tormento del Cholo y pronto se demostró. Un Villarreal que juega como mira Emery: de frente y dominante. Pasado el saludo de Morata, tomó balón y control. El Atleti se fundió bajo la canícula de agosto en Madrid, en esa versión más cercana a la que, se suponía, había dejado atrás: con una presión tan suave que el Villarreal se la quitaba de encima como quien sopla arena de playa. Los de Emery sacaban la pelota en corto y sin prisa, entre pitos de un Metropolitano que comenzaba a masticar los nervios por venir, mareado entre las curvas de la rojiblanca y el baile amarillo. Era efectivo como la producción en cadena. Foyth destruía, Parejo organizaba, Lo Celso aturdía y Jackson escarbaba a las espaldas de Nahuel, Llorente y Lemar. Todo para lanzar a Pedraza mientras Gerard enredaba en la mediapunta con su juego de espaldas. Un roto a cada rato.

No había llegado el reloj al veinte y Oblak ya se había obligado a sacar esos guantes que se santificaron de nuevo con la llegada de Reinildo. Primero ante Lo Celso, después ante Capoue. Los pitidos subían decibelios sin que por allí asomaran Koke, Llorente o Carrasco. Pero si Lemar andaba sumido en una de sus simas, João siempre estaba demasiado lejos de todo. Se leía en sus gestos sin balón, en su boca contraía por bajar a recibir tan cerca de sus centrales, tan lejos de Rulli.

Mientras, el Villarreal, a lo suyo. Mandando bajo los pitos como si jugara sin rival. Pudo llegar al descanso por encima en el marcador, pero Gerard empujó el balón a la red con la mano y el árbitro lo vio. Anulado. Llegó el descanso con el 0-0 y el Atleti con rubor recuperado tras la pausa de hidratación. Comenzó a conectarse João, pero siguieron sin llegarle balones con sentido a Morata, el único que daba la cara en la incomparecencia general.

El debut ‘horribilis’ de Nahuel ante ‘su’ gente

Si la segunda parte comenzó como si la primera no hubiera terminado, a la hora Simeone movía el árbol: dentro De Paul y Grizi. Buscaba arrancarse el tono macilento acumulando mucho buen toque por delante de la línea de balón. A la primera que tuvo, Griezmann escapó en estampida hacia Rulli. Su remate voló fuera pero sonó a gong: el Atleti volvía a la vida. Justo después entraron al campo Cunha y Correa. Lo bueno es que juntos trenzaron, nada más pisarlo, carrera del argentino para remate del brasileño, una ocasión que obligó a Rulli a sacarlo en la línea. Lo malo es que Simeone, de este verano, no aprendió lo que el fútbol le ha enseñado: que João debe jugar hasta más allá de que el árbitro pite el final, por si acaso. Pero João y Morata se fueron y la réplica del Villarreal a los chispazos rojiblancos fue el gol, Nahuel mediante. Comenzaban los minutos de su estreno horribilis ante la afición.

Cavó el lateral la tumba con un error clamoroso, al tratar de controlar con su pierna buena, a pierna cambiada, hacia dentro. El lazo que le puso a ese balón que quedó muerto en el área se lo quitó Yeremy enviándolo al fondo de la red de Oblak (lesionándose a la vez, por cierto). El partido se rompió, concentrado todo lo que no había pasado antes en estos minutos. Cunha mandó un balón al larguero y el cabezazo de Carrasco en el rebote lo salvó Rulli, épico, en la línea. Como épica fue la carrera de Reinildo para quitarle un gol de la bota a Gerard. Pero, mientras Nahuel se iba a la ducha, expulsado con roja por una entrada a Baena, Gerard se escaparía por última vez para romper su maleficio particular a la vez que Emery. Primer gol a los rojiblancos en la primera victoria de su entrenador, a la 15ª y 17ª fue la vencida, mientras el verano se terminaba de pronto en el Metropolitano.

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