Independiente no define los partidos, falla al final y sigue sin ganar, apenas festejó en un encuentro de los últimos doce
Esta vez fue el Fortín el que le empató sobra la hora con un gol de Pratto; insultos de los simpatizantes de Independiente
Los guionistas de la comedia dramática que Independiente se ha empeñado en protagonizar en estos tiempos merecen un justo reconocimiento. La trama principal mantiene algunas líneas maestras inalterables, pero en cada episodio logran incluir variantes que desacomodan al espectador. Pueden ser situaciones puntuales que obligan a redoblar la atención, cambios bruscos que alteran el contexto o intérpretes que de improviso escapan de sus roles habituales para convertirse en transitorios héroes o villanos.
Dentro de ese panorama, el choque frente a un Vélez cuyo único interés está puesto en la semifinal de Copa Libertadores del próximo miércoles ante Flamengo se presentaba ideal para escribir uno de esos capítulos que por algún motivo quedan en la memoria. Y pese a algunos baches en el desarrollo los “escribidores” del Rojo cumplieron con muy buena nota.
Iban apenas 11 minutos de fútbol turbulento e ineficaz cuando Damián Fernández, uno de los más inexpertos en la formación alternativa del equipo de Liniers, calculó mal un cruce sobre su derecha, Damián Batallini ganó unos segundos de espacio y libertad para elegir dónde despachar un centro atrás que tuvo la fuerza y precisión exacta que requería la llegada limpia de Alan Soñora por el medio. Zurdazo cruzado y 1 a 0 antes de que el partido terminara de desperezarse.
Fue el aviso de lo que estaba por venir. Batallini es uno de los jugadores que mejor representa la actualidad de Independiente. Su incuestionable voluntad choca con un exceso de vehemencia que transforma sus actuaciones en demasiado ruido para muy pocas nueces. Sin embargo, esta vez tenía reservada una participación especial.
Incansable en la presión para atorar la salida rival desde el fondo y bajar a posiciones defensivas cuando su equipo perdía la pelota, el número 7 demostró el criterio que habitualmente le escasea. Lucas Hoyos le tapó un derechazo venenoso a los 36 y sus apariciones por izquierda fueron un dolor de muelas para la retaguardia de Vélez. El elemento sorpresa de los guionistas fue un golpe en la cadera que lo dejó rengo al final de la primera mitad y lo sacaría de la cancha a los 12 de la segunda.
Aquella ventaja inicial cosechada por el Rojo dio lugar a otra novedad en el juego del equipo: una capacidad de recuperación casi desconocida en mitad de cancha. El 4-1-4-1 con Lucas Romero de eje y Soñora de lanzador funcionó durante los 45 de arranque. Como para mantener la verosimilitud del relato y que no parezca un equipo que no es, Independiente mantuvo ciertas premisas: careció de prolijidad y continuidad en la búsqueda ofensiva, permitió cabezazos en su área (Abiel Osorio y Miguel Brizuela le pifiaron al arco) y no liquidó el resultado en un par de remates favorables de Leandro Benegas que se fueron a las nubes.
A la vuelta del descanso el guion puso a Alexander Medina a modificar el rumbo del capítulo. El Cacique decretó cuatro cambios de una tacada en el minuto 20. Afuera los pibes, adentro los consagrados, un golpe de efecto que fue demasiado para un Independiente que ya había metido la marcha atrás por su cuenta (“En el segundo tiempo hicimos todo mal”, confesó Soñora al final).
Lo mejor del partido
La conclusión del episodio estuvo a cargo de dos intérpretes con poca participación hasta ese momento. En el minuto 44, Sebastián Sosa interpretó equivocadamente como cesión un apurado despeje hacia atrás de Edgar Elizalde, se quitó de encima la pelota como pudo y la dejó en los pies de Walter Bou. El centro perfecto a la cabeza de Lucas Pratto determinó el 1-1 definitivo. Julio César Falcioni le había devuelto la titularidad al arquero uruguayo, que hace tiempo perdió el crédito de los hinchas del Rojo y llevaba cinco partidos en el banco. No había tenido trabajo hasta ese instante y la pifia encendió la bronca.
La despedida en Avellaneda tuvo entonces el habitual ruido de fondo: silbidos, insultos al técnico, al arquero y a casi todo el mundo. El Rojo sumó su cuarto 1-1 consecutivo, solo ganó un encuentro de los últimos doce y los problemas que son el eje de la trama en su comedia dramática se mantienen inalterables. Vélez se fue feliz. Un empate es mucho cuando se tiene la cabeza en otro lado.