El funeral acaba en festival

El Madrid se sobrepone a la marcha de Casemiro con una goleada en Vigo dirigida por Modric, que salió ovacionado, y Vinicius y duerme líder. El Celta fue superior al comienzo y un pelele al final.

Luis Nieto
As
Entre las muchas virtudes del Madrid, una de las más insospechadas es su increíble capacidad para hacerse el muerto. Volvió a suceder en Balaídos. Creyó un gran Celta dos veces que lo tenía en un puño y acabó apaleado porque ningún otro equipo como el de Ancelotti está tan cerca de la victoria jugando entre regular y mal. Al final siempre encuentra alguien que lo arregle. Esta vez (y tantas) fue Modric quien prestó los primeros y los segundos auxilios: metió un gol en las duras y le dio otro a Vinicius en las maduras. Va a ser imposible dosificarle. Él convirtió el funeral en festival.

El Madrid llegó al partido bajo el shock Casemiro. El luto ya lo llevó en el uniforme, pero vista la reacción general, la ocasión hubiera merecido minuto de silencio y brazalete negro si no fuera por los setentaitantos millones que deja, a los que hay que descontar las ocho recuperaciones por partido que se lleva. El tiempo dirá si han entrado más gallinas de las que salen. El caso es que Tchouameni se queda solo al volante en el puesto peor pagado en esta industria. No hay futbolista obligado a tomar más decisiones por segundo que el pivote: saltar o esperar, jugar a un toque o conducir, hacer la falta antes, después o durante, ser un central extra o un llegador por sorpresa, arriesgarse o contenerse. Para ser verdaderamente bueno se necesita mucha vocación, poca vanidad y tiempo de cocción, lo que aún le falta al francés. Y con una instrucción corta está obligado a vertebrar al equipo más laureado del mundo, donde se mirará más su precio que su edad. En Balaídos fue de menos a más, como el equipo, y resultó estación de paso en el cuarto gol.

Con el Celta queda la sensación de que juega más que gana y de que la valentía se paga fatal en el fútbol. Esta vez Coudet matizó ese arrojo: mantuvo su 4-1-3-2, pero colocó a Fran Beltrán, que no es Denis Suárez, en la línea de mediapuntas por delante de Tapia. En el resto reafirmó sus principios: una presión rabiosa, hombre a hombre, hasta el balcón de Courtois frente a un Madrid aturdido. El mismo desmayo de Almería, con la orfandad de Casemiro y Kroos como extras.

Mano a mano

Pero Aspas, que lo ha visto todo en este mundo, ya advirtió que el Madrid no manda, pero mata. Sabe de lo que habla. En la primera aproximación de los de Ancelotti, Tchouameni ganó un duelo aéreo, Alaba lo remató de volea y Tapia lo interceptó con el brazo extendido y sin tiempo para encogerlo. Le cazó el VAR y Benzema transformó el penalti ante el clamor de Balaídos, que tenía frescos los tres que le pitaron el curso pasado. Este no admitía debate.

Tampoco el que cometió Militao once minutos después. Si el de Tapia fue producto de una imprudencia, este fue hijo de la insensatez: el brasileño saltó brazo en alto a interceptar un cabezazo inofensivo de Paciencia. Tampoco falló Aspas, que marcó por sexto partido consecutivo.

Benzema celebra su gol al Celta.
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Benzema celebra su gol al Celta.Gonzalo Arroyo MorenoGetty

El empate devolvió cierto equilibrio al partido por la aparición de Vinicius, esa turbulencia que cambia sensaciones y resultados, pero el Celta mantenía la superioridad numérica y anímica en el centro del campo. Con Camavinga y Tchouameni se adivina un Madrid diferente, que corre más y piensa menos. Le va a costar más embridar los partidos, al menos hasta que los rivales pierden piernas con el paso de los minutos o se impone Modric.

Ese Madrid desajustadísimo, largo, descuidado en la presión, se vio torpedeado hasta el descanso por el Celta, profundo en sus laterales y preciso en sus centrocampistas. Rozaron el gol un disparo cruzado de Cervi y un cabezazo de Paciencia, uno de esos delanteros que solo trabajan en el área, pero que ahí se dejan el pellejo. Y en estas Modric recorrió la frontal oteando el hueco y acabó encontrándolo. Su disparo, preciso, volvía a darle al Madrid lo que no se ganaba con el juego: 1-2. Hay futbolistas que están incluso por encima del fútbol.

Modric anotó el 1-2.
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Este disparo de Modric supuso el 1-2.ISABEL INFANTESREUTERS

Ese Madrid desajustadísimo, largo, descuidado en la presión, se vio torpedeado hasta el descanso por el Celta, profundo en sus laterales y preciso en sus centrocampistas. Rozaron el gol un disparo cruzado de Cervi y un cabezazo de Paciencia, uno de esos delanteros que solo trabajan en el área, pero que ahí se dejan el pellejo. Y en estas Modric recorrió la frontal oteando el hueco y acabó encontrándolo. Su disparo, preciso, volvía a darle al Madrid lo que no se ganaba con el juego: 1-2. Hay futbolistas que están incluso por encima del fútbol.

Balaídos se rinde a Modric

El croata se metió, a partir de entonces, el partido en el bolsillo con el conocimiento de un crack mundial y el sacrificio de un sub-21. A vuelta del descanso le regaló un pase de 50 metros a Vinicius y el brasileño, que fue su media naranja, metió un acelerón insostenible, se quitó de encima a Marchesín con un quiebro y multiplicó la ventaja del Madrid. Fin del partido.

VInicius marcó así el tercero.
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VInicius marcó así el tercero.JESUS ALVAREZ ORIHUELADiarioAS

El Celta mantuvo su honradez hasta el final. Otra cosa fueron las fuerzas. Y por ahí comenzó a tragarse las contras del Madrid. En una de ellas llegó el cuarto. Valverde cazó un balón que Vinicius le había mandado a Benzema y ajustó su disparo junto al palo. Luego le hicieron un penalti a Benzema y este se lo cedió a Hazard. Capitán antes que pichichi. Lo falló el belga.

Ancelotti había cambiado ya el tercio. Dio la orden de retirada al quitar a Modric. No se hubiera atrevido de haberle quedado un punto de emoción al partido. Balaídos le despidió con la ovación que merecía. Después de sufrirle decidió quererle. A Vinicius le dispensó peor trato pero infundió el mismo respeto. Su capacidad de mejora parece infinita en un Madrid que durmió líder.

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