El drama de Mena Suvari, la actriz de Belleza Americana que logró escapar del peligroso destino que le impusieron
La industria la sexualizó. Y le reservó solo personajes sensuales, desprovistos de cualquier otro aporte. Y quedó atrapada, en todo sentido: había buscado encontrar en el cine un escape a las consecuencias de los abusos que sufrió en toda su adolescencia
La actriz, que nació el 13 de febrero de 1979 en Newport, Estados Unidos, siempre tuvo como meta triunfar en el espectáculo. No había antecedentes artísticos entre los Suvari: era un sueño propio, forjado por ella. En su casa, su mamá -Candice- era enfermera y su papá -Ando-, psiquiatra. Los tres hermanos mayores de Mena siguieron desde la adolescencia una carrera en el Ejército: la familia se mudó a Charleston, California, para que pudieran asistir a un colegio militar.
En el nuevo destino, Mena empezó a desarrollar su carrera como modelo con apenas los 12 años. En uno de sus primeros trabajos se convirtió en la cara de una marca de arroz. Eso hizo que una agencia se fijara en ella y le ofreciera un contrato para que se sumara a sus filas. A la par, se anotó en clases de arte escénico con la intención de obtener un papel en la televisión. Lo obtuvo a los 16 años cuando la convocaron para la serie Boy Meets World.
Luego de aquella escueta incursión en la pantalla chica le llegó la oportunidad de hacer cine. Y no la desaprovechó. Corría el año 1997 cuando llevó adelante tres proyectos casi en simultáneo: Kiss the Girls, Snide and Prejudice y Nowhere.
Ya sobre el epílogo de la década logró el gran salto con una popular comedia para adolescentes, American Pie, y un drama que ganaría cinco Oscar -incluido el de mejor película-, Belleza Americana, en la que realizó una escena emblemática: su Ángela Hayes era la protagonista del sueño erótico de Lester Burnham (un consagrado Kevin Spacey que estaba a años luz del repudio de este presente).
Ambos filmes, estrenados en 1999, le valieron a Suvari una popularidad repentina: tenía apenas 20 años cuando logró la explosión mediática -y los contratos millonarios- que a la gran mayoría de sus colegas les demanda buena parte parte de su vida, en caso de que la consigan, claro. Pero convertirse en una celebridad y tener al mundo rendido a sus pies la llevaría a la perdición.
Su desempeño en Belleza Americana, la escena en la bañera, esa toma en cámara lenta en la que iba siendo cubierta por pétalos de rosas que caían, se transformó en su carta de presentación. Desde ese momento, a la par de un filme exitoso en taquillas y elogiado por la crítica, Mena pasó a pertenecer a la historia del cine, con sus pros y sus contras. Porque lamentablemente para Mena, quedaría encasillada. Buscó en otros proyectos dejar atrás el rol de femme fatal en el cual los productores la colocaron, pero no hubo caso.
A medida que fueron pasando los papeles, el brillo de su estrella se fue apagando. Si bien nunca dejó de trabajar, la convocaron para películas de segundo orden o series que no alcanzaron mayor trascendencia. En 2014 protagonizó El sexo opuesto, luego vendrían Badge of Honor (2015), I’ll be Home for Christmas (2016), Secreto oscuro (2020) y Paradise Cove (2021), por citar los proyecto más relevantes, aunque de poco suceso.
Pero el verdadero drama no estaría ahí, en una carrera que no terminaría cumpliendo con lo que había prometido. Fue la propia Suvari quien reveló lo que debió sufrir ya desde los primeros pasos que dio en la industria del entretenimiento: en su adolescencia sufrió abusos que se perpetuaron por largos años.
“Entre los 12 y los 20 años fui víctima de abusos sexuales de forma continuada”, relató la actriz en una entrevista con la revista People. Agregó que en la edad escolar fue un amigo de su hermano mayor quien la abusó. “Parte de mí murió ese día. Nunca pude contemplar el sexo como algo sano”, agregó.
Todo se agravó cuando la empezaron a invitarla a fiestas del ambiente en las que -interminables- ocurría de todo, pero primaba el hermetismo. Hombres mayores, muchos de los cuales pertenecían al medio, la corrompieron. Le mostraron un mundo totalmente desconocido. Al conocerse lo que Mena debió enfrentar, rápidamente la vincularon con Angela Hayes, el personaje que interpretó en la película que protagonizó junto a Kevin Spacey.
Cuando Suvari cumplió 15 años sus padres se separaron, y si hasta ese entonces tenía escasa contención, a partir de ese momento sería nula. Su madre dejó la casa de un día para el otro y los hermanos quedaron a cuidado de su padre, quien presentaba problemas psiquiátricos. Fue entonces cuando conoció a una persona que la llevó a Hollywood, el mencionado dueño de la agencia, que se convirtió en su agente y le prometió llevarla a lo más alto.
Mena aceptó, consideraba su amigo a esta persona que prefirió no nombrar, pero llegaría lo peor. Un nuevo abuso. El hombre le advirtió que debían tener sexo como una forma de pagarle los favores realizados. Buscando una vez más un refugio, creyó encontrarlo en los clubes nocturnos, el alcohol y las drogas. Un cóctel explosivo que casi le cuesta su vida, según confesó la propia actriz.
“Empecé a medicarme con cualquier cosa, yo pensaba en sobrevivir. En mí comenzó un proceso de destrucción hasta que encontré la salvación en la actuación. Sabía que solo tenía que enfocarme en eso y nada más porque de lo contrario, iba a terminar mal. Por fortuna, en ese momento tuve la capacidad de decidir”, agregó Suvari sobre su etapa más oscura y de más crueldad.
Sobre el final del año 2000 se puso en pareja con el fotógrafo alemán Robert Brinkmann, con quien se casó: estuvieron juntos hasta el 2005. Fue una relación controvertida: él era 18 años mayor. En 2007 conoció al productor musical Simone Sestito y para ese entonces su vida empezó a encaminarse. Se casaron en 2010 en Roma; dos años después se separaron. En 2018 Suvari conoció a Michael Hope, su actual pareja. En abril de 2021 fue mamá de Christopher Alexander.
A mediados de 2021 publicó The Great Peace: A Memoir, su libro autobiográfico que funciona como una especie de catarsis: allí narra los hechos más traumáticos de su vida. El presente la encuentra lejos de los medios. Pero también de las adicciones, de los abusos. Hoy, Mena vuelve a sonreír.