Atlético Tucumán defiende la punta con fútbol, goles y el corazón en la mano contra todos
Con una actuación soberbia, que incluyó un lujo inolvidable de Menéndez y un grito desde el otro lado de la cancha, es más líder que nunca: superó al Guapo por 4 a 0 en una noche de lujos
No ocurría nada. Al menos, no sucedía nada sustancial, cuando de pronto el Polaco Menéndez dio una media vuelta, en el aire, capturó el balón con un puntinazo con magia, directo a la red. Una chilena, entre miles y miles de tucumanos, para mantener el colmillo afilado del puntero del campeonato. Que ya no es sorpresivo: juega con los dientes apretados, con el corazón en la mano, con la solidaridad como bandera. Si la pierde uno, la pierden todos. Si ataca uno, atacan… al menos, tres o cuatro. Y cuando defiende, es una formación admirable en el arte de la destrucción, el compromiso táctico es una bandera que flamea alto, bien arriba.
Lo mejor del partido
Cuando puede, cuando lo dejan, hace cosas como estas, el más querido del plantel, a los 34 años. Antes y después, pivotea, se muestra con el físico más que con el balón en los pies. Sin embargo, en el final del primer capítulo, lanza una estocada, un toque sutil, que encuentra a Isnaldo, en el sector izquierdo, de frente al eléctrico Gagliardo. Era gol, pero el arquero de 39 años, rápido de reflejos y con un pie extendido, evitó el aparente final de la historia.
Hay que defender la cúspide, con todo. Con todos, de arriba hacia abajo. El Decano no solo es sudor y el respaldo de Lampe y una defensa puntillosa, la menos vulnerada del campeonato. Tiene un par de intérpretes de cierta categoría, como Tesuri (vigor en el ida y vuelta, táctico y enérgico), como Pereyra (un noble exponente de la creatividad por la banda) y Ramiro Ruiz Rodríguez, el Triple R, con destellos de una clase que avizora algo más.
No se la hizo fácil Barracas Central, un equipo con algunos argumentos, más allá de las polémicas y la huella de Chiqui Tapia en el ambiente. El 10, el otro Tapia, Iván, la tiene clara, con detalles de los viejos enganches. Sepúlveda es un zurdo picante y Valenzuela representa a un tractor, pura potencia y velocidad. Entre ellos y algunos más (Colmán, a veces, parece desorientado), tienen un concepto de rugby: ante la duda, el balón al piso. Patear a los tres palos. Desde cualquier lado (a veces, más allá de la mitad de la cancha), apuntan al área, al balón detenido, sobre todo por la prepotencia en la altura de Nicolás Ferreyra, de 1,93m. Ganó tres veces en el área adversaria.
El segundo capítulo empezó con una ovación para el ataque: centro de Menéndez, definición de primera de Ruiz Rodríguez. Atlético Tucumán se sentía arropado por el fútbol, la actitud y la pasión de su gente.
Los minutos transcurrieron con una dosis mayúscula de tensión. Atlético Tucumán siente los ojos, la mirada amenazante, de los gigantes del fútbol nuestro, como River, Racing, Boca y alguno que otro que anda dando vueltas por allí. No es sencillo mantenerse: la campaña es magnífica. Los temores, el miedo escénico, puede aparecer por sorpresa en cualquier circunstancia. No pasó: una bomba de Pereyra aprovechó el descuido de Gagliardo (suele estar parado excesivamente adelantado) y cerró la noche. El 3 a 0 anticipó un festival: y faltaban 30 minutos…
Y en el cierre, con Barracas Central jugado en ataque y Gagliardo adelantado, Mateo Coronel tomó el balón cerca de su área y lanzó un bombazo desde... 67 metros. La tecnología aseguró 66,8... Un 4 a 0 inolvidable, para guardar toda la vida en las retinas y en el corazón albiceleste. Lo que viene: otro examen, el domingo en la Bombonera, frente a Boca. Mientras, Atlético Tucumán sueña, y se ilusiona como nunca.