A un año del regreso de los talibanes al poder, las mujeres viven un verdadero calvario en Afganistán
El régimen exige que tengan un tutor masculino para poder transitar el espacio público, ya sea para ir a trabajar, ir a estudiar, o incluso para viajar. Las que no cumplan esta norman pueden ser sometidas a detenciones, golpizas o torturas
Desde su llegada al poder, los insurgentes impusieron una ola de estrictas restricciones a las afganas: desde la imposición del burka hasta permanecer en casa y otras trabas como su acceso al trabajo. Las que no cuentan con un pariente masculino que actúe como tutor (mahram) se encuentran en un limbo legal.
En la nueva Afganistán dominada por los talibanes, las mujeres no son ciudadanas plenamente autónomas de su propio país. Un hombre debe ser responsable de su presencia en público, incluyendo su forma de vestir y sus desplazamientos. Para realizar un viaje a más de 75 kilómetros, o incluso salir del país, cualquier mujer necesita un “mahram”. Si las autoridades descubren que algunas de estas normas fueron infringidas, los tutores hombres se enfrentan a un castigo, mientras que las mujeres pueden ser detenidas, golpeadas y torturadas.
Pero en muchos casos los talibanes han restringido -y restringen- los movimientos de las mujeres mucho más allá de lo que indican las normas oficiales. Varias personas contaron al periódico británico The Guardian que las autoridades del régimen talibán también han impedido cortos desplazamientos de las mujeres, incluidas las idas al trabajo. La táctica que muchas veces utilizan es la de amenazar a los conductores que llevan a las pasajeras solas, sin sus tutores.
Es tan estricta la ley impuesta contra las mujeres, que también se les prohíbe acceder a asistencia médica sin un “mahram”. Esto ocurre puntualmente en dos distritos del país: en la provincia central de Bamiyán, y en el sur de Helmand.
El papel de tutor o mahram lo puede desempeñar un marido, un hermano, un padre, un hijo o un sobrino. Sin embargo, tras décadas de guerra, se calcula que en Afganistán hay dos millones de viudas que no tienen un padre, hermano o hijo vivo que pueda o esté dispuesto a servirles de mahram. Las mujeres divorciadas y solteras se enfrentan a problemas similares.
Los hombres muchas veces también se niegan a asumir esa responsabilidad, ya que pueden recibir severos castigos por parte de los talibanes si la mujer no cumple las normas.
Además de violar ampliamente los derechos fundamentales de las mujeres, la regla del “mahram” también ha provocado una catástrofe económica para las familias sin hombres adultos, en medio de un momento en el que el país sufre una grave crisis económica.
Ante este sombrío contexto, la ley impuesta por el régimen talibán dificulta, y al mismo tiempo asusta, a las mujeres a la hora de buscar empleo o de desplazarse a su lugar de trabajo.
Pero también están quienes hacen frente a estas férreas restricciones. “Me arriesgaré y me iré. Sé que reaccionarán, pero ¿qué debo hacer?”, dijo a The Guardian una joven activista, que sigue viajando sola a su lugar de trabajo. “Si no tengo un mahram, ¿dónde puedo encontrar uno? No puedo comprar uno, ni pedirle a un talibán que sea mi mahram”.
La ley del mahram también impacta de lleno en la educación. Desde la llegada de los talibanes al poder, la enseñanza secundaria está prohibida para las niñas. Hasina es una mujer afgana que, según informa el periódico británico, no puede enviar a sus dos hijas a la escuela por esta norma. Pero tampoco puede llevarlas a estudiar a otro país porque es madre soltera divorciada y sin un tutor.
Otra historia que refleja el calvario que están sufriendo las mujeres en Afganistán es la de Wazhma, quien tenía un alto cargo en el gobierno anterior, por lo que debía realizar varios viajes al exterior y por todo el país. Eso cambió radicalmente desde la llegada del régimen. Hoy en día puede contar con los dedos de la mano el número de veces que pudo salir de su propio barrio en los últimos meses.
Pero hoy en día su mayor preocupación radica en su madre, una mujer de avanzada edad que padece una enfermedad. A Wazhma la desvela pensar qué haría si su madre necesitara una noche recibir asistencia médica.
Su padre está muerto, ella es soltera y su hermana adolescente es discapacitada. “Debido a la situación de mi madre, quiero llevarla al extranjero a un hospital mejor, pero no me atrevo. Sé que si viajo lejos es probable que me detengan (...) No me atrevo a ir lejos”, manifestó a The Guardian.
“No puedo tolerar esto. Soy una persona que ha estudiado y trabajado todos estos años, ahora un analfabeto puede pararme, hacerme preguntas, discutir conmigo, y yo no puedo discutir con él”, fustigó.
Wazhma tiene un tío que podría ser su tutor oficial. No obstante, él le dejó claro que no quiere asumir ninguna responsabilidad. “No está aquí para asumir ninguna responsabilidad ni para apoyarnos, sólo está aquí por su propio objetivo y cuando lo consiga se volverá”, dijo sobre su tío, que recientemente regresó de Irán para vender la casa familiar compartida en la que vive con su madre y su hermana desde la muerte de su padre.
Hasina, por su parte, antes del Gobierno talibán solía ganarse la vida como sastre. Ahora, asustada por lo que pueda pasarle si sale a la calle, intenta que los clientes vayan a su casa para coser su ropa. Esto, inevitablemente, hizo que sus ingresos disminuyeran considerablemente.
“No me atrevo a salir de esta calle, y no he salido de esta zona desde que llegaron los talibanes. He oído que cuando descubren a las familias sin mahram, se llevan a las mujeres”, comentó.
Sahar, viuda y madre de siete niñas y tres niños, repudió las restricciones impuestas por los talibanes: “Según sus normas, un niño de más de siete años puede ser mahram; ¿no es una estupidez pensar que un niño de siete años puede defender a su madre o impedir que ocurra algo malo?”.
“Valoran a un niño y consideran a una mujer como nada. Quieren aislarnos. Y [este poder] afecta a los chicos. El Islam da muchos derechos a las mujeres, pero los talibanes se los han arrebatado todos: Las mujeres afganas están solas, aunque quieran apoyarnos, no pueden hacerlo. Sólo nosotras sabemos y nuestro Dios sabe por lo que estamos pasando”, concluyó.
Amnistía Internacional (AI) divulgó en las últimas horas un informe titulado “Un año de violencia, impunidad y falsas promesas”, en el que constata que la situación sobre el terreno es completamente distinta a la que anticipaban los líderes talibanes en agosto de 2021, cuando aseguraban que se respetarían los derechos de las mujeres y otros tantos.
Las mujeres que decidieron salir a protestar pacíficamente para exigir sus derechos, han sido detenidas y torturadas por los talibanes.