A Boca le gusta jugar con el calor de su gente, en la Bombonera: le ganó a Platense con Romero en modo Messi y Villa como solista
El paraguayo demuestra que no le pesa la N°10 y el colombiano, con ráfagas, mantiene su voracidad; ¿le alcanza a Boca para pelear arriba?
“El plus de la gente jugando en la Bombonera. Es un plus, es algo extra. Tenemos que mantener la misma concentración de visitante. Estamos trabajando para ser un equipo más completo”, cuenta el paraguayo luego del partido.
Resulta una misión casi imposible. ¿Cómo determinar el grado de injerencia de los habituales conflictos internos en el desempeño futbolero? En la teoría, influyen, porque el futbolista no es una máquina, sufre, se divierte, se enoja. En la práctica, desde ya, cada uno juega el partido a su manera. A veces, infla el pecho más de lo acostumbrado. A veces, se encoge hasta un límite inexplicable. Hipótesis, llegadas, salidas, frases, polémicas, complicidades: el Mundo Boca, en los últimos largos meses, representa una variable peligrosa en la gestión. Desde arriba hacia abajo, desde la dirigencia hasta el último eslabón.
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En ese marco, rodeado de ausencias (algunos ya no están, como Salvio, Izquierdoz, otros se recuperan de molestias, como Benedetto y Rojo), Boca es una formación indescifrable. Audaz y ganadora en su casa, en la Bombonera (¿tendrá algo que ver el aliento del público?), desorientada y vencida como visitante (¿tendrá algo que ver el griterío en contra?), va y viene, avanza y retrocede.
Un suplicio contra San Lorenzo, un avance con Talleres. Un suplicio con Argentinos, un avance con Estudiantes. La peor versión contra Patronato, una convincente imagen frente a Platense. Ya no se trata del relativo poderío de los rivales: Boca suma y resta contra equipos que suelen estar debajo de sus quilates, sobre todo, en jerarquía de sus intérpretes. Falla allá, se impone acá. Se siente arropado, desde el primer cántico por Agustín Rossi (no hay dudas de que, para los fanáticos, el arquero es algo más que un símbolo de batalla) hasta la última pelota robada por Varela, el joven de mejor aparición en tiempos recientes. El volante, de 21 años, recibió la cinta de capitán de Pol Fernández, cuando fue reemplazado por Payero. Todo un símbolo.
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Con Hugo Ibarra como técnico interino (al menos, hasta el final de 2022), sin Copa Libertadores y lejos de los primeros puestos en el torneo local, nada mejor que volver a ser desde bajo, con sacrificio, humildad, trabajo, mientras siguen las versiones y desmentidas, la hipótesis de Cavani y las rencillas palpables y las exageradas. En su casa, en la Ribera, ante su gente, Boca transpira la camiseta, corre más y mejor, pone la pierna más fuerte, asume otro compromiso, las dosis que están impregnadas en su ADN.
Seguramente, esa dosis xeneize recargada lo representa mucho más que la calidad mostrada por Oscar Romero, recostado por el sector derecho, explosivo como nunca. Un tiro libre, desde un ángulo cerrado, fue directo al ángulo, despejó el suspenso demasiado rápido. Un homenaje, a la distancia, a Leo Messi, con la zurda como motivo de unión. El paraguayo, de buena pegada y de relativa continuidad creativa, debe tomar nota que puede ser un imprescindible, no solo en este tipo de encuentros de cabotaje. Es una decisión personal.
Sin deslumbrar, Boca fue el dueño exclusivo de la noche, relegó a Platense a una versión diminuta. Casi no hubo equivalencias, de principio a fin. Ni Zárate, ni los jóvenes: el conjunto de Vicente López cayó en la trampa en cada una de sus decisiones. Instrumento de ráfagas fulminantes, Villa es una pieza incontrolable cuando sube su efervescencia. Como en el final del primer capítulo, un amago, el centro y la asistencia a Romero, en su versión goleadora. Cabezazo, de pique al piso. Toda una curiosidad en el repertorio del paraguayo, que en su etapa en San Lorenzo provocó más debate que respuestas.
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Boca estaba a punto de golear: tenía la mesa servida en bandeja. A Platense lo sostenía Ledesma, el arquero. De pronto, una inspiración de Taborda y una serie de dudas defensivas xeneizes, le permitieron a Morgantini resolver el descuento.
Lo que siguió fue un espectáculo marcado por el suspenso, sin candidatos naturales. Porque Boca se desinfló rápidamente (tiene la mandíbula de cristal, aún cuando domina en el ring en cada uno de los cuatro rincones) y porque Platense no tomó la energía necesaria, convencido de que en el arte del boxeo, una mano puede cambiarlo todo.
El balón era xeneize; los espacios, calamares. La mínima distancia en el marcador hizo el resto, sobre todo con un Boca más apagado, con medias bajas, sostenido por los arranques de Villa, rápido y creador de sus propias jugadas. El colombiano no precisa de una estructura que lo contenga, como casi todos sus compañeros: toma el balón y va, contra todos. A veces, contra sí mismo.
En el final, fue expulsado González, que armó un revuelo de agresiones y amenazas, ya cuando el fútbol había pasado a retiro.
Argentina dispone de seis lugares para la Copa Libertadores 2023. Boca ya obtuvo el primer boleto por haber ganado la Copa de la Liga Profesional. El campeón del Torneo 2022 se clasificará de manera directa. Lo mismo conseguirá el equipo que se quede con la Copa Argentina. Los restantes lugares los obtendrán los tres primeros equipos de la tabla general anual, que contempla los puntos obtenidos en la fase de grupos de la Copa de la LPF (13 partidos) y el torneo 2021 (total: 40 encuentros). En este caso, el tercer equipo accederá al Repechaje de la Copa.
En tanto, a la Sudamericana 2023 irán otros seis equipos, que saldrán de esa misma tabla general y serán los seis ubicados después de los clasificados a la Copa Libertadores. Si se repite un equipo ya clasificado por otra instancia, el lugar será para el siguiente conjunto de esta misma tabla.
