Un Xeneize valiente derrumbó a un débil Pincha y avisa lo que parecía un imposible, que va a pelear el campeonato
El triunfo por 3 a 1 sobre el León fue el mejor desde que Hugo Ibarra es el técnico; un mensaje al fútbol argentino: al equipo de la Ribera nunca hay que darlo por acabado
Boca precisa paz, proyección a futuro, un técnico estable, acostumbrarse a los triunfos y convencerse de una idea. Nada es sencillo y, más aún, cuando los cimbronazos de la temprana eliminación en la Copa Libertadores y los conflictos internos devoran el ambiente. Es un camino, un proceso que debe afrontar todos los días y no solo sobre el campo de juego. Material, le sobra. Tiene el mejor plantel del fútbol argentino. Soldados, promesas, piezas de recambio en casi todas las posiciones.
Tiene a un entrenador novato, confirmado, al menos, hasta el final de 2022. No es mucho: al menos, una señal para el trabajo diario, para que los rumores se conviertan en hipótesis infundadas. Chicho Serna aportaba, días atrás, algo de todo eso: “Si hemos venido repitiendo que nuestro cuerpo técnico está ratificado hasta diciembre, no estaría bien que nosotros estuviéramos por fuera, hablando con otros entrenadores. No sólo tenemos respeto, sino también confianza en este cuerpo técnico. No vamos a buscar otro entrenador hasta el último día en que estén acá. Ojalá no sea sólo hasta diciembre; ojalá sea mucho más”, advirtió el colombiano, dentro del círculo de los que toman decisiones, en una charla con TyC Sports.
Saca, pone, cambia, repite. Hugo Ibarra busca su camino. Y está muy bien. Cuando el piso es resbaladizo, son imprescindibles ponerse botines para la ocasión. Los esquemas varían. Contra Estudiantes, se ensayó una suerte de 4-3-1-2, elástico, imprevisible. Tanto, que pareció un engañoso 4-3-3, con Romero más adelante. Los primeros 20, 25 minutos, tuvieron el condimento que la camiseta exige. Presencia, enjundia, prepotencia bien entendida. Ataque, sorpresa. “El equipo está bien, estamos buscando la forma. Es difícil para el plantel la situación vivida anteriormente, pero tenemos que seguir trabajando de la mejor manera y con el objetivo claro, que es tratar de ganar todo lo que nos toca por delante. La idea es sostener un equipo, pero es difícil con tantas molestias y lesiones”, contaba el DT, más allá de Benedetto, con dolores, más allá de Izquierdoz, en vuelo a España.
Lo bueno: Boca juega con el aliento del público. Cánticos, ovaciones, el grito de toda la vida por los colores. Los más aplaudidos, Rossi, Vázquez y Zeballos. Hay pocos reproches, al menos, durante los 90 minutos. Casi no hay silbidos. Los cuestionamientos suelen darse –con fiereza– a la salida de la Bombonera, en las redes sociales. En otros ámbitos. La “crisis” xeneize se castiga puertas afuera. Sobre el campo, el calor cobija a un equipo que intenta salir, que no se esconde. Poco, casi nada, de la híbrida versión exhibida en la Paternal. En casa propia, Boca levanta las banderas. Infla el pecho.
La mejor muestra, el 1 a 0. Golazo de Boca: Vázquez (al límite del off side), peleó y le ganó la posición a Godoy, levantó la cabeza y tiró el centro, de zurda, que encontró en el aire a Pol Fernández. Una volea estableció la diferencia. Un tanto que parecía de una versión añeja de Boca, confirma la teoría: si se estabilizan las inconsistencias varias, el equipo xeneize puede ganar, jugar bien, pelear el campeonato. Es el último campeón doméstico, al fin de cuentas.
Lo mejor del partido
Lejos de la versión guerrera de la Libertadores, Estudiantes juega a la sombra xeneize. Un segundo tarde en la disputa, pierde en las divididas, no pide la pelota. Hasta que aparece con un gol de Piatti, anulado, porque en el arranque de la acción, Castro estaba adelantado. Al rato, un cabezazo de Rojo, pasó cerca. Más tarde, en la misma sintonía: el zaguero saltó más alto que todos y el balón rozó un palo.
Boca se hizo fuerte en el laboratorio, en la pelota detenida, sobre un especialista en el pizarrón. Una buena señal, sostenida en un muy buen funcionamiento colectivo. Hasta que en la salida de otra jugada del mismo tenor, Rojo levantó la cabeza y mandó un zurdazo demoledor. Imposible para Andújar.
Cuando se decide a jugar (a defender, a marcar, a cabecear en las dos áreas), Rojo es una pieza indispensable, no solo en Boca. En el fútbol argentino. Tres goles en la era Ibarra: todo un símbolo del presente xeneize. Con el resultado a favor, Boca estableció una diferencia mayor en el juego, en el ambiente.
Andújar salió demasiado lejos, desesperado y Villa, de primera y con el arco vacío, selló el 3-0. Morel, de cabeza, logró el descuento. Una versión valiente de Boca, que avisa lo que parecía imposible días atrás: va a pelear el campeonato.