“Inventaron el VAR”. La herramienta tecnológica que, tras 5 años de su llegada, no puede superar su problema de origen: la falla humana
La polémica en River-Vélez por la Copa Libertadores arrojó un nuevo perjudicado: el propio árbitro del partido
Si en ese momento hubiésemos preguntado “¿Cómo te imaginas que estará funcionando el VAR en la Argentina y en Sudamérica dentro de cinco años?”, seguramente la respuesta general habría sido “mejor que ahora, más aceitado, más útil para un fútbol cada vez más justo”. Lógica pura. Lo cierto es que esos cinco años casi han transcurrido y la percepción de justicia no aflora, natural y nítidamente, por estos pagos. Antes se sospechaba de los fallos humanos. Ahora se sospecha de las fallas humanas al servicio de la tecnología. Siempre un fútbol bajo sospecha. Con o sin sistema.
Acomodemos los melones. Desterremos la primera polémica, la natural: el VAR sirve. Podrá gustar o no su utilización, pero sirve. Es un progreso. Se sabe de su utilidad en el rugby, en el hockey, en el tenis, en el polo, en el básquetbol. Si en el futbol despierta sospechas, quejas airadas, fastidio y percepción de despojo, el problema no es la tecnología, sino los vicios del fútbol. Desde los que pretenden un “VAR a medida” de sus equipos hasta los que lo utilizan con un criterio particular y arbitrario.
La FIFA dispuso la utilización universal de la tecnología. En las ligas más importantes del mundo funciona satisfactoriamente. ¿Puede haber errores o decisiones discutibles? Claro, también son humanos los que manejan la herramienta. Pero los casos polémicos son menos. Y sobre todo, no tan burdos.
Lo ocurrido el miércoles en la revancha por los octavos de final de la Copa Libertadores entre Vélez y River, con el gol anulado a Matías Suárez por supuesta mano en la acción del cabezazo, abrió un nuevo capítulo de las distorsiones del uso de la herramienta: la defenestración de la máxima autoridad del partido.
Roberto Tobar, chileno, 44 años, es un señor árbitro. Con categoría más europea que sudamericana. Sobrio, respetuoso, cero grandilocuente, nada cholulo de los protagonistas. Pues bien, la FIFA, la Conmebol y todos sus asistentes de la sala del VAR lo dejaron públicamente como un mero soplador de silbato, como alguien que corre 100 minutos a la par de los jugadores y aparenta, ante la gente y televidentes, estar dirigiendo el partido. Percibe un salario por ello.
Tobar valida el gol, lo convocan ¿a revisar? la jugada por una supuesta mano de Suárez y le pasan 43 repeticiones de la acción, mientras lo van induciendo a anularlo. “No me parece mano”, dice Tobar. Suben la apuesta desde cabinas. La gente y jugadores, mientras tanto, esperan. Minutos que son una eternidad: fueron 5m15s en total. “Para mí es gol”, reafirma el árbitro chileno. Lo siguen induciendo a que está en un error de apreciación. Entonces, convoca a uno de sus asistentes, el N° 2 (Claudio Ríos).
“Tras revisar una y otra vez las imágenes, observo un contacto que no me deja seguro para anular. En ese momento sentí que era importante otra apreciación de un integrante de mis compañeros de campo, por lo cual hago el llamado a Claudio Ríos (asistente 2) para que también pueda chequear y me diera su opinión, libre de toda comunicación que yo sostuve con el VAR. Claudio coincidió que, después del cabezazo de Suárez, el balón patina sobre el antebrazo entrando en el pórtico”, dijo Tobar en un mensaje a un periodista de ESPN.
La afirmación tajante de Claudio Ríos, que con apenas 3 repeticiones tuvo la certeza que hubo mano, define a Tobar. Quizá no en lo que piensa. Acaso se haya sentido solo, como un cruzado, contra todos. Lo sabe él en su intimidad. Y sanciona lo que la gente que conduce el VAR, desde el anonimato, quiere que sancione. Gol anulado. Explota la polémica, natural. Desenlace: Tobar queda expuesto públicamente como un pollo mojado. Víctima del sistema.
Semana a semana brotan las polémicas por la disparidad de criterios a la hora de sancionar o de modificar fallos a través del VAR. Y en los playoffs de la Copa Libertadores, la apuesta sube. La gloria es mayor ganando el título un solo año que conquistando 20 torneos juntos de la AFA, la de Grondona o la de Chiqui Tapia. Da lo mismo. Y hay millones de dólares en juego: por participar, por avanzar de rueda, por recaudación, por contratos publicitarios, por la chance de jugar el Mundial de Clubes. Una decisión del sistema puede derrumbar los presupuestos de uno o más años de un club.
Y lógicamente, todo hace más ruido cuando están los clubes más grandes de por medio. Pasó en 2018, con la absurda inacción del VAR y del referí Daronco (el Pitana brasileño) en un River-Independiente con el planchazo dentro del área de Pinola a Benítez. Pasó en la revancha Palmeiras-River de 2020 (jugada en enero de 2021), con las decisiones del uruguayo Esteban Ostojich. Y volvió a suceder meses más tarde con Boca y sus dos partidos con Atlético Mineiro (un gol anulado en cada uno), teñidos de sospecha y con Boca eliminado en los penales. Ello, más allá del acting televisivo de Riquelme: incluso hoy Román sigue jugando para la tribuna, moviendo las piezas a la altura de Garry Kasparov.
El VAR tendrá sus bemoles en Europa, pero todo fluye, globalmente hablando, con mayor armonía que en Sudamérica, dónde cada semana es una caza de brujas. La rigidez del sistema tampoco ayuda. Por algo Tobar no agradeció la mirada de sus colegas brasileños de cabina, Rafael Traci y Braulio Machado, y se mantuvo en su postura. Un sistema lógico habría sido, después de ver 43 veces una imagen y no estar convencido de modificar un fallo, terminar el intercambio radial con un “Entiendo su posción, pero sigo sin ver mano. Es gol y el referí del partido soy yo. La decisión es mía”. Por algo no lo hizo.
Siguen las discusiones, la viralización de fotos y videos (uno de ellos, de @elgraficoweb, sugiere que la pelota roza en la cara del defensor de Velez que cierra en la jugada). Puede inferirse que a River le negaron la chance de ir a los penales (dónde podía perder igual) como afirmar que Velez fue superior en la serie global y bien pudo definirla en Liniers. Todo razonable.
Cinco años después de aquel Enzo Pérez desencajado, poco ha cambiado en cuanto a la percepción de tener una mayor justicia a través de la tecnología. Mirando hacia el exterior podemos decir, a otros cinco años futuro, que el panorama no irradia una imagen de progreso puertas adentro. Es Argentina, es fútbol argentino manejado por la AFA, y es Sudamérica, es fútbol sudamericano manejado por Conmebol. El VAR tiene una falla de origen: lo manejan humanos. En algunos lados, incide menos.