Goles y pizarra en la tarde del portero delantero
El Atlético golea al Numancia en su primer amistoso, en Burgo de Osma, en 52′, entre pancartas en contra de Cristiano y un final protagonizado por Gomis, meta del filial.
Saltaba el Atlético con once de gala, ordenado en línea de cuatro en defensa y de cinco al mirar hacia Gil, y la camiseta picassiana, las rayas con curva, en Burgo de Osma, primer partido de la pretemporada. Seguía el duelo de ida y vuelta, cuando Lemar se sopló la bota. Ayudó Morata, que no es que se haya quedado ahora, es que quiere quedarse luego. Y llenó la hierba de desmarques para ejercer de faro. Cedió Correa, engañó Álvaro, apareció el botín del francés convertido en fusil. Zapatazo y a la escuadra. El Numancia podía seguir apretando pero Simeone ya sudaba menos.
Un Numancia que parecía como más rodado a pesar de estrenarse también. Sin pelotazos y ambición de combinar. El calor se palpaba, ritmo bajo, piernas pesadas, cánticos al Cholo (Simeone, Simeone, escuchad a la afición...) en la pausa de hidratación. Nada más volver ahí estaba Correa, que pide su sitio, sus minutos y sus merecidos galones como mejor sabe y le sale: con goles. El córner con el que se reanudó el partido lo esperó en el segundo palo. Dio dos pasos hacia atrás y sacó la pierna para golpear la pelota y estamparla en la red. La orden de Simeone fue clara: “Adelante, adelante”. Lo de los pasos atrás que se quedara con las fotos del Oblak más humano. Atrás, al fondo de la temporada pasada. Como la descomposición cuando tocaba llevar la pizarra a la hierba. Antes del descanso, otra muesca: Kondogbia desvió a la red un remate de De Paul en otro córner. Gol. La pancarta ya estaba guardada pero ahora gritaban los futbolistas desde el campo. Los goles ya los ponen ellos. 0-3 en 45′.
Cuando el partido regresó, el Numancia tenía la misma estructura pero con once hombres distintos. El Atleti igual. Era el momento de ver a Witsel (como central, por cierto, sin Nehuén, en Udine, y sin Felipe), a Koke, a Cunha y a Grizi. Buscó el último el gol desde que pisó el verde, sin fortuna de nuevo; lo encontró el penúltimo nada más rozar una pelota. Luce el brasileño sus nuevos galones anudados al ‘9′ en su espalda y su hambre, intacta.
Gomis. ¿O era Felipe?
Entre brillos de Riquelme (qué futbolista, qué bueno es), la tarde fue cayendo y llenando de sombras la hierba. Ya no era el calor, era el resultado, que aplatanaba, tanto gol llenando el marcador. Un hincha aprovechaba un córner para hacerse un selfie con Koke, mientras Simeone frenaba a Hermoso, que quería volver a jugar a pesar de haberse torcido el tobillo. Tras un rato con diez, ya había utilizado el técnico a todos sus jugadores allí, salió Gomis, tercer portero, meta del B, quitándose las vendas de las manos. Llevaba la camiseta del ausente Felipe..., para ocupar la punta de ataque. Tan cerca del gol pero de la otra manera. Porque pase lo que pase, las pizarras, las pancartas altas o los goles y no, hay algo innegable: el Atleti sigue siendo único.