Djokovic, a un triunfo de su 21º título de Grand Slam

El serbio ganó al británico Norrie para alcanzar su 32ª final. Jugará la octava en Wimbledon, el domingo ante el australiano Kyrgios.

Nacho Albarrán
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A Novak Djokovic, por unas cosas u otras, suele tocarle muchas veces el papel de malo de la película. Y en la mayoría de esas ocasiones prevalece y torna en aplausos los que inicialmente son abucheos. Lo hizo este viernes en las semifinales de Wimbledon, en una pista central repleta de aficionados que animaban con pasión a su compatriota Cameron Norrie, que amagó con darle una sorpresa morrocotuda al serbio, antes de que este reaccionara con furia para ganar por 2-6, 6-3, 6-2 y 6-4 en 2h35.

Djokovic, molestado frecuentemente antes de sus saques por los gritos de algún que otro espectador embriagado, le tiró un beso a uno de ellos (un gesto que le sobró) cuando obtuvo el punto que le dio un triunfó que le coloca por octava vez en final de Wimbledon, 32ª de Grand Slam (récord masculino), a una victoria de conquistar su título número 21 en la máxima categoría de los torneos, a uno del líder ATP, Rafa Nadal. “El trabajo no está terminado”, contestó cuando le hablaron de este logro. Su oponente, el domingo (15:00, Movistar+) será Nick Kyrgios, que descansa desde el jueves gracias a la retirada del balear, contra quien debería haber jugado ayer, pero que renunció por culpa de una rotura fibrilar en el abdomen. “Habrá muchos fuegos artificiales”, bromeó Djokovic cuando le preguntaron por su próximo duelo contra el australiano. “Otra final en Wimbledon, un torneo que amo”, añadió.

“No empecé bien, él fue mejor en el primer set, pero no es fácil salir a una semifinal de un Grand Slam con toda la presión y las expectativas que me impongo a mí mismo”, analizó Nole, que sufrió con el sol y la temperatura inusualmente alta en Londres (28º). “Hacía calor, era el días más caluroso del torneo, y me sentí cansado al principio. En el segundo set hubo un punto de inflexión en el 5-3 que fue decisivo”, explicó el balcánico, que a partir de ese momento fue otro. Afinó la puntería y la potencia de sus servicios (13 aces y un 82% de puntos con primeros) y comenzó a dirigir el encuentro como a él le gusta, moviendo a Norrie de un lado a otro con su legendaria colocación.

Norrie, un tenista resistente, que hace series de 5 y 10 km con buenos registros, no fue capaz de canalizar la energía que le dio el público tras ganar el primer set, empezó a cometer errores y, con su tenis notable, pero un tanto mecánico y previsible, ya no encontró fisuras por la que resquebrajar el juego de tiralíneas de Djokovic. El titán e Belgrado, que había dos sets remontado en cuartos ante el italiano Jannik Sinner, reaccionó antes en esta ocasión. Poco le importó el estruendo de la grada e incluso la piquilla de algún seguidor que gritaba “vamos, Rafa”. A lo suyo, pasó por encima del bueno de Cam como una apisonadora, con gorra y sin ella. Nada le apartó de su 85ª victoria en Wimbledon ni de alargar su racha en el torneo y en hierba a 27.

Mérito

A Norrie le queda el consuelo de haberle ganado un set a Djokovic en casa, delante de su gente. “Estaba un poco nervioso, porque era una gran situación para mí. Pero hay muchas cosas por las que estar orgulloso”, admitió. Más lo está Novak, cerca de alcanzar la gloria de un triunfo mayor.

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