Djokovic, campeón de Wimbledon por séptima vez

El serbio gana a Kyrgios, cosecha su séptimo título en Wimbledon, cuarto consecutivo, y se pone a uno de los 22 de Grand Slam de Nadal.

Nacho Albarrán
As
Con una facilidad que solo está al alcance de los más grandes, Novak Djokovic se coronó este domingo caluroso (27º) y soleado en Wimbledon por séptima vez en su carrera, cuarta consecutiva. El serbio ganó en la final por 4-6, 6-3, 6-4 y 7-6 (3) en tres horas y un minuto a Nick Kyrgios, con un papel, podría decirse, de privilegiado espectador, porque todo lo que ocurrió en la pista central dependió, en gran medida, del comportamiento del australiano. De él fueron los mejores golpes y los puntos más espectaculares, pero también los errores de bulto, la precipitación y la ansiedad en los momentos decisivos. La experiencia del serbio le valió para imponer su estilo de juego sin estridencias ante el caos de su rival, con una concentración a prueba de bombas que desarmó a Kyrgios, el chico malo del circuito, que buscaba la redención que podría haberle dado de manera instantánea el primer gran éxito de su carrera.

“Es como un dios”, se rindió Nick a Djokovic, que se llevó el trofeo, 21º de Grand Slam, con el que vuelve a la lucha por la supremacía histórica en el tenis, deja atrás a Roger Federer (20) y estrecha el cerco sobre Rafa Nadal, que lidera la clasificación masculina con 22, tras los ganados este año en el Open de Australia y en Roland Garros. Probablemente, el balear mantendrá la ventaja lo que queda de temporada, porque si no cambian las normas anti-COVID en Estados Unidos, Novak no podrá disputar el US Open, a menos que se vacune, cosa que se niega a hacer. De momento, debe centrarse en celebrar que iguala a Sampras, que también venció cuatro veces seguidas, y Renshaw en la segunda plaza de la tabla de máximos ganadores del torneo, solo por detrás del mencionado Federer (8). Y que mantiene una racha de 28 triunfos en Wimbledon y, a la sazón, sobre hierba.

En el primer set, Kyrgios no le jugó dos puntos iguales a Djokovic, si exceptuamos los servicios directos (hizo uno con segundo), los que el serbio no pudo restar en condiciones y uno por abajo a las primeras de cambio. El aussie recurrió varias veces al saque-red, tiró un willy de frente y un par de reveses cortados con láser, de efecto endiablado. Exhibió la calidad que no se le discute. Y se encontró con una doble falta del balcánico en el 3-2 que le ayudó a tomar ventaja. Además, se mostró intratable en sus turnos al ceder solo cinco puntos, tres de ellos en el último juego. Y minimizó los errores no forzados (cuatro en esa manga para un total de 33).

Djokovic, que tuvo una relación inesperadamente plácida con el público, necesitaba imponer su orden en la pista y lo logró en el segundo set. Kyrgios se volvió más previsible, la velocidad de sus saques bajó y en un aciago servicio encajó un quiebre en blanco, en las primeras opciones que tuvo Nole. Después se animó el de Canberra y regaló un golpe ganador de revés en carrera, un resto directo de drive y una contradejada magnífica que levantó a los espectadores de sus asientos. Aunque no logró evitar que el choque se igualará, pese a tener un 0-40 y posterior ventaja en el 6-4. Ahí comenzó con sus soliloquios, dirigidos a su familia y equipo.

Cuesta abajo para Kyrgios

No mejoraron las cosas para él en un tercer set totalmente controlado por Djokovic, a pesar de que dio de nuevo muestras de su clase con un voleón y otro willy, esta vez de espaldas. La tensión creció en la grada (echaron a un espectador muy alterado) y sobre el césped de la Central, donde Kyrgios empezó a perder los nervios y a enfadarse aún más con su gente. “Sentaos”, les dijo con gestos después de que el serbio le endosara un segundo break letal, puesto que era para ponerse con 5-4 y saque. Djokovic elevó su nivel de juego, en precisión (dos errores no forzados, 17 al final), dirección y restos, pero sin alardes de ningún tipo, fue el convidado de piedra al espectáculo del australiano.

Antes del inicio de la cuarta manga, el balcánico se marchó al baño, un movimiento que no le convenía, pero que no pudo evitar. Porque de haberse iniciado más rápido (el juego estuvo parado siete u ocho minutos), Kyrgios no habría tenido tiempo de serenarse. Lo hizo y aguantó el tipo a base de aces y algo más de variedad, como en el primer set. Lo malo para él es que la calidad de los servicios de Djokovic no menguó. Al menos, forzó un desempate, aunque no le fue nada bien, porque en él se esfumó su sueño y aumentó la gloria de Djokovic.

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