Bronca con el VAR, autocrítica y vuelta de página

La intervención de la tecnología y algunas decisiones del árbitro Roberto Tobar se llevaron toda la atención, pero River también debe replantearse cosas con vistas al futuro.

Nicolás Mirelman
As
En una noche sin demasiadas luces pero con una actitud indiscutiblemente más positiva que en el partido de ida, River estuvo muy cerca de llevar la serie contra Vélez a los penales, pero una decisión polémica del VAR frustró esa posibilidad cuando Matías Suárez había convertido el tanto de la victoria.

En el procedimiento hubo algunas irregularidades que sembraron interrogantes sobre la intervención de la tecnología: que hayan convocado a Roberto Tobar a ver o discutir una acción que en teoría no es interpretable (si pega en la mano y es gol, se anula sin importar la intención); que hayan torcido la decisión de la máxima autoridad, después de que este haya dicho tres veces que no veía la infracción que le señalaban; que hayan demorado 7 minutos -luego adicionaron solo 8- y hayan mostrado 43 veces la repetición incluso a un asistente para una resolución que no despejó del todo las dudas.

La realidad es que la trayectoria de la pelota cambia y en una cámara parece ser por el brazo del delantero cordobés, mientras que en otra da la sensación de que el rebote es en el rostro de Francisco Ortega. Si no hay plenas certezas, la sugerencia es no modificar la decisión del árbitro, aunque en los audios los brasileños Rafael Traci y Bráulio Machado se escuchan convencidos de insistir hasta lograr la anulación.

El capítulo del VAR no tendrá un cierre definitivo y la polémica quedará instalada para la posteridad cuando se hable de esta eliminatoria, como en tantas otras. En cada acción que requiere de una interpretación humana, la herramienta puede echar luz o generar confusión y suspicacias sobre mal uso o discrecionalidad. Es decir, solo convierte un fallo opinable -como los que existían antes de la implementación de la cuestionada pantalla- en un debate a cielo abierto y abre un abanico de conspiraciones según si favorece o perjudica a uno u otro equipo.

Esta situación anuló también muchos de los análisis del juego propiamente dicho, en el que Vélez prevaleció por haber sido superior durante los 180 minutos. En la ida mereció golear; en la vuelta cedió la iniciativa y pudo haberlo perdido (también estuvo cerca de liquidarlo en alguna contra).

El notorio cambio de mentalidad del Millonario no le alcanzó para hacer pesar su jerarquía y revertir un resultado que lo había dejado con vida casi de milagro tras el primer encuentro en Liniers. Los bajos rendimientos de Nicolás De La Cruz y Enzo Fernández en la generación de juego, la impericia de Braian Romero en la definición, los reiterados centros sin destinatario de los laterales hicieron que el empuje constante quedara en buenas intenciones.

Como una particularidad, los mejores de cada línea fueron Jonatan Maidana (suplente durante casi todo el semestre, volvió al equipo por la merma en el nivel de David Martínez), Rodrigo Aliendro (llegó al club hace poco más de una semana) y Matías Suárez (disputó media hora tras volver de una lesión). Todo un síntoma de un plantel que no pudo dar la talla en lo que va del año.

En este mano a mano, River falló en su área mucho más de lo que indica el marcador final y tampoco acertó en la de enfrente en el puñado de oportunidades que tuvo más allá de la mencionada acción que hoy ocupa a toda la prensa deportiva.

Después de cerrar la temporada pasada con dos títulos y la ilusión renovada, los de Marcelo Gallardo no volvieron a arrancar. Como locales en 2022, ya habían perdido un Superclásico y un duelo de eliminación directa contra Tigre en la Copa de la Liga. Ayer lo intentaron a los tumbos, pero tampoco pudieron cambiar el rumbo de un presente con muchos vaivenes y pocas certezas en los momentos clave.

De 2018 a esta parte, en cada edición de la Copa la despedida llegó una instancia más temprano (final 2019, semifinal 2020, cuartos de final 2021). Quizás una coincidencia, quizás una señal de alarma de cierta degradación de un proceso que se caracterizó siempre por dar batalla en estas etapas.

Será tiempo de balances, autocrítica y reparto de responsabilidades. De rearmado con la Liga Profesional de Fútbol y la Copa Argentina como únicos objetivos y de sentar las bases, esta vez con tiempo de sobra, para un futuro más parecido al del viejo River del Muñeco.

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