Boca: Diego Martínez, el cerebro de Tigre: qué tiene en la cabeza uno de los técnicos que le gusta a Juan Román Riquelme (y con pasado azul y oro)
A los 43 años, el conductor que causó una revolución en el Matador está en la mira del ídolo; se inclina por la audacia, le gusta el pizarrón y... ganó en el Monumental
El ascenso fue una suerte de teatro de operaciones para Diego Martínez, de 43 años, que llegó a su primera experiencia –Ituzaingó, en la D– luego de vincularse con el proyecto de Barcelona en la Argentina. En su sangre, lleva ese mismo ADN. Los métodos y la visión futbolística se dispararon cuando tuvo acceso a los procesos formativos de los catalanes.
“Uno tiene un gusto, una idea de sentir el juego, pero tiene que tener sentido común y saber a quién enfrenta. La realidad es que River es mejor equipo que Tigre colectiva e individualmente, hace 10 años que es de los mejores del país y de Sudamérica. En ese mano a mano, si queríamos tener tenencias muy largas, no íbamos a poder llevarlo adelante. Uno tiene intenciones, pero esto es jugar bien también. No solamente llevar adelante lo que uno siente”, explicó semanas atrás, quien devolvió a Tigre a la elite.
Dicen que Juan Román Riquelme, que conoce la tierra profunda de Tigre como pocos, lo tiene en la mira, que hasta preguntó en el club de Victoria por su situación contractual y posibilidades de salida en el corto plazo. Que sabe de su vida, de su obra. Que le agrada su método, en la búsqueda de un reemplazante de Sebastián Battaglia, despedido con formas inesperadas. El hombre conoce la Bombonera. Sabe de qué se trata.
Hace cinco años, trabajaba en las divisiones inferiores del Xeneize, pero un día tomó la decisión de tomar otro rumbo como DT. “Cuando lo planteé estando en Boca, en el fútbol infantil y juvenil, muchos me decían que quizás estaba loco, que era arriesgado, porque Boca te da todo en el día a día, te da exigencia. Pero yo decidí seguir el motor que son los sueños, quise vivir la vida de esta manera... Lo hablé con mi familia, me apoyaron. Y bueno, arranqué con ese desafío de entrenar en Primera División, arranqué en Primera D. Se puede decir que irme de Boca no fue una mala decisión. Soy un agradecido que vivo de lo que me gusta en esta profesión. Lo pensé y lo hice con mucha convicción”, contó, tiempo atrás.
Y se marchó a la Primera D: Ituzaingó en 2015. Durante su paso por las juveniles de Boca, dirigió a chicos que ya debutaron en Primera. Como Valentín Barco, el lateral izquierdo o Equi Fernández, figura de Tigre que está a préstamo del Xeneize.
En una charla con LA NACION, contó su pasado. El trotamundos del ascenso, la idiosincrasia de Barcelona, los días vestido de xeneize.
–Dirigiste en las cuatro categorías del ascenso. ¿Qué aprendizaje podés aplicar en primera?
–Muchísimo. Cada categoría tiene su dinámica y su realidad, a las que debimos adaptarnos, pero la esencia es la misma, en lo referente a la constancia, el esfuerzo y la dedicación. Esa es una forma de mostrar nuestro perfil. También es lo que queremos de nuestros equipos: que el trabajo colectivo no se negocie; todos somos importantes para conseguir un objetivo. No hay nada ni nadie más importante que el equipo. Nada se logra de manera casual. Atrás hay muchas horas de trabajo y dedicación. El futbolista debe entender eso. La gente a lo mejor piensa que la realidad del futbolista es la de las dos horas que va a entrenarse y nada más. En el alto rendimiento hay un cuidado personal, un sobre entrenamiento fuera de turno para optimizar virtudes y corregir deficiencias, para ser un jugador de elite. Eso es innegociable para nosotros. Creo que será bueno transmitirlo.
–¿Cómo ingresaste al fútbol formativo de Boca?
–Por medio de Jorge “Coqui” Raffo, con el proyecto de Barcelona en la Argentina. Yo había sido dirigido por Raffo, me formé con él.
–De ahí te fuiste a dirigir a primera D, a Ituzaingó. A primera vista parece una apuesta arriesgada.
–Sí, me decían que estaba loco, que era un inconsciente por la decisión que estaba tomando. Pero bueno, mi vida tiene que ver un poco con eso, y tratamos de que también nuestros equipos tomen riesgos, en busca de lo que nos apasiona, de los sueños que perseguimos. Si miro hacia atrás, creo que está yéndonos bastante bien.
–¿Cómo fue que llegaste a la Masía, de Barcelona?
–Por mi función en Boca tuve la posibilidad de estar una semana. Me reuní con Joan Vila y Albert Puig, que estaban a cargo de la metodología de la cantera. Vi de cerca cómo se entrenaban los chicos. Era la época en que estaba el Tata Martino [2013/14], que me permitió presenciar algunos entrenamientos.
Con una trayectoria de cinco años en la dirección técnica, Martínez dio todos los pasos: la citada primera D (Ituzaingó), C (Midland y Cañuelas), B (Comunicaciones y Estudiantes) y Nacional (Estudiantes). Como futbolista también trajinó varias canchas del ascenso. Y asumió en Tigre en enero de 2021 en reemplazo de un símbolo del club, Juan Carlos Blengio.
El salto a la primera de Boca sería mayúsculo. Un sueño que, hasta ayer nomás, parecía imposible. Sabe que pelea contra molinos de viento, con caciques y nombres propios. Pero.... “Los futbolistas son lo más importante que tiene el fútbol. Como entrenador me gusta armar un equipo protagonista, que a partir de la posesión trate de llegar la mayor cantidad posible de veces al arco rival y que esos ataques se traduzcan en situaciones de gol. Y ser equilibrados a la hora de defender”, se presenta en sociedad.
¿Qué entrenadores le agradan? “Me identifico con Dabove, Gallardo, Heinze... Me encanta Almeyda, con su propuesta de tomar riesgos. Los equipos del “Chacho” Coudet también me gustan”, advierte. Algunos hombres de la escuela millonaria. Ideas parecidas, aunque con su propio ADN.