Boca da pena
No jugó a nada, perdió con Argentinos, fue absolutamente superado y no hay indicios de mejoría. Segunda derrota en tres partidos para el equipo del Consejo
Boca pierde la pelota todo el tiempo y no sabe qué hacer cuando la tiene. Una pase mal dado en mitad de cancha, en un campo como el de Argentinos, es una situación de gol en contra. La presión más las dimensiones del campo exigen una precisión que Boca no puede garantizar. Este Boca dirigido por la Subcomisión de Fútbol no "junta pases". O si lo hace, a lo sumo va de Rojo a Zambrano y de Zambrano a Rojo, cuando no va de Zambrano al amigo imaginario que el peruano tiene sobre el lateral y que nunca le devuelve la pared. Ojo, así como no junta pases, tampoco aprieta la salida, ni presiona en tres cuartos, ni marca en el medio, ni juega directo para sus nueves... Por decirlo amablemente, no se sabe a qué carajo juega el Boca del Consejo: no seamos malos, no le atribuyamos al pobre Negro Ibarra la responsabilidad de este desastre.
Boca cayó tanto desde la eliminación en la Copa y la salida de Battaglia que, por ejemplo, la Subcomisión saca a Fabra como si fuera el responsable del desastre, y un rato después quita a Villa. O sea, la dupla colombiana, que era la principal carta ofensiva del equipo, sale de la cancha después de un partido flojo. Los dos 9, Orsini y Vázquez, que debían recibir los centros de Villa y Zeballos, se van sin haber cabeceado una pelota. La apuesta por el 4-4-2 y el juego directo muere cuando entran Romero primero y Ramírez después a tratar de armar alguna jugada armónica y presentable. Hasta ese momento, lo más parecido a un conductor es el Changuito Zeballos, que se rebela a su función de wing, gambetea para adelante, trata de limpiar solito el camino al arco hasta que lo cercan.
Es demasiado tiempo, son muchas las fechas que faltan como para regalar los puntos y dar pena. Porque la realidad es ésa. Da pena ver en lo que Boca se ha convertido. El triunfo de Talleres, está visto, no sirvió de nada. En todo caso, apenas para que Pipa Benedetto no se fuera silbado después de errar otro penal, para que la gente pudiera gritar todo lo que tenía atragantado a modo de alivio momentáneo. Una anestesia local. Pero no solucionó nada: la confianza se perdió, la motivación también, y Boca es un tren que va derechito a descarrilar donde ya no hay seguridades. Los líderes están cuestionados o excluidos, no hay nuevos referentes capaces de tomar la posta, el bajón anímico conduce a la nada futbolística y Riquelme se está fumando a otra figura histórica como el Negro Ibarra, exponiéndolo inescrupulosamente a este mamarracho sin futuro con tal de que nadie lo acuse de nada.
Ojo, igual ahora llegó Roncaglia. La gestión Riquelme está por sacarnos a Izquierdoz y lo reemplaza con un tipo que se negó a jugar contra Corinthians la misma final de la Libertadores que el propio 10 boicoteó usando las redes de sus familiares. Cuando se fue de Boca, Roncaglia tenía 25 años y una carrera por delante. Hoy, tiene 35 y viene de quedar libre en un equipo de Chipre (¡CHIPRE!) donde no siempre era titular. Confiemos, muchachos. Tal vez los chipriotas estaban equivocados y Roncaglia nos trae la solución.