¡Uy, perdió Boca!
La caída en Santiago del Estero trajo de vuelta un resultado que no recordábamos que existiera. El equipo pudo empatarlo y hasta ganarlo, pero extrañamente le faltó la mayor de sus virtudes: la eficacia.
No jugó bien Boca en líneas generales, y esto que tantas veces fue secundario se convirtió en un dato crucial. Desperdició el primer tiempo y buena parte del segundo con un experimento que no funcionó (la presencia de Orsini casi de wing derecho), guardó a Villa en el banco para darle descanso y sufrió algo que viene pasando hace un tiempo otra vez, como casi toda la vida: los rivales lo estudian y tratan de neutralizarlo. Se juegan la vida. Le tapan a los jugadores clave. Rondina leyó correctamente que el gran cambio del equipo de Battaglia fue la inclusión de Varela de 5. Eso libera a Pol, le da más responsabilidad en la conducción, le permite llegar al área con peligro y todo el fútbol de Boca fluye con naturalidad. El técnico de Central Córdoba, entonces, convirtió a Kaproff en estampilla de Varela, obligó a bajar demasiado a Pol para quitarle influencia y todo pasó a depender de un Ramírez lagunero y de un Zeballos siempre desequilibrante que esta vez no bastó.
La excursión a Santiago del Estero dejó algunas conclusiones interesantes, algunas de las cuales no sorprenden: 1) Villa es irreemplazable, el jugador más decisivo del equipo por goles y asistencias, por todo lo que genera, porque obliga al rival a neutralizarlo con dos o tres hombres y eso necesariamente abre espacios en otros lugares de la cancha. 2) Si el colombiano no está, se puede cambiar el esquema y no apostar siempre al 4-3-3. Molinas como cuarto volante era mucho más lógico que un Orsini que, por más obediente y voluntarioso que sea, tiene menos pinta de wing que Lanata de peronista. Prescindir de Villa hizo que Boca no tuviera costado derecho: Zeballos jugó sobre la izquierda, donde más daño hace, y armó su circuito con Fabra y Ramírez. Por el otro lado, Weigandt y Orsini jamás se conectaron. Y Benedetto tan lejos del arco, bajando a enganchar, es un pésimo negocio.
No hay nada para dramatizar (tal vez lo vergonzoso que suena perder contra Central Córdoba de Santiago del Estero). Mucho peor es creerse campeón moral y que Godoy Cruz, un equipo que pelea el descenso y posiblemente lo consiga -el descenso- te gane 2-0 sin apelación posible. O que el pibito que le hace seis goles a un equipo peruano no aparezca contra Atlético Tucumán y entonces haya que vender humo con Suárez para desviar la atención. Boca perdió un partido, simplemente, y es esperable que esto no altere el camino. Por suerte, falta poco para recuperar a Romero, que es más importante de lo que muchos creíamos, y a Advíncula -ojalá vuelva con un pasaje a Qatar. Con el plantel completo (dale Salvio, ponete bien), Boca no tiene nada que temer.