San Lorenzo - Independiente: un empate entretenido y con algunos signos auspiciosos para el futuro
Ninguno pudo cantar victoria, pero al menos tampoco empezaron con el paso cambiado; Sebastián Torrico, el arquero local, fue la figura de la tarde
Una fecha inaugural siempre renueva expectativas e ilusiones. Incluso cuando las actualidades de los protagonistas es mucho más rica en problemas de todo tipo que en exquisiteces futbolísticas. Rubén Darío Insúa, un viejo ídolo de la casa, sentado en el banco, como única cara nueva en San Lorenzo; un exceso de ausencias por razones de todo tipo en Independiente; presidentes provisionales en ambas veredas y actualidades muy lejanas a la grandeza de sus camisetas eran muy malos augurios para arrancar el campeonato.
Y sin embargo, el clásico entregó un partido entretenido, abierto, pleno de alternativas, y hasta auspicioso pensando en el futuro.
La primera intención que presentó el Gallego Insúa en su presentación es la de que su equipo tenga la pelota. Para eso decidió nutrir el mediocampo con cinco jugadores, la mayoría de buen pie. Apoyado en la sabiduría de Néstor Ortigoza y la profundidad de Nicolás Fernández Mercau por izquierda, el Ciclón logró de a ratos darle fluidez a la circulación y dificultarle la recuperación al Rojo, pero ese toque casi nunca encontró respuestas precisas más adelante, donde solo alguna diagonal de Ezequiel Cerutti molestó al fondo rival, y se fue convirtiendo en intrascendente.
Independiente recorrió el camino inverso. Le costó encontrar la pelota en el inicio, se vio obligado a apretarse más atrás para tapar el área como herramienta de defensa, pero ante la ineficacia del local, fue creciendo con el paso de los minutos. Cambió el sistema táctico Eduardo Domínguez con respecto a todo lo visto durante el fallido primer semestre y el equipo le devolvió una imagen mucho más saludable.
La incorporación de Gerónimo Poblete como volante central trasladó a Lucas Romero hacia la derecha, una posición que prácticamente no había ocupado desde su llegada al Rojo, y desde ahí ganó soltura el capitán del Rojo, moviéndose con astucia para recibir libre y rapidez para tocar. Pero además sumándose mucho y con criterio al ataque. Por ese lado, además, encontró buenos aliados en la punzante habilidad de Leandro Fernández y la progresión de Alex Vigo, e Independiente descubrió los callejones necesarios para lastimar.
Torrico comenzó su show particular tapándole el gol a Romero a los 8; sucesivos disparos de Fernández, Leandro Benegas y el propio Romero acariciaron los postes, hasta que en la última de la primera mitad Fernández ejecutó un tiro libre desde la derecha, Siro Rosané perdió la marca de Benegas y el centrodelantero puso la cabeza para establecer en la chapa la diferencia que se veía en el desarrollo.
La producción de Independiente (de lo mejor en la era Domínguez) amenazó con ser notable en el arranque del segundo tiempo, con excelentes movimientos de mitad de cancha hacia adelante y llegadas muy claras. Torrico ahogó de manera estupenda sendos remates de Sergio Barreto y Benegas en el área chica rival a los 5 y a los 8, y a partir de sus atajadas, San Lorenzo logró revivir. Apenas unos minutos después, a los 12, Adam Bareiro cabeceó de pique al suelo un córner de Agustin Martegani y puso el 1 a 1 que ya no se movería hasta el final.
“Tenemos que pasar de ser competitivos a ser ganadores”, había dicho Domínguez en la conferencia de prensa previa al debut. No lo consiguió el Rojo pese a jugar más que bien durante varios pasajes del encuentro, y el técnico no ocultó su fastidio pese a saber que su equipo subió unos cuantos escalones en la tabla del rendimiento.
Lo mejor del partido
“La idea es ser inteligentes y atacar con orden y disciplina táctica”, había prometido Insúa antes de arrancar, y se vieron sus buenas intenciones aunque a su apuesta le falten todavía horas de vuelo y de entrenamiento y disimular algunas carencias individuales que repercuten en lo colectivo. Rosané, por ejemplo, no pudo hacer olvidar al colombiano Yeison Gordillo, una de las bajas en este mercado de pases, y a su fallo en el tanto del Rojo le sumó la tarjeta roja recibida por una plancha a Vigo. Y el paraguayo Bareiro, más allá de conseguir el empate, sumó muchos más desaciertos que virtudes.
Ninguno pudo cantar victoria, pero al menos tampoco empezaron con el paso cambiado. No es poco para las grises realidades de dos grandes que quieren volver a ser.