Salvio se va de Boca: otro éxito de Riquelme
El Toto se va a México destratado, en una nueva muestra de la incapacidad del Consejo y su mentor. El rol de Battaglia y la falta de recambio en un momento clave.
Salvio se va de Boca porque no lo quieren. Porque nadie lo considera ni remotamente indispensable. Porque lo boludearon hasta último momento. Porque su contrato se vence y la dirigencia no aceptó negociar ni una coma de la propuesta original original de renovación. Porque ni su propoio técnico lo defendió. Porque se sintió mejor tratado por Andrés Lillini -DT de Pumas de México- que por el club del que es hincha. Por plata también, el último punto aunque quieran hacerlo aparecer como la causa primera y real de esta ruptura que se veía venir.
Salvio no quería irse de Boca ni de la Argentina. Acá tiene a sus padres y a sus hijos, a los que podrá ver sólo de vez en cuando en el medio de una separación conflictiva de su ahora ex pareja. Después de tantos años en el extranjero, cuando decidió pegar la vuelta pensó que lo hacía definitivamente para unir a la familia y estar cerca de sus afectos. Marcó la diferencia no bien llegó con el envión de su andar europeo, superó con mucho esfuerzo una lesión grave, ganó cuatro títulos (70 partidos, 19 goles y siete asistencias), mostró su compromiso, su identificación con los colores y hasta su admiración por Riquelme cuando pidió usar la 10.
Salvio pidió una reunión para poder hablar con el Consejo sobre la renovación. En realidad, viene pidiendo que le solucionen el tema desde el año pasado, pero nunca fue prioridad. Siempre había otros temas que atender. Nadie sabía por qué los tiempos se estiraban tanto. Ahora lo sabemos todos: no les interesaba. La prueba más contundente es que una vez que le presentaron la oferta, él quiso dialogar y le cerraron la puerta. No los atendieron, ni a él ni a su representante. Un destrato absoluto, la falta de respeto habitual, la inflexibilidad de siempre para el ida y vuelta. ¿Se imaginan un mundo sin diálogo? Bueno, es el mundo de Riquelme.
Salvio esperó hasta la mañana de este lunes algún cambio. Después de todo, cuando hay voluntad, existen fórmulas para salvar las distancias: un plus por rendimiento o por participación, un premio por algún logro específico. Boca se mantuvo inalterable, aunque deje escapar un capital de 4 millones de euros que es de los socios. Porque, aunque parezca una obviedad recordarlo, el club entero es de los socios. Y los dirigentes son administradores. En este caso, malos. Que en un sistema normal deberían rendir cuentas por este despilfarro. Negligencia, mala praxis o dolo.
Salvio tampoco tuvo el apoyo de Battaglia. Mientras Gallardo habla con Luis Suárez, el DT de Boca no habla ni con Salvio para decirle cuánto le interesa que se quede. No se mete. Ni siquiera opina, como si fueran a castigarlo por dar su parecer. Salvio sí habló con Battaglia, para decirle que no seguiría. Lillini, un tal Lillini, alguien que supo estar en Boca en otros tiempos, lo llenó de elogios. Lo abrazó a la distancia. Valoró su experiencia. Reconoció lo que es como jugador y lo que puede dar. Hizo todo lo que debió hacer -y no hizo- Battaglia. Y lo convenció.
Salvio deja un agujero con su partida. Un espacio muy difícil de llenar. El ya había demostrado que la camiseta no le pesa. Tenía el aval de una década de fútbol europeo. Había jugado un Mundial. Era un tipo acostumbrado a jugar en diferentes sistemas, por ambas bandas. En un 4-3-3 o en un 4-4-2, en el que demostraba su sacrificio y su inteligencia táctica. El que llegue a reemplazarlo, deberá estar a la altura de la camiseta. Acomodarse. Conocer al DT y a sus compañeros. Asimilar las particularidades del Mundo Boca. Y rendir. Valoyes aparece como una posibilidad, pero está valuado en 8 millones de dólares: si el problema con Salvio era realmente la plata, mejor ni ilusionarse. Y encima el chico es una apuesta, una moneda al aire. Nadie tiene garantías de que pueda rendir.
Salvio será suplente de Zeballos contra Corinthians en su último partido como jugador de Boca. Después, quedarán como extremos Villa y el Changuito. ¿Suficiente? ¿Qué pasaría si al Changuito lo expulsan o se lesiona? Ya no se podría jugar 4-3-3, el dibujo preferido de Battaglia, con el que acaba de consagrarse campeón. Vayamos a otra hipótesis más inquietante: ¿qué pasaría si a Villa lo meten preso por alguna de las múltiples denuncias que tiene por abuso o por violencia de género? ¿Juega el pibe Langoni? ¿O anotamos al Chelo Delgado?
Salvio es otra víctima de la soberbia de Riquelme y su Consejo. De su incapacidad para negociar. De su incapacidad a secas. Es un error grosero quedarse sin Salvio en este momento en el que Boca necesita de todos para competir por la Séptima. Una barbaridad. Otro tiro en el pie. Es una pena que ya sea un caso cerrado, porque si no se les podría acercar a los muchachos alguna idea para solventar el contrato de Toto. Por ejemplo, ahorrarse el sueldo del gerente de bebidas, o como se llame el cargo que tiene Bermúdez Junior. Bah, tal vez no sea tan buena idea. Quizá el hijo del Patrón sea más importante que Salvio para el funcionamiento de Boca. ¿Se imaginan lo que sería el club sin un gerente de bebidas?