Nadal es eterno: 14 títulos en París, 22 de Grand Slam

El balear vence a Ruud para recuperar el trono de Roland Garros con su 14º trofeo y suma dos más que Federer y Djokovic en majors.


Nacho Albarrán
As
Una vez más, y van 14, los astros se alinearon en Roland Garros para que Rafa Nadal triunfara en un lugar donde no fue querido al principio y del que ahora es amo y señor. Al balear le rodea una mística en París, un halo mágico que hace que prácticamente casi siempre las cosas le vayan bien. Este domingo se esperaba tormenta en la capital francesa a la hora de la final, pero la lluvia no apareció y el sol, poco a poco, empujó hasta que las nubes se abrieron completamente, dejando libre justo el espacio que ocupa la pista Philippe Chatrier. Allí, Nadal, con el pie izquierdo anestesiado, ganó a Casper Ruud por 6-3, 6-3 y 6-0 en dos horas y 18 minutos para recuperar el trono y levantar su 14ª Copa de los Mosqueteros (nadie ha ganado tanto en un mismo evento), 17 años justos después de morder la primera el 5 de junio de 2005. Así sumó el 22º título de Grand Slam, dos más que sus perseguidores del Big Three, Djokovic y Federer (el suizo estaba en la ciudad). Sin muchos aspavientos, con respeto hacia su oponente y amigo al que abrazó, Rafa dejó caer su raqueta, se tapó la cara con las manos antes de agacharse y erguirse después con los brazos en alto y lágrimas en los ojos. Aunque uno lo haya visto en tantas ocasiones, siempre emociona.

Nadal logra por fin ganar en Melbourne y Roland Garros en un mismo curso, y con su ranking de entrada más bajo, el número cinco (el lunes será el cuatro). Y es el cuarto tenista que vence a cuatro top-10 seguidos (Auger-Aliassime (9º), Djokovic (1º), Zverev (3º) y Ruud (8º)) camino del título de un major tras Mats Wilander en París (1982) y Federer en Melbourne (2017). Con 36 años y dos días, también es el campeón más mayor del torneo, honor en el que sucede a otro español, Andrés Gimeno, que lo fue con 34 años y 10 meses en 1972. "No sé lo que me espera en el futuro, pero voy a seguir luchado para continuar", dijo en la entrega de trofeos.

Con su hábil narrativa, Rafa, consumado experto en manejar situaciones delicadas en los torneos más importantes, se colocó en un papel secundario, por debajo de otro candidatos como el propio Djokovic e incluso Carlos Alcaraz. Venía con dudas reales por culpa de su dichoso pie, el que casi le hizo retirarse en Roma cuando jugaba contra Shapovalov. Semanas antes, una lesión en las costillas había frenado su impecable trayectoria con los títulos de Melbourne, el Open de Australia y Acapulco. Cabalgaba con 20 victorias consecutivas hasta que le sobrevino ese problema costal en la final de Indian Wells ante Fritz. Ya había logrado lo imposible antes, en la antípodas con aquella remontada increíble frente a Medvedev. Y en Roland Garros, entre rumores de retirada generados por sus propias palabras, repite éxito, sin tanta épica, pero con idéntico mérito. Lo consumó el último día, aunque, con todos los respetos para Zverev y Ruud, Nadal ya había ganado la noche en la que derribó a Djokovic, justo después de que fuera eliminado Alcaraz, que hubiera sido su siguiente rival.

De menos a más

El mejor jugador sobre tierra batida desde 2020, con 66 triunfos, nueve finales y siete entorchados, se sintió sobrecogido ante la presencia de su ídolo y mentor en la Academia de Manacor, donde progresa desde 2018. Era el peor escenario posible ante el rival más complicado, al que además nunca se había enfrentado, aunque le conozca bien por los entrenamientos compartidos, para estrenarse en una gran final, y eso fue demasiado para él. Sin recurrir a su mejor tenis, Nadal minó la resistencia de Casper en el primer set, remontó tras un mal inicio en el segundo y le pasó por encima en el tercero cuando la luz solar y el calor impulsaron su estilo de juego, con la pelota menos hinchada y más viva para coger las revoluciones y los efectos que maneja con maestría el manacorí.

La final quedó un tanto deslucida, no nos engañemos, lo que no quita importancia ni virtud a la gesta de Rafa, un gigante que convive con el dolor desde el inicio de su carrera, y aun así ha logrado prevalecer como el mejor tenista de todos los tiempos. Seguro que él recordará este título como uno de los más especiales por todo lo sufrido antes y durante. Jugando fenomenal, bien, regular e incluso mal, es capaz de ser el más grande en casi cualquier circunstancia, por esa mentalidad inquebrantable que tantos admiran y que algunos envidian. La que le ha convertido en leyenda, por los siglos de los siglos. El deporte, y sobre todo la gente a la que hace tan feliz, le desean una larga vida.

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