Cómo va a ser el Carlitos Tevez entrenador: presión, intensidad, disciplina, desparpajo y el “efecto hockey”
Con Chapa Retegui como ladero imprescindible, Apache se aleja del Mundo Boca y comienza a transitar su propio camino; todo lo que pone en juego
Lo quieren en todos lados: en Brasil, en Italia, en Inglaterra. Allí en donde paseó su sonrisa, sus gambetas y una infinidad de vueltas olímpicas. También, claro, (casi) siempre estuvo rodeado de polémicas. Lesiones serias, discusiones con entrenadores. Amores y enconos con Juan Román Riquelme. Nunca fue un indiferente. Su aura jamás lo permitió.
Por eso, ahora, que está a punto de ser oficializado como entrenador, pone el bronce en juego. Porque no podía quedarse en su casa: debía tomar una decisión, que maduraba y trabajaba en silencio, lejos de las luces, un año después de su última imagen futbolera. Un penal disparado al cielo.
“Tuve mucho tiempo perdido, de no estar con mi familia. Pero ahora puedo decirlo: estoy retirado. Está confirmado. Me ofrecieron muchas cosas. Estados Unidos; acá, también, en la Argentina. Pero ya está. Como jugador di todo, todo lo que tenía en mi corazón. Ya lo di”. Al fin, Carlos Tevez confirmó, semanas atrás, una decisión que venía madurando desde hacía 12 meses. A los 38 años, al cabo de 20 de carrera profesional, colgó los botines. Y agarró el pizarrón, casi inmediatamente.
Lo había anunciado en una charla en el programa Animales sueltos, de América TV, 364 días después de aquella rueda de prensa en la que sorprendió al despedirse de Boca, junto a Riquelme. Y en la conversación con Alejandro Fantino profundizó las razones de su despedida. “Todos me preguntaban por qué, si estaba flaco, si estaba bien. Yo llamé el día anterior a Riquelme y le pedí que me preparara la sala de conferencias, que iba a anunciar que me iba. Ahí mi familia tomó consciencia de que no iba a jugar más. Entonces, en mi último cumpleaños me saqué unas fotos con los más cercanos, tomé el micrófono y lo dije. Dejé el fútbol porque perdí a mi fan número 1. Él venía a verme desde que tenía 8 años”, contó, entre lágrimas, recordando a su padre, Don Segundo, que falleció en febrero de 2021.
Y casi al pasar, el 3 de junio pasado, reconoció que va a ser director técnico. En realidad, ya lo es. “Voy a dirigir. Tengo un proyecto muy lindo, con Chapa Retegui. Desde hace cuatro meses estamos trabajando, con mis hermanos. Estoy enganchado. Tengo el mismo cosquilleo de cuando jugaba”, advirtió. Carlitos está rodeado por el cariño. Gente cercana y de máxima confianza, como son sus hermanos, Diego, Miguel y Ariel Tevez. Los tres solían compartir picados en Fuerte Apache, también se entretienen con el golf y se están preparando desde hace mucho tiempo para este nuevo desafío del Tevez famoso. Cursos por Europa, incluso.
A Carlitos le interesa el “factor humano”, por sobre todas las cosas. Un manejo diferente, revolucionario. Táctica y afecto. El cara a cara. Sobre el césped, presión, intensidad, disciplina, desparpajo y el “efecto hockey”, como manda su compañero de aventuras, un simpatizante de River. La conexión inesperada. Habrá laboratorio: más de lo que la gente cree.
“Con el Chapa Retegui, hace 4 o 5 meses que estoy trabajando, junto a él y mis hermanos. Estamos armando un proyecto integral y me entusiasma”, detalló, al tiempo que anticipó que su mirada no estará solamente puesta en el plano futbolístico: “Me gusta como grupo de trabajo afrontar al jugador en la parte personal”. Táctica, estrategia y el otro lado del mostrador. Apache quiere estar en todos los detalles. Le obsesiona la comunicación: en eso está trabajando. Qué decir... y cómo decirlo.
Retegui es uno de los mejores entrenadores de la historia del hockey nacional. Con la selección masculina ganó la medalla de oro en los Juegos Panamericanos 2015 y el oro olímpico en Río 2016, además del tercer puesto en el Mundial 2014. Con Las Leonas se consagró en el Mundial 2010, que se disputó en Rosario, conquistó tres Champions Trophy y consiguió la medalla de plata en Londres 2012 y Tokio 2020.
Crack sobre el campo de juego, de melancólica última etapa, disfrutó de la familia, del golf, del descanso. Pero necesita el motor de la competencia. ¿Por qué se mete, entonces, en la adrenalina? “Tomo esta decisión porque tengo el mismo cosquilleo que cuando jugaba y sé que puedo ayudar a muchos chicos a integrar al fútbol”. Una identidad que exceda el marco de la hipótesis de un pizarrón. “Me van a escuchar porque yo tengo también una forma de ver la vida y el fútbol que creo que es lo más importante. Yo le voy a dar herramientas al jugador, porque si no le das eso es muy difícil. Vos le podés decir muchas cosas de la vida, pero si no le das herramientas...”, contaba. Esas herramientas, considera, ya las tiene en su puño. Retegui va a ser mucho más que su acompañante. Mucho más que su mano derecha.
Román, ahora, lo admira a distancia. “Cuando dijo que no iba a continuar, nos dimos un abrazo y listo. Ahora, si va a ser entrenador, lo vamos a ayudar en todo lo que necesite, porque le tenemos mucho cariño”, advirtió. Apache espía las inferiores xeneizes. Algo de allí, tal vez, pueda necesitar. Tuvo a los mejores entrenadores. Alfio Basile, Carlos Bianchi, Marcelo Bielsa, José Pekerman, Alex Ferguson, Roberto Mancini, entre tantos. Busca el equilibrio: atacar sin tirar manteca al techo. Una presión con disciplina. “Yo no voy a agarrar cualquier club para decir, ‘hoy tenemos que ganar porque si no nos rajan a todos’. Mis equipos van a jugar”. Sabe que hoy, ahora mismo, Boca queda lejos. Es lo mejor que le puede suceder: arrancar por otros desafíos. La Bombonera ya va a volver a latir en su interior. “Es un sueño”.
En cambio, el papá de Mateo se desvive por el Monumental. Y hace un buen tiempo que quería cambiar de deporte, como Ariel Holan, ciertamente exitoso en ambas plataformas. ¿Cómo serán sus equipos? Hay una idea, que comparte con Apache.
“Es más fácil que uno se adapte al club y los jugadores que ellos a uno. Tengo mis principios. Me gusta jugar en presión, con la pelota, tener la posesión, presionar bien adelante. Se juega de una manera con pelota y de una manera sin pelota. Sin pelota, hay que tratar las virtudes del equipo contrario, sin ninguna duda. Si el otro te juega con enganche, vos tenés que evitar que te juegue con pase largo”, le dio cierta precisión, tiempo atrás, a un programa de TyC Sports.
“Hay que crear el vínculo con el jugador, con el ambiente. Si uno es honesto, transparente y va de frente, el éxito está asegurado. Eso yo lo voy a hacer: no voy a mentirle al jugador, voy a ir de frente, como hago en los equipos que entreno”, contaba. Esa es la misma idea de Carlitos: la palmada en la espalda. Mirar a los ojos. Con esa premisa, salen a la cancha.