Cássio, de dormir en el piso y un sueldo de cinco reales a su vínculo con Tite y “la profecía” que le cumplió a su madre
El arquero es uno de los tres “sobrevivientes” de aquel equipo de Corinthians que, liderado por Tite, hoy técnico del seleccionado brasileño, se coronó campeón de la Libertadores por primera vez en 2012 y ganándole la final al Xeneize
Ante Boca, en el estadio Neo Química Arena, el “gigante” gaúcho, de 1,96 de altura, nacido en Veranópolis, Río Grande do Sul, alcanzará la marca de 597 partidos con la camiseta número 12 de Corinthians, que lo pondrán a un solo juego de Zé María, el cuarto futbolista con más presencias históricas en el club de Itaquera (598) y a cuatro de Ronaldo Soares Giovanelli (602), también arquero e ídolo albinegro.
Junto a Paulinho, que estará ausente por lesión, y Fabio Santos, en duda por una molestia física, Cássio es uno de los tres “sobrevivientes” de aquel equipo de Corinthians que, liderado por Tite, hoy técnico del seleccionado brasileño, se coronó campeón de la Libertadores por primera vez en 2012, tras las finales en La Bombonera y en el Pacaembú, un escenario mítico que se encuentra en reforma y será reinaugurado recién en 2024.
Fue a partir de esa conquista, y del título en el Mundial de Clubes en Japón (fue elegido como Balón de Oro y Jugador Más Valioso de la definición), donde Corinthians venció a Chelsea, de Inglaterra, que Cássio se hizo de un nombre fuerte en Itaquera, y para siempre. Allí, en el Parque São Jorge, el “bonachón” arquero de casi dos metros encontró un equilibrio tras mucho batallar. Tuvo la oportunidad y nunca la soltó, a pesar de los obstáculos. La vida ya lo había preparado para eso.
En Veranópolis, ciudad ubicada a 160 kilómetros de Porto Alegre, capital del estado de Río Grande do Sul, Cássio nació y creció sin conocer a su padre. No suele decirlo mucho, pero tampoco lo esconde. “No suelo hablar sobre eso. No lo conozco y no quiero investigar sobre su vida. Y eso no me hace mal, porque quienes estuvieron conmigo me dieron todo el cariño necesario. Me crié con mi mamá, mi tío fue como mi papá y mi abuelo, ya fallecido, también”, contó en una entrevista a la TV Globo.
Sobre su infancia, siempre la recuerda ligada al fútbol, sin pasar hambre pero con algunas carencias. “Con mi mamá vivíamos en una casa humilde, de madera. No hacía falta abrir las ventanas para que el sol entrase. Con mi hermana compartíamos una cama cucheta y yo crecí tanto que ya no entraba, por lo cual tuve que dormir en el piso. Y de eso no me quiero olvidar. Al contrario, suelo recordarlo para reafirmar de dónde vengo”, sostuvo el pelilargo arquero. “Veía a mis compañeritos yendo con zapatillas o ropas nuevas a la escuela y yo siempre con lo mismo. No nos podíamos dar esos lujos. Ojo, nunca pasé hambre, pero no tuve videojuegos, por ejemplo. Sí tenía una pelota, pero no tenía guantes”, agregó sobre aquella época.
De su primer trabajo, Cássio recuerda hasta el salario: cinco reales (un dólar, al cambio de hoy) por semana en el lavadero de autos de su tío, Kojak, fundamental para el inicio y desarrollo de su carrera profesional. “Era un sueldo bajo, pero mi tío nos ayudaba mucho a mi mamá y a mí. Además de esos cinco reales, me regalaba botines, guantes y me dejaba escaparme del trabajo para ir a entrenar o a realizar pruebas en equipos”, remarcó el Gigante.
Fue el propio Kojak quien sirvió como nexo para que Tite y Cássio se conocieran. En 1993, el tío “sinvergüenza” del actual arquero de Corinthians se ofreció como masajista (no tenía ninguna experiencia) para componer el equipo técnico del por entonces novato entrenador del Veranópolis Esporte Clube, que actualmente disputa la Serie B del Campeonato Gaúcho.
“Yo estaba en la tribuna viendo al Veranópolis cuando me enteré que necesitaban un masajista. Días después, un amigo me presentó a Tite y le dijo que yo era un gran masajista… aunque en realidad, yo no sabía casi nada”, explicó el tío, padrino y muchas veces “padre” de Cássio. “Tite me aceptó y, no solo eso, sino que nos ayudaba como familia en todo lo que podía. Aquí ganó su primer campeonato como entrenador”, agregó.
Con apenas seis años, Cássio era una de las “mascotas” de Veranópolis. Siempre que podía, ayudaba a su tío a recoger las pelotas después de cada práctica del equipo. Allí, aprovechaba para pelotear un poco con Matheus Bachi, hijo de Tite, quien además hoy es su ayudante de campo en el seleccionado brasileño. El arquero y el técnico volvieron a reencontrarse recién en 2012, en Corinthians, y poco antes de conquistar la Libertadores frente al Boca de Julio César Falcioni.
“Yo no me acordaba de que lo conocía de los tiempos en Veranópolis. Él era un niño y me encontré con un tipo de dos metros. Después le di una oportunidad y él nunca me decepcionó. Fue figura en la Copa y en el Mundial. Y a mí ese logro me sirvió para sacarme un complejo de inferioridad que tenía respecto a otros técnicos del momento”, confesó Tite en una entrevista a la revista Placar.
Sin embargo, la relación entre Tite y Cássio tuvo sus rispideces. En 2016, poco antes de que el técnico asumiera el cargo de seleccionador nacional de Brasil, el arquero fue relegado al banco de Corinthians por estar “acomodado en el puesto y por encima de su peso”. El Gigante se mostró en desacuerdo con la decisión, pero nunca atacó a su mentor. Su descargo fue canalizado en Mauri Lima, por entonces entrenador de arqueros del plantel. Tras un breve período de furia, y con la ayuda de su esposa, Cássio dejó de beber a menudo, se puso a dieta y recuperó la titularidad hasta ganarse un lugar en la Canarinha de Tite que participó del Mundial de Rusia 2018.
A lo largo de más de una década en Corinthians, el “12″ se convirtió en uno de los jugadores más ganadores con el club, junto a Marcelinho Carioca y Julio César, con nueve títulos: Libertadores y Mundial en 2012, Recopa Sudamericana 2013, Brasileirão 2015 y cuatro Campeonatos Paulistas (2013, 2017, 2018 y 2019).
Más allá de ese currículum intachable, el gran objetivo personal de Cássio fue cumplido cuando consiguió por fin, con su sueldo de futbolista profesional, comprarle una casa a su madre, Luciana, mejor conocida como Dona Ciana. “Mil veces ella dejó de lado su vida para darnos todo a nosotros (tiene dos hermanos, Taís y Eduardo). Por eso siempre que pude la ayudé y, tal vez por ser parecido a ella, me gusta ayudar a quienes necesitan una mano”, contó el arquero en una de las pocas entrevistas que concedió para hablar de su vida personal, en el programa Esporte Espetacular.
Tras su debut en Gremio, en 2005, donde casi no jugó, y un puñado de presentaciones en su paso por Holanda, entre PSV Eindhoven y Sparta Rotterdam, la gran chance para Cássio llegó en los octavos de final de la Libertadores 2012, ante Emelec, en Guayaquil, en medio de una crisis de arqueros en Corinthians. “Me acuerdo como si hubiese sido ayer. Cássio me llamó desde Ecuador y me dijo: ‘Voy a jugar’. Yo le pregunté si era solo por ese partido y él me respondió: ‘No, voy a jugar desde ahora y para siempre en Corinthians’”, recordó la Dona Ciana en el mismo programa de TV. “Yo estaba subiendo las escaleras en la casa de mi hermana y empecé a gritar: ‘¡Cássio va a ser titular y va a jugar para siempre en Corinthians!’”.
La promesa telefónica que Cássio le hizo a su madre hace más de una década, analizada ahora, parece una profecía, porque el arquero nunca más se alejó del Parque São Jorge. Su vínculo con Corinthians fue renovado meses atrás, hasta diciembre de 2024. Para ese entonces, el arquero tendrá 37 años. Y el oriundo de Veranópolis, conocida como la “capital brasileña de la longevidad”, no piensa en colgar los guantes, por lo menos, hasta los 40. “En mi mente está jugar hasta los 40 años, cuidándome mucho dentro y fuera de la cancha, luchando por títulos y en alto nivel”, reconoció. Y así será, porque el Gigante, merced a sus antecedentes, es, sin lugar a dudas, un hombre de palabra.