Boca, con conducta ganadora en la cancha para combatir la indisciplina interna
Tras las marginaciones de Benedetto y Rojo, más el pedido de detención a Villa, avanzó a los octavos de final de la Copa Argentina al vencer 1-0 a Ferro, con un gol del colombiano
El boletín de calificaciones de Boca tiene mejores notas en los resultados de cada partido que en conducta. Battaglia no hace excepciones en la disciplina interna que le compete a él, mientras el club no mueve ficha en la causa judicial de Villa.
A Battaglia le podrá faltar discurso público, pero no cede un ápice de autoridad puertas adentro. No solo está dispuesto a ser el entrenador, sino también el jefe de un grupo humano al que le impone sus reglas. Darío Benedetto y Marcos Rojo quedaron afuera por saltearse una práctica sin causa justificada. El entrenador los había preservado el domingo ante Arsenal para este compromiso por la Copa Argentina, pero los dos referentes se tomaron más licencia que la permitida. Nada de vista gorda ni de mirar para un costado. “Ya hablé del tema con ellos, están tranquilos. Saben cuáles son las reglas. Ya las conocen todos. Seguramente el domingo estarán en Santiago del Estero”, explicó escuetamente tras el partido.
Todos estos expedientes extra-futbolísticos, que suponen turbulencias internas y un gran barullo mediático, no se traducen en una crisis en la cancha. Boca gana mucho y seguido. Lejos estuvo de pasarle por encima a un rival de una categoría inferior como Ferro, pero lo fue desgastando, lo terminó quebrando y, cuando aflojó un poco en el final, apareció Agustín Rossi con un par de tapadas salvadoras. Juegue bien o regular, con más o menos fútbol, siendo superior o no al rival, a Boca le siguen saliendo las cuentas. La mentalidad ganadora lo está galvanizando contra sus propios desvíos de comportamiento y la oposición del adversario de turno. Haber levantado dos títulos (copas Argentina y de la Liga) en menos de un semestre le dio una moral muy alta, también alimentada por una hinchada agradecida y contenta. Alrededor de 28.000 simpatizantes lo acompañaron en un estadio de La Rioja tapizado por banderas.
Defensor del título, Boca está en los octavos de final, donde espera al ganador de la serie Racing-Agropecuario.
Una victoria apretada
Se le atragantó el primer tiempo a Boca. No le encontró la vuelta con la receta del toque ni por la vía directa, con Villa por la derecha intentando desbordar todo lo que le salía al cruce. Varela tiene la pegada y la visión de un veterano, pero a veces sus movimientos son muchos más cadenciosos y pesados que los de alguien que recién va por los 20 años.
Ferro cumplió en ese primer tiempo el papel del equipo suficientemente entusiasta para contrarrestar la presumible inferioridad en comparación con el rival. Aunque lleve varios años en la categoría del ascenso, en su orgullo perviven las épocas en las que se sentaba a la mesa de los grandes de primera división. Por si necesitaba un envión más, ahí estaban sus cuatro triunfos consecutivos en la Primera Nacional para desembarcar en La Rioja como un conjunto en constante superación.
Boca no sabía mover a la cerrada defensa de Ferro, iba al choque, con más intentos individuales que sincronización colectiva. Se agitaba con Villa por una banda, mientas Ramírez y Pol Fernández apoyaban desde su función de interiores. Ferro no se descompuso, aguantó y creció en confianza al advertir que Boca le generaba aproximaciones, pero no situaciones claras de gol.
Firme atrás, Ferro se alargaba con los precisos lanzamientos de Mosca para los contraataques. Boca no cubría con prontitud los espacios que dejaba en su campo. Y se exponía a algún sufrimiento en los pelotazos cruzados, como en un remate de Gordillo que dio en un poste y en una tapada de Rossi a Giaccone.
Boca se fue al descanso con el gesto torcido. No había subestimado la exigencia que representaba Ferro, pero en su cajón de herramientas no había encontrado la llave para abrirlo. Lejos de alguna búsqueda sofisticada, en el comienzo de la segunda etapa hizo una decidida apuesta por el ollazo. Habitualmente puntual cuando le queda una ocasión favorable, Vázquez falló un cabezazo de gol tras una asistencia medida de Ramírez.
El ataque de Boca empezó a tener una frecuencia cercana al asedio. Miño le sacó un disparo a quemarropa a Zeballos y uno de media distancia a Pol Fernández. Una definición de Villa se fue pegada junto a poste. Los centros se sucedían. Las piernas de Ferro ya no estaban tan frescas. Buscaba aire en cada interrupción. Vivía más de las pausas que del ajetreo.
Battaglia buscó variantes ofensivas con Orsini por un Vázquez intrascendente y con el manejo de Molinas por la verticalidad de Ramírez. Entre los lamentos, Boca debía sumar la deficiente conducción de Zeballos en un contraataque, justo cuando tenía el campo despejado que tanto escaseaba.
Lo concreto es que Ferro ya andaba con la lengua afuera. Tuvo una mala salida desde atrás, Boca recuperó, Zeballos buscó a Pol Fernández, que alargó para Villa, definidor ante un defensa abierta. Cuando Ferro juntó las pocas energías que le quedaban para intentar el empate, se encontró la firmeza de Rossi. Boca avanza: con su conducta ganadora en la cancha combate la indisciplina interna.