Sin Embiid no hay paraíso

Segundo partido consecutivo sin Embiid y segunda derrota para los Sixers, que estuvieron más cerca pero siguen muy lejos. Los Heat, intratables.

Alberto Clemente
As
Quizá, solo quizá, con el James Harden de antaño se podría haber rascado algo. Pero es una fantasía pensar que, en la actualidad, el escolta saque adelante un partido fuera de casa, ante un rival inquebrantable, serio hasta la saciedad, y sin ayuda de Joel Embiid. Que a Harden se le ha acabado la magia, edad y hábitos mediante, parece un hecho. Como lo es que, o los Sixers se inventan algo para que Embiid pueda jugar, o van a tener muy pocas posibilidades de alargar la serie. Esta vez jugaron mejor, estuvieron siempre en una desventaja que rondó los 10 puntos, amenazaron con remontar y defendieron con menos indolencia. Y, a pesar de todo eso, estuvieron lejos de un rival neta y completamente superior, que les superó por físico y pizarra y que tiene una fortaleza que escapa de las bajas (la de Kyle Lowry) y encumbra al genio que es Erik Spoelstra. Al final, 119-103, 2-0 y rumbo a Philadelphia.

Doc Rivers tiene poco que hacer ante esto. Compitió en el inicio, se mantuvo a flote al descanso (60-52), se quedó a 4 puntos nada más empezar el tercer cuarto (60-56) y todavía estaba vivo con 12 minutos por jugarse (91-80). Mucho para lo que son los Sixers, que cayeron con más dignidad que en el primer choque pero cayeron, al fin y al cabo. Los Sixers se acercaron al 92-84, pero ya solo verían de lejos a unos Heat que llegaron a ir 18 puntos arriba y manejaron ventajas superiores a la decena de puntos en los últimos 7 minutos de partido. Una victoria cómoda dentro de lo que cabe y que deja con una ventaja al equipo en la que se maneja bien Erik Spoelstra, un entrenador prolífico que tiene a todo el mundo metido en la rotación y que ha convertido a su plantilla en una que no nota las bajas, llega a todos los cambios defensivos, crea peligro con todo tipo de jugadores y funciona con una superioridad supina en ambos lados de la pista.

Y lo de Harden, claro, ya lo sabíamos. Ha perdido explosividad, poder vertical, movimientos laterales y juego de pies. Spoelstra siempre puso a alguien a ayudar a un defensor principal que fue rotando y llenaba de manos la zona cada vez que el escolta penetraba. Al final, 6 de 15 en tiros de campo y 1 de 5 en triples para 20 puntos y 9 asistencias, números muy alejados de la estrella que en su día fue y que, al menos eso parece, no va a volver a ser. Tyrese Maxey, como pasó en el inicio de la primera ronda, fue el mejor de los Sixers (34 puntos), pero no pudo arreglar el desastre del constante fallo de los triples, muchos de ellos lanzados con la agobiante defensa local encima: 8 de 30 en total, una cifra motivada por la épica pájara de un viejo conocido, Danny Green; para él, 1 de 9, 1 de 10 en tiros de campo. Un absoluto cataclismo.

En los Heat funcionó todo, o no falló nada. Como cada uno prefiera. Jimmy Butler fue el maestro de ceremonias de una performance en la que todo el mundo aportó: 22 puntos, 6 rebotes y 12 asistencias para él (su cuarto 20+5+10 con los Heat, algo que solo le deja detrás en ese dato de, ojo, Dwayne Wade y LeBron James) y mucho juego en la zona con un DeAndre Jordan que salió de titular en lugar de Embiid y que estuvo, no puede ser de otra manera en su caso, superado por la situación. Doc Rivers le sentó pronto, pero los Heat tienen argumentos dentro y fuera: 19+6 para Victor Oladipo y 18+7 para el Mejor Sexto Hombre Tyler Herro, ambos desde el banquillo. Y en el interior, 23+9 para Bam Adebayo. Hasta 8 jugadorea anotaron 6 o más puntos para un equipo que ganó la lucha por el rebote (44-34, muy fácil ahí sin Embiid), tuvo un juego más colaborativo en contraste con tanto balón de Harden y palió sus 14 pérdidas con mucho acierto: más del 50% en tiros de campo y del 48% en triples. Se rumorea que Embiid puede volver con una máscara para Philadelphia muy similar a la que ya llevó y que hemos visto en otros jugadores a lo largo de la historia como Richard Hamilton o Kobe Bryant. Ya puede llegar pronto ese momento. Porque los Sixers, una vez más, están al borde del precipicio. Como dijo alguien por ahí: todo sigue igual.


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