Secretos y verdades del furor de Gabriela Sabatini en Roma: del tenis al pádel, por qué el Foro Itálico sigue siendo de ella
Rita Grande se destacó en el circuito repleto de figuras y hoy, a la distancia, recuerda a Gaby en el mismo escenario en el que otro deporte toma un ritmo propio
“Cuando yo empecé a jugar, ella ya era una gran campeona. En esos años, Roma se convertía en una Little Argentina. Toda la gente cantaba por Gabriela, era una hermosa mujer y una gran deportista. Debe ser el magnetismo de Roma y su sonrisa… ¡La sonrisa! Era una belleza, siempre con simpatía. La gente decía ‘oooooohhh’ cuando se le levantaba mínimamente la pollera deportiva, hay que comprender que eran otros tiempos. La gente, en las calles, sigue hablando de Gabriela, la sienten como nuestra, como una de nosotros”, cuenta Rita, al rememorar el magnetismo de la mejor deportista de nuestra historia. Aquí, en Italia, en las calles del Foro Itálico, Gaby era –lo sigue siendo- mucho más que cuatro títulos con lo mejor de su estirpe.
Trata de explicar el sentimiento. “Su imagen y el talento cautivaron a los romanos. Yo creo que tiene que ver con su ascendencia italiana, el público la identificaba por ello. Además, era la época de Maradona en Napoli, por lo que había una suerte de ‘argentinidad’ de los italianos por ellos. Pero Gaby era especial. Yo creo que representaba –y nos representaba- la bella vida. Era la imagen de la alegría, jugaba como una artista y nunca tenía un reproche, una mala cara. Acá encontró su mejor perfil, tal vez porque siempre estuvo acompañada por el cariño de la gente, que la adoptó como propia desde sus inicios. Siempre la aplaudían, el ambiente era único cuando jugaba acá”, describe, en el viaje en el tiempo.
Gaby se potenció como en ningún otro escenario. Cuatro veces campeona individual (1988, 1989, 1991 y 1992), dos veces finalista. Clubes de fans. Actuó en el cuadro principal del certamen por primera vez en 1987, con 17 años; era la cuarta cabeza de serie y perdió la final frente a la alemana Steffi Graf por 7-5, 4-6 y 6-0. “En Roma me pasaba algo mágico: pisaba el lugar y me cambiaba la energía. Era muy especial. No sé por qué... El pasado familiar influía, sin dudas. Cuando yo jugaba tenía tíos y primos italianos que iban a alentarme a la cancha. Era increíble”, le contaba Gaby, tiempo atrás, a La Nación.
Describía los viejos buenos tiempos Sabatini: “En el torneo, la mayoría de las veces jugaba en la cancha central, me encantaba porque tenía la particularidad de las estatuas a los costados. Eso lo hacía único. El club se parecía a uno de los nuestros, era muy cálido. Me gustaba mucho ver los partidos desde la terraza. Además, hay mucha pasión allá. Las fans me esperaban en el hotel cuando salía y también en el club”.
Hay un túnel que nos lleva al pasado, como en las películas. El sendero acaba en la intimidad del club, allí en donde los tenistas cargan la máquina. El gimnasio, los espacios personales, los cuidados médicos. Los vestuarios. Debajo del Pietrangeli, un mundo de rostros, con trofeos levantados, con poses para la historia. Los campeones. Desde ese pasillo, se sube al magnífico escenario principal, que el pádel no utiliza: hay un mar de pequeños con sueños de grandeza. En ese túnel, ella. Cuatro imágenes toman nota de la grandeza de Gaby en la capital de Italia. Siempre, siempre, con una sonrisa.
Mientras, lo mejor del padel mundial sigue su curso. Se aproximan las semifinales del auténtico Grand Slam, que se juega en el mismo rincón romano en el que días atrás Novak Djokovic volvió a ser el mejor Nole. Se vienen las semifinales: adrenalina pura para este sábado. Se trata de un torneo anual de categoría uno, que completa la nómina de cuatro Majors del nuevo circuito Premier Padel en 2022: Italia, Francia (en Roland Garros, del 11 al 17 de julio), México (en Monterrey, en noviembre) y Qatar, que se jugó en marzo. Reparte 525.000 euros en premios, todo un acontecimiento. Invitada, Rita Grande se entusiasma con el pádel, con el presente. Y se hace un espacio para la melancolía, siempre con Sabatini del lado del corazón.
“Roma y Gaby eran un matrimonio perfecto. Los brillos, los colores, la intensidad de la ciudad y su calidad, como tenista y como persona. Era una modelo. Los padres y su hermano eran recibidos con mucho cariño, también. Es que la sentían como italiana, se la seguía por TV como si fuera ‘nuestra’. A la distancia, si frenás a un fanático del tenis y le decís ‘Gabriela’, automáticamente, vas a ver brillo en sus ojos”. Y se despide, con la historia a cuestas.