Insigne, el último napolitano

El delantero se despidió del Maradona como segundo mejor goleador histórico del equipo de su ciudad.

Mirko Calemme
As
Lo que ha hecho Insigne con el Nápoles y siendo napolitano no tiene antecedentes. El delantero, el pasado domingo, se ha despedido del Maradona entre lágrimas, tras haber vivido como azzurro 432 partidos, tres títulos (dos Copas de Italia y una Supercopa), 95 asistencias y, sobre todo, 122 goles, que le convierten en el segundo goleador partenopeo de todos los tiempos, solo a espaldas de Mertens (148). Lograr todo eso siendo napolitano vale doble, porque el refrán "nadie es profeta en su patria", bajo el Vesubio se aplica hasta con crueldad. Los mismos tifosi que llenaron el Maradona para despedirle, durante todos estos años, muchas veces le han criticado sin piedad. “Los hijos se besan solo cuando duermen”, dicen en la ciudad sureña, y con Lorenzo pasó exactamente eso hasta la despedida, cuando apareció, por fin, todo el cariño que su gente, en el fondo, siempre le tuvo.

Para Insigne nada fue fácil. Creció en una familia humilde de Frattamaggiore, alternando los entrenamientos al trabajo en el mercado con su papá. Madrugaba tanto que se quedaba dormido en los vestuarios, cuentan. El físico tampoco le ayudaba. Inter y Torino le descartaron "por ser demasiado bajo" y eso le abrió las puertas del Nápoles, su sueño. De pequeño admiraba a Del Piero y su rosca, el "tiro a giro", lo convirtió en un sello que en Italia, ahora, hasta llegó a los diccionarios. El encuentro que cambió su carrera fue el con Zdenek Zeman. Tras haber debutado en la Serie A en 2009, el Nápoles le dejó salir cedido primero al Cavese, donde no brilló, y después al Foggia. Allí se encontró con el veterano entrenador y su 4-3-3, gracias al que marcó 19 goles en la Serie C. El técnico le quiso también en aquel legendario Pescara con Verratti e Immobile. El napolitano fue imparable y cerró la siguiente temporada con 20 tantos y 14 asistencias, muchas de las cuales para su amigo Ciro.

Regresó a casa en 2012 y fue un intocable para todos los entrenadores que se alternaron en el banquillo partenopeo. A su inmensa calidad técnica, con la que destacaba desde pequeño (Paolo Cannavaro dijo, la primera vez que le vio controlar un pase largo “¿quién es este fenómeno?”) juntó una enorme capacidad de sacrificio táctico, desarrollada en los dos cursos con Rafa Benítez.

En el maravilloso Nápoles de Sarri formó con Mertens y Callejón uno de los mejores tridentes de Europa, llegando a rozar el scudetto en 2018, curso que cerraron con 91 puntos. Marcó tantos legendarios ante varios gigantes de Europa (el del Bernabéu en 2017, por ejemplo, pero también ante Barcelona, Liverpool, Dortmund, PSG…) y llegó a ser protagonista también con la Nazionale, con la que fue campeón de Europa en 2020 anotando dos goles. Uno de ellos, el “tiro a giro” ante Bélgica, fue uno de los mejores del año.

Su contrato caduca el 30 de junio 2022, y tras meses sin encontrar un acuerdo para renovar con De Laurentiis, en enero decidió firmar con el Toronto. Le ofrecieron un sueldo irrechazable, 10 millones netos, y la oportunidad de vivir una nueva experiencia sin ‘traicionar’ a su ciudad. Insigne lleva literalmente en su piel el escudo, el estadio Maradona y la cara de Diego. Hizo realidad los sueños de los 'scugnizzi', los chavales pobres que aún juegan por las calles de Nápoles, los del que Maradona quería ser el ídolo. A saber cuándo volveremos a ver un napolitano llegar tan lejos de azzurro.

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