Independiente no necesitó brillar, y con una goleada en Paraguay estiró su esperanza en la Copa Sudamericana
El Rojo derrotó por 4-0 al débil General Caballero y está segundo en su grupo
Para Independiente, esta competencia se ha convertido en un salvavidas. Superar la primera fase no alcanzaría para obviar todas las decepciones y los males acumulados durante el semestre, pero al menos disimularía algunos agujeros que, en caso contrario, alcanzarían profundidades insoportables.
Pasar de ronda aseguraría el ingreso extra de un dinero que le vendría muy bien a las famélicas arcas del club (la última mala noticia fue la sanción del TAS a favor del uruguayo Gastón Silva, a quien se le deberá pagar algo más de 1,25 millones de dólares). Pero sobre todo, podría estirar la permanencia de Eduardo Domínguez al mando del plantel, algo que el propio técnico puso en duda luego del partido frente a Lanús.
Más difícil, en todo caso, será llegar a un acuerdo entre las diferentes facciones de la barra brava. En Asunción, y aprovechando que General Caballero es un club con escasos seguidores, las dos cabeceras estuvieron ocupadas por los siniestros “hinchas caracterizados” del Rojo. De un lado y apoyados por sus colegas de Cerro Porteño, los que reciben la anuencia de la comisión directiva que encabeza Hugo Moyano; del otro, los disidentes que comanda Bebote Álvarez, respaldados por la gente de Olimpia. Es apenas un rasgo más del caos en el que vive la institución.
Sobre el césped y para alcanzar su objetivo, al Rojo solo le cabe conjugar el verbo ganar y a partir de esa certeza quiso resolver la cuestión de entrada, tirando la presión bien arriba y con el intento de abrir bien la cancha. La alineación plagada de suplentes que presentó su rival alentó el planteo inicial. Pero ni siquiera esa presunta ventaja le sirvió al conjunto de Avellaneda mejorar las pálidas prestaciones de los recientes encuentros.
Una vez más, el pecado de la falta de profundidad le restó eficacia al dominio ejercido en el medio, y las buenas intenciones de Tomás Pozzo, Domingo Blanco y Alan Soñora naufragaron por un largo rato en las cercanías del área local.
Hasta que a los 29, Blanco se decidió a buscar desde afuera. Su remate hizo temblar el travesaño, apenas desviado por el arquero Juanito Alfonso, pero además sacudió al equipo. Un zurdazo de Juan Manuel Insaurralde a la salida de un córner se fue alto a los 34, y cuatro minutos más tarde Walter Rodríguez pisó de manera absurda e imprudente a Damián Batallini cuando sus compañeros ya habían rechazado la pelota. El chileno Nicolás Gamboa dio penal y Blanco lo transformó en el 1 a 0.
La ráfaga de llegadas tuvo continuidad en el segundo tiempo. No fue necesario ni siquiera que Independiente levantase de manera ostensible su producción para fabricar ocasiones ante una defensa que dejaba espacios cada vez más amplios. Alfonso le tapó un mano a mano al pibe Julián Romero a los 10; un pase atrás de Kevin Rodríguez a su arquero pareció superar la línea de gol, pero sin VAR quedó en la nada a los 11; y una muy buena gambeta de Batallini por afuera acabó en el zurdazo cruzado con el que Pozzo puso el 2-0 a los 12.
A partir de ese instante todo dependió del nivel de acierto en la definición del Rojo, que como suele ser habitual fue muy baja. Alex Vigo, Juan Cazares, Leandro Fernández y alguno más dilapidaron sus oportunidades para mejorar una diferencia de gol que puede ser clave en la resolución ante Ceará. Un tanto de rebote de Leandro Fernández solucionó en parte la falencia, y Soñora aumentó distancias en tiempo de descuento.
Al final fue apenas 4-0, escaso si se tienen en cuenta las facilidades que dio el adversario. Suficiente para continuar con vida en una Copa que puede ser un salvavidas para Independiente. O terminar de hundirlo.