Fútbol, violencia de género, lobos y Caperucita

Ezequiel Fernández Moores

El argumento lógico de que solo la justicia dictamina culpabilidad es utilizado hoy por Boca para no tomar medidas tras la segunda denuncia por agresión sexual contra Sebastián Villa. Corinthians, rival de Boca en la Libertadores, también fue criticado en febrero pasado porque mantuvo dentro del plantel al zaguero Robson Bambú pese a una demanda por violación. La justicia desestimó el caso una semana atrás. Similar a lo que sucedió en 2020 con Neymar, cuya denunciante, la modelo Najila Trindade, terminó ella misma bajo proceso. También terminó enjuiciada, por “simulación de delito”, Luiza Kremleva, la modelo rusa que en 2017 acusó a Theo Hernández, el lateral francés que el domingo último celebró el scudetto con Milan. Ayer, la FIFA zafó al entrenador argentino Diego Guacci, denunciado por un colectivo de jugadoras de selecciones juveniles de la AFA. La palabra de un hombre contra la de cinco mujeres. El tribunal de tres hombres dictaminó que ganó el hombre.

El fútbol es un escenario contradictorio para debatir temas sensibles. Por un lado, su resonancia ayuda a la difusión pública. Por otro, el griterío reducido a que uno es de River y el otro de Boca, y el gol que redime rápido, banalizan todo. Poco recomendable para un país que en 2020 registró 5613 denuncias de violación y 20.950 delitos contra la integridad sexual y que sufre además un femicidio cada 26 horas. El ambiente históricamente machista, con cantos y burlas que naturalizan la agresión sexual y protocolos que no se aplican, se refiere al abuso sexual como “el otro tema”. No ayuda a ídolos jóvenes, adinerados y protegidos. Boca sí podría hacerlo. Podría inclusive intentar que el castigo no sea “el único modo” de afrontar el drama. “Porque un varón que comete actos de violencia”, escribió la abogada e investigadora Sabrina Cartabia Grobala en la revista digital Anfibia, “no es una isla”, sino que también “es parte de un cuerpo social dañado”. “El lobo”, dice la autora, “defiende con violencia su estatus amenazado para no enfrentarse con una realidad desafiante: él también es Caperucita”.

Benjamin Mendy, de Manchester City
Benjamin Mendy, de Manchester CityADRIAN DENNIS - AFP

Desde 2015, año de #NiUnaMenos, 28 futbolistas fueron denunciados en Argentina por abuso o violencia de género. Lo cuenta Ezequiel Scher en Cenital y se pregunta por qué el plantel de Boca, igual que el de otros clubes, “nunca pasó por un taller de igualdad de género”. Scher se pregunta también sobre los roles de Boca (¿acaso la sospecha de que la denuncia pueda ser “una operación desestabilizadora” de la oposición autoriza a “ignorar a la víctima”?) y de Juan Román Riquelme (el ídolo que “meó fuera del tarro”). Y se pregunta finalmente “qué entramado habrá en nuestra cabeza para que el primer reflejo sea decir que la víctima miente”. La periodista Marta Gill recuerda en The Guardian que se precisó el testimonio de más de cien mujeres para condenar a Harvey Weinstein. La autora está hablando de Amber Heard. Lamenta que sus contradicciones en el controvertido juicio con Johnny Depp la hayan convertido en un meme. Pero cita agresiones comprobadas del actor y recuerda que “el objetivo principal de #MeToo era ayudar a las víctimas imperfectas”. Mal vestidas, borrachas, promiscuas, supuestamente locas. “De hecho, ‘las víctimas perfectas’ nunca han necesitado el feminismo, en parte porque apenas existen”.

Otros le recuerdan a Boca que Manchester United sí suspendió a su joven promesa Mason Greenwood luego de que su novia publicó videos y fotos de golpizas. Manchester City debió suspender también a Benjamin Mendy. El lateral francés fue el defensor más caro del mundo en 2017. Pasó cuatro meses preso y está libre bajo fianza. El lunes negó ante el tribunal las agresiones sexuales denunciadas por seis mujeres (cualquier admisión provocaría la rescisión inmediata de su millonario contrato). Otros clubes ingleses eligieron blindar a sus estrellas y algunos ficharon jugadores acusados de delitos sexuales.

Cuentan que en 2003, el entonces presidente ejecutivo de la Federación Inglesa, Mark Palios, fue criticado por Manchester United porque uno de sus jugadores había sido excluído de la selección (no por denuncia de género, sino porque falló un control interno antidoping). “Ese jugador es un activo para nuestro club de 30 millones de libras”, reprochó la dirigencia de Manchester United. La respuesta podría ayudar al fútbol que justifica su inacción alegando leyes, contratos y hasta pruebas insuficientes: “señores”, replicó Palios, “estamos hablando de algo más que eso”.

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