El sueño del Villarreal duró 45 minutos; el Liverpool, finalista
Los goles de Dia y Coquelin hicieron soñar al Submarino con la remontada pero los reds reaccionaron en la segunda mitad y ya esperan rival en la final de París.
Los que llamaban visionario a Klopp estaban en lo cierto. Por pose o por no relajar a sus jugadores, dijo que iban a sufrir mucho en La Cerámica. Se quedó corto. Desde que aterrizaron vieron que algo no iba bien. Ni rastro de sol, día gris y lluvioso en la cálida España. Ya en el campo, bufandas con el lema Yellow Submarine. Y no eran las suyas. 'Mi gran noche' de Raphael sonando por megafonía en el calentamiento. Algo no iba bien. Quizá por eso hizo dos cambios respecto a la máquina engrasada que apabulló al Villarreal en Anfield. Jota y Keita por Díaz y Henderson.
El gol hizo creer aún más al Villarreal en el partido que dibujó Emery en la pizarra. Atrás, Foyth, Albiol y Pau formaban un muro ante unos desconocidos Salah, Jota y Mané. Y a la hora de crear, la pauta estaba clara: buscar la espalda de Thiago y generar dudas en Van Dijk y Robertson. Capoue vio el agujero y lo explotó. Klopp lo descifró pero no había manera de cerrarlo. Y encima, uno de sus revulsivos, Keita, iba con el Villarreal. Un pase atrás del centrocampista le llegó a Gerard que sorteó a Van Dijk con un pase a Lo Celso para dejarle uno contra uno con Allison. Era gol o penalti. El brasileño arrolló al argentino pero Makkelie encontró una coartada para no pitarlo. El portero tocó balón antes de llevarse por delante a Lo Celso.
La Cerámica estalló de indignación. Aunque le duró poco. Otra vez Capoue cayó a la banda de Robertson, se lo comió con patatas y su centro le llegó a Coquelin que le ganó la partida aérea a Alexander Arnold y la clavó en la escuadra con un excelente cabezazo. Eliminatoria igualada. El mejor equipo de Europa saltaba por los aires. La Cerámica era un clamor: ¡Sí se puede! Jason Cundy pedía las llaves de la cueva.
Klopp se desdijo en el descanso. Y sentó a Jota para sacar a Luis Díaz. Mano de santo. La salida del colombiano le cambió la cara al Liverpool. Agarró el balón, como en Anfield. Empezó a ganar duelos e impuso su ritmo infernal. El Villarreal acusó el esfuerzo físico y psicológico de la primera mitad. Los reds ya pisaban área rival. Aunque el primero que lo intentó fue Alexander-Arnold, de fuera del área. Se estrelló en el larguero.
El Liverpool había vuelto en sí pero el Villarreal resistía. Entonces Salah frotó la lámpara y dejó solo a Fabinho quien no desaprovechó el regalo y desabrochó el cuello de la camisa a Klopp. El Submarino no reaccionó y enseguida le llegó el golpe de gracia. Luis Díaz, de cabeza, aprovechó un gran servicio de Alexander-Arnold. El Villarreal despertó del sueño. Mané, en una contra, marcó el tercero y selló el pasaporte del Liverpool para otra final de Champions, esta vez en París, contra el Manchester City o el Real Madrid.