Un Madrid en modo inmortal lleva la eliminatoria viva a su estadio tras un partido tremendo y sin defensas. El City, desatado en ataque y frágil atrás.
Ni un paso atrás. Eso se dijeron Guardiola y Ancelotti desde la pizarra. El catalán echó el resto, con tres puntas, lo más parecido a un delantero centro puro (Gabriel Jesus) en la proa y De Bruyne y Bernardo Silva en segunda línea de combate. La Armada de Guardiola, se leía en una pancarta. Y eso parecía el quinteto, un ejército. Ancelotti le respondió con Rodrygo, un 4-3-3 y el mensaje de que aquello iba más de replicar que de resistir. Más una vez vistos los remiendos en los laterales del equipo inglés: Stones, un central mermado, y Zinchenko.
Pero antes de los dos minutos todo era papel mojado. La primera que tomó Mahrez en la derecha le llevó a bordear el área hasta encontrar, con su zurda de seda, la llegada de De Bruyne desde atrás. El belga cabeceó en los terrenos del nueve. Encontrar al rematador de segunda instancia es una de las especialidades del City. El gol se pareció como una gota de agua a otra al de Havertz en Stamford Bridge.
Gabriel Jesus, en su jardín
A diferencia del vendaval que desata el Liverpool, el City es gota malaya: presión alta, recuperación rápida, posesión obsesiva y espera hasta que aparezca la oportunidad. Ciencia y paciencia. Ni eso había puesto en práctica cuando se encontró con un segundo gol de regalo. Kroos le permitió un centro raso a De Bruyne al borde del área, Alaba se lo jugó todo a la alocada carta de la anticipación y Gabriel Jesus sacó provecho del error. De los de Varane vivió hace dos años.
El Madrid se encontraba mucho antes de lo esperado ante el peor escenario posible por una inesperada desatención defensiva, impropia de estas alturas de la competición: un centro del campo que no apretaba nada, dos centrales aterrorizados por Gabriel Jesus, dos laterales permisivos, un desmayo general en un equipo que presume de defender con sensatez y que no hizo su primera falta hasta el 40'.
Los equipos de Guardiola tienen una lógica. El resultado les cambia poco el plan. No está en su ánimo retroceder ante la ventaja, principio desobedecido en el Wanda. Al final todos quieren ganar. Cuánto tardan en añadir el de cualquier manera es lo que diferencia a unos de otros. Esta vez le cambió el guión el Madrid, que en su ataque de vergüenza torera por dar respuesta a aquello abrió demasiados caminos hacia Courtois. A cambio, en su presión selectiva a la salida de la pelota de Ederson, Rúben Dias y Laporte, que tampoco tienen un pie exquisito, se encontró algunas oportunidades. En ese partido descamisado salieron más gallinas de las que entraron: un cabezazo de Alaba quedó en poca cosa ante los mano a mano errados por Mahrez y Foden. Era el momento de llorar por Casemiro, el patrullero que está atento a esas cosas.
Y así, caminando sobre las brasas, marcó Benzema. El gol resumió la temporada en cinco segundos: Modric recuperó una pelota con la fiereza de un juvenil y el francés remató de primeras junto al palo un centro de Mendy. Hace tiempo que no deja pasar una. El Madrid salvaba el primer match-ball de un duelo fuera de todo control, exactamente lo que nadie esperaba. El tanto coincidió con la retirada de Stones, que entró tocado y salió en recaída. El marrón de Vinicius le cayó a un legionario: Fernandinho. En el Madrid se repetía la historia: Alaba, mermadísimo, no volvió en el segundo tiempo, que empezó como el primero. Un error de cálculo de Militao dejó campo libre a Mahrez, que estrelló su remate en el palo. Carvajal salvó el segundo intento de Foden, que no perdonaría poco después en un centro dulce de Fernandinho. Su remate a placer explicó bien cómo defendía (?) el Madrid fuera y dentro de su área.
Un final de comedia
Le salvaba que el City andaba en las mismas. Al festejo sky blue siguió una maniobra fantástica de Vinicius, que con un amago de espaldas se deshizo de Fernandinho en el centro del campo. Nadie pudo cogerle después. Aquella centella no paró hasta dejar la pelota en la red de Ederson. No hay jugador más intrépido en la eliminatoria.
El partido estaba fuera de sus cabales, como si no existiera la vuelta. Una final en media semifinal, con el Madrid, ahora sí, en el ojo por ojo y diente por diente siempre por el mismo conducto: Modric-Vinicius-Benzema. Y en esas llegó el 4-2, en una jugada cómica. Kroos derribó a Zinchenko, el Madrid se paralizó porque Kovacs se llevó el silbato a la boca para señalar la falta pero no lo hizo y Bernardo Silva fusiló a Courtois. Y comedia por comedia, Laporte regaló de inmediato un penalti en una mano de alevín y Benzema lo transformó a lo Panenka. El truco final. Ahora le toca al Bernabéu, que percibe al City como un Barça en el exilio. Un argumento más para agitar el avispero.