Nadie remonta como el Madrid

El equipo de Ancelotti sobrevive, en un final heroico, al partidazo del Chelsea y se clasifica en la prórroga gracias a otro gol de Benzema.

Luis Nieto
As
Diez semifinales en doce años. Con y sin Cristiano, con y sin Zidane, con y sin Ancelotti, con y sin pandemia, con y sin público. Esa devoción/obligación por la Champions se transmite en el Madrid de generación en generación y es independiente de quién lo presida, lo entrene o lo represente en el campo. Es algo consuetudinario, no escrito pero aceptado. Y a veces tiene poco que ver con la lógica. El Madrid se vio atropellado durante muchas fases del choque, pero no hay ningún equipo en el mundo con su espíritu de supervivencia. El Chelsea, jugando a lo campeón, le metió con su 0-3 en modo remontada y ahí resulta indestructible.

De entrada sucedió lo esperado: el mismo Madrid y otro Chelsea. Ancelotti repitió con Valverde, que no da menos que Rodrygo o Asensio con la pelota y mucho más sin ella. Y Tuchel se echó al monte: 4-3-3, dos laterales de largo recorrido, Loftus-Cheek en el centro y Werner, un goleador al fin y al cabo. Cambiarlo todo para que todo cambiara fue el plan para enfrentarse a un Madrid felino, agazapado a la espera de la emboscada. El duelo pendía de la capacidad del equipo blanco para superar esa primera presión de un Chelsea que salió hecho una fiera para robar pronto y cerca de Courtois. Lo consiguió de salida y ahí se volvió diabólico.

En aquella atmósfera cargadísima tácticamente sucedió poco al principio. Un caño de Vinicius que le costó la tarjeta a James (no hay sistema científicamente probado que no se venga abajo por un regateador), una pérdida inoportuna de Valverde, un cabezazo alto de Rüdiger... Hasta que aparecieron los fantasmas: una buena combinación Werner-Mount dejó a este dentro del área frente a Courtois y ahí no perdonó. Todas las últimas calamidades del Madrid en eliminatorias que llevó al Bernabéu con ventaja comenzaron de la misma manera: un gol tempranero del rival y un ataque de nervios en el campo y en la grada.

A contracorriente

El tanto dejó otra vez la eliminatoria en el alambre. El Chelsea acentuó su condición de equipo territorial, empleando la paciencia hasta que apareciese su oportunidad, y el Madrid lo fio casi todo al remolino que levanta Vinicius, al que los ingleses le ofrecían ese espacio que le vuelve imparable. El equipo inglés tiene el peligro muy repartido. Lo crean sus laterales, Loftus-Cheek llegando desde atrás, Havertz y Mount sorprendiendo en segunda línea y Werner en el papel de cazagoles. Y al Madrid le costó mucho más que en Londres escapar de esa red tan bien tejida.

Su única respuesta al gol fueron dos remates lejanos de Benzema, desviado por Thiago Silva, y Casemiro, a la grada. Las largas posesiones del Chelsea desenganchaban al equipo de Benzema y Vinicius y de su público, al que el alboroto de la remontada pone más en situación que la resistencia paciente ante un equipo cuyo dominio no era en absoluto fingido. Y es que aunque el fútbol no salió de los gimnasios, la exuberancia física de los ingleses se imponia con claridad sobre los centrocampistas blancos y le daba ventaja en casi todas las segundas jugadas. No había amenazas reales sobre Courtois pero sí la sensación de que el Madrid iba a menos y el Chelsea a más. El choque se fue al descanso en los términos de la eliminatoria del curso pasado y muy lejos de la exhibición blanca en Stamford Bridge. Eso es la Champions, una selva de clima cambiante.

La leyenda del inmortal

El Madrid siguió al pie de la letra el manual del desastre. Al gol al comienzo de la primera mitad llegó un segundo al inicio de la segunda. Fue a la salida de un córner que se inventó el polaco Marciniak y que cabeceó Rüdiger en la estratosfera. El Chelsea había golpeado con precisión de cirujano: dos ocasiones y dos tantos.

Rodrygo igualó la eliminatoria con este tanto.

Solo a partir de ahí, tarde, el Madrid quiso ser el Madrid. Del campo a la grada. Cuando aquello parecía calentarse, Marcos Alonso, con la derecha, hacía el tercero previo error de Mendy. El rebote que le dejó en situación inmejorable le llegó tras golpear en su mano y el VAR acudió en auxilio del Madrid. El Bernabéu ya estaba en su salsa. A Benzema se le fue un cabezazo al larguero. Aquella efervescencia duró un suspiro.

El Chelsea se rehízo pronto, volvió a defenderse con la pelota, una de sus especialidades, y pareció rematar la faena con un gol espectacular: Werner, un maldito, despejó el área con dos amagos y hundió el estoque en el corazón del Madrid. Courtois salvó el cuarto en otro cabezazo estupendo, este de Havertz. Y con el equipo moribundo, Modric metió uno de esos pases de exterior de alta precisión y Rodrygo, recién llegado, lo empalmó a la red. Increíblemente, el Madrid, reactivado por Camavinga, se había metido en una atmósfera de remontada, aunque a Pulisic se le fueron dos clarísimas después.

Benzema clasificó al Madrid con este cabezazo.

El equipo de Ancelotti se marchó a la prórroga en precario, con Carvajal de central por la lesión de Nacho. Eso es lo suyo. Al borde de esa agonía que tan bien domina, a Vinicius le salió la primera. Se alargó por la izquierda y su centro templado lo remató Benzema de testarazo sencillo. Esa cabeza ha llevado al Madrid a semifinales y a la tumba al Chelsea. Todo lo que vino después fue heroico, de Modric a un Benzema cojo. Y contra esa épica incesantemente repetida no se puede luchar ni desde la excelencia.

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