Extremis, crítica. El cómic que redefinió a Iron Man
Parte de la magia de los cómics es que los superhéroes siempre están ahí de una manera casi inmortal e inamovible. Por muchos años que pasen se mantienen en una edad indefinida, salvo raras excepciones, mientras que el mundo evoluciona a su alrededor. En esto hay una complicidad entre el creador y el lector que da por bueno este código que tiene como válvula de escape un reseteo del personaje cada cierto tiempo. Normalmente estos lifting se repreducen cada diez o quince años y suelen ser acontecimientos de tal magnitud que normalmente afectan a varias colecciones, aunque como norma nunca se pierden los valores primigenios que configuran el ADN del personaje. Esa la bisagra que permite conectar pasado y presente.
Justo eso es Extremis, un reinicio de un personaje al que Warren Ellis y, posteriormente, las películas de Los Vengadores y del propio Iron Man devolvieron al primer plano de Marvel. Al igual que para muchos superhéroes de la casa de las ideas los años 90 no fueron una buena etapa, así que con el comienzo de siglo tocó colocarlos en un nuevo paradigma. The Ulimates de Millar y Los Nuevos Vengadores de Bendis sacudieron los cimientos del universo Marvel, de repente unos héroes planos y casi infantiles se convirtieron en seres oscuros, llenos de dudas y con comportamientos morales más que cuestionables. Los guiones ganaron en complejidad y se apostó por llegar a un público más adulto.
Ellis, otro genio que llega de Inglaterra
En estas coordenadas se mueve Extremis, un sensacional cómic que sienta las bases del Iron Man que ahora conocemos. Warren Ellis, que es otro integrante de la generación prodigio británica que desembarcó en USA (Alan Moore, Gaiman, Grant Morrison, Delano, Garth Ennis...), volvía a Marvel como una estrella consagrada. Desde sus inicios siempre había mostrado un interés por la tecnología y sus implicaciones morales y filosóficas. El inglés inicia, como casi todos sus compañeros, su andadura en revistas inglesas, donde toca personajes clásicos como Judge Dreed y Doctor Who. Su primer gran éxito le llega en 1997 con Transmetropolitan dentro del sello Helix (más tarde pasaría a Vértigo), la serie se basa en un periodista drogadicto en un mundo futurista e hiperviolento; en el 98 firma Planetary para Wildstorm, que es un homenaje a los cómics clásicos, y un año después crea The Authority, una de las mejores series de superhéroes de todos los tiempos. Aquí ya los buenos no lo son tanto y los fines justifican los medios.
Desembarco en Marvel
En 2004 regresa a Marvel para quien ya había trabajado en los noventa en series como Thor y Excalibur, y en este punto llega Extremis, que viene a ser el Año Uno de Iron Man. Ellis desmonta pieza por pieza tanto a Iron Man como a Tony Startk y los construye de nuevo. Por un lado transforma a Tony Stark de un superhéroe al uso a un piloto de una máquina que se adelanta al futuro, por otro ahonda en su drama personal: sus adicciones, su pasado como traficante de armas, su constante lucha entre lo crrecto y lo necesario... Todo ello lo hace con un exquisito respeto por el pasado, reescribe su origen y lo traslada de la Guerra de Vietnam a la de Irak, pero mantiene la estética de la armadura del relato original, todo un guiño a Don Heck y Jack Kirby.
Un magnífico guión
La historia es tan buena que funcionaría igual de bien incluso sin la presencia de Iron Man, en ella se mezclan terrorismo doméstico (supremacistas blancos), negocios oscuros de corporaciones tecnológicas y los peligros de la ingeniería genética en humanos. Dos ejes mueven la trama, la utilización por parte de un terrorista de un virus para potenciar sus capacidades mucho más allá de los límites humanos y la relación entre Tony Stark y su amiga Maya Hansen, dos científicos de primer nivel en sus respectivos campos. Pero como en toda buena historia de espionaje nada es lo que parece y nunca te fíes de nadie.
Adi Granov, un virtiuso del dibujo
Si el guión es una de las grandes obras maestras de Marvel, el dibujo de Adi Granov (1977) no le va a la zaga. El artista bosnio, que tuvo que emigrar en 1994 a Estados Unidos por la guerra de Yugoslavia, entró en el mundo del cómic cuando enseñó su carpeta de ilustraciones en la Comic-con de San Diego y Marvel le llamó para que hiciera la portada de un libro de carteles de Iron Man (2004). Su trabajo gustó tanto que al año siguiente le ofrecerían hacer la serie de Extremis con Ellis, de ahí pasó a convertirse en ilustrador de grandes personajes de Marvel y artista conceptual de las películas de Iron Man (2008), Vengadores (2012) y The Amazing Spider-Man 2 (2014). Su estilo es hiperrealista y cuenta con influencias de autores como Moebius, Toppi y Otomo, así como de especialistas en la técnica del aerógrafo como el legendario cartelista de cine Drew Struzan o el ilustrador japonés Sorayama. Cada una de sus viñetas es una obra maestra, con un absoluto dominio del encuadre y de la luz. Quesada lo ha definido como uno de los grandes nuevos talentos de Marvel. A él se debe el look de Iron Man que todo el mundo reconoce y que se popularizó en las películas del UCM.