Estudiantes no detiene su marcha triunfal: venció a Tigre y está a un paso de los cuartos de final de la Copa de la Liga
El Pincha no lo mereció, pero en el segundo tiempo mostró su clásica eficacia y eso le bastó para ganar por 2-1; los goles llegaron desde el banco: Zapiola y Boselli
En ese cruce atractivo, de actualidades distinguidas, el que celebró fue el Pincha, con un 2-1 ajustado. Le costó muchísimo. Incluso no lo mereció. Pero el León es un depredador natural. Un animal potente que no precisa elegancia para cazar a sus presas. Cuando puede, luce. Cuando no puede, lo soluciona con goles. En plural. El 2-1 con tantos de los ingresados Franco Zapiola y Mauro Boselli (descontó Nicolás Demartini en el descuento) dejó al club platense con un pie y medio en los cuartos de final de la Copa de la Liga. Le lleva nueve puntos al quinto y restan tres jornadas.
Estudiantes llegó al encuentro como una topadora. La estadística de tantos convertidos ante conjuntos argentinos lo posicionaba como una amenaza para cualquier defensa: uno a Gimnasia, dos a Puerto Nuevo (con suplentes), tres a Godoy Cruz, cuatro a Vélez, cinco a Central Córdoba y seis a Barracas Central. Una escalera gigantesca de goles. ¡Once gritos en las últimas dos fechas!
Tigre, con otro estilo, también desembarcó dulce. Confiado. El elenco de Diego Martínez, sin tanta contundencia, escaló ubicaciones gracias a un juego que combinó estética y eficacia. Con buen trato de pelota en las diferentes líneas, impuso condiciones en la mayoría de sus compromisos. Y las cuatro jornadas anteriores indicaban que pisaba el estadio Uno con números que lo invitaban a ilusionarse: 4-0 a Platense, 2-0 a Rosario Central, 1-1 con Independiente y 2-1 a Huracán. ¡Diez puntos de doce!
Lo mejor del partido
El Pincha entró en la cancha con la idea de continuar su marcha voraz. Decidido, tardó segundos en ahogar a su rival. Lo desbordó. Al minuto quebró la defensa con la velocidad de Manuel Castro, pero el mediocampista –mano a mano, aunque un poco abierto– la terminó mal y le cedió el balón a un rival. Lo de Estudiantes en el primer cuarto de hora resultó arrollador. Lo que sucedió, a diferencia de los partidos anteriores, fue que le costó transformar dominio en situaciones de riesgo. Si bien en ese lapso superó a Tigre con claridad, no pudo elaborar ocasiones nítidas.
La visita, en cambio, lastimó en cuanto logró salir del asedio. Cuando sorteó la presión alta local, Tigre fabricó la primera chance clara del encuentro: precisa secuencia de pases, toque atrás para Pablo Magnín y al delantero lo trabaron justo. Tras esa jugada, el desarrollo –durante un buen rato– fue parejo. A pesar de que el Pincha conservó la intensidad, perdió verticalidad. De repente, el equipo de Victoria lo neutralizó. Lo frenó.
Hasta que en el cierre del capítulo inicial Estudiantes volvió a lastimar. Primero, con un cabezazo de Fabián Noguera que pasó al lado de uno de los palos y después con una buena asistencia de Bruno Valdez que Leandro Díaz no llegó a empujar.
El epílogo del primer tiempo nada tuvo que ver con el inicio del segundo. Tigre evolucionó hasta convertirse en esa estructura prolija y confiable que suele ser, a partir de una gran tarea de Prediger. El Pincha se fragmentó hasta disolverse. En los primeros veinte minutos el elenco visitante generó cuatro posibilidades concretas. De esas que no se gestan con tanta facilidad. Las dilapidó todas. Una atrás de la otra. Dos de ellas, increíbles por las malas resoluciones: Facundo Colidio y Magnín –solos, con tiempo y de frente– le erraron al arco.
Todo, literalmente todo, era de Tigre. Pero Estudiantes tiene gol. Y cuando lo perdonan no devuelve gentilezas. Ni se le cruza por la cabeza. Si se lo deja con vida, tritura al adversario. Tras una pelota detenida, Zapiola remató y vulneró la resistencia del arquero Gonzalo Marinelli gracias a un ligero desvío y estampó el 1-0. Ahí, de nuevo, cambió el desarrollo. Otra vez el conjunto de Ricardo Zielinski se volvió arrollador. Otra vez la visita se vio desbordada.
Pudo ampliar el ingresado Boselli y su definición dio en un palo. Pudo aumentar el Loco Díaz y falló cuando estaba solo con la valla a su disposición. Sin embargo, a Boselli le dejaron otra y el goleador la canjeó por el 2-0, luego de una buena jugada del propio Díaz.
Tigre, aturdido, no se resignó. Golpeado y visiblemente herido, casi con vergüenza deportiva por las ocasiones desperdiciadas, alcanzó el descuento. Después de una pelota parada, Demartini quedó frente a Andújar y, atajada mediante, marcó el 2-1 de rebote. Pero no hubo tiempo para más. El Pincha cuidó la última bola y se quedó con un triunfo fundamental: virtualmente está clasificado a los cuartos de final con una enorme ventaja. Hasta las matemáticas indican que las probabilidades de que el club platense no dispute las finales son casi inexistentes. Ya compró el boleto y solo le falta subirse al tren de la definición. En un partido atractivo y cambiante. Tigre exhibió virtudes y piedad. Estudiantes, pese a sus desacoples, solucionó todo con su gran fortaleza: la contundencia.