Boca: tres razones para confiar en el imprescindible triunfo sobre Always Ready por la Copa Libertadores
El equipo que dirige Battaglia consiguió un alivio en el 2-0 sobre el débil conjunto boliviano, que jugó 45 minutos con un hombre menos
Explosivo Zeballos, recuperado Salvio. Con el gol en la boca de Benedetto, Boca se impuso por 2 a 0 sobre Always Ready, de Bolivia, en un encuentro del Grupo E de la primera etapa de la Copa Libertadores.
A Boca se le solucionó el embrollo entre los 25 y los 44 minutos del primer capítulo. El gol de Benedetto (un zurdazo suave, frente al arco) y la expulsión de Ramallo (una agresión a Fabra) transformaron la ecuación. Boca era un equipo tibio, sin potencia, sin frescura, solo sostenido por el vértigo de Zeballos, un juvenil que amenaza con quedarse con el puesto copero de Villa, suspendido en la Libertadores.
Todo un síntoma: lo mejor de Boca (lo único, en realidad) en el 0-0 contra Vélez, por el torneo doméstico, resultaron las corridas de Villa por el sector izquierdo. El colombiano, rápido, incisivo, más allá de que no siempre su ímpetu acabó con un final promisorio. Hábil, veloz, intermitente, Boca lo extraña en el campo internacional, aunque encontró un reemplazante con coraje. Zeballos, de 19 años, lleno de energía, es la auténtica carta de esperanza para el equipo de la Ribera.
Sin el mapa en la cabeza de Pol Fernández, con pases al vacío sin magia de Romero, Boca se convirtió en una formación dependiente de un pibe con aires de grandeza. Zeballos corre, mete, va. El equipo lo miraba de costado, cuando su adversario dominaba los conceptos globales del espectáculo, aunque sin hacerle cosquillas al gigante.
Era un amago Boca. Una hipótesis, que apareció mucho después, cuando el desarrollo se desató.
El resumen del triunfo
Errores conceptuales de Advíncula y de Avila, le abrieron una pequeña puerta al equipo boliviano, pero nada del otro mundo. Era un 0-0 entre el grande adormecido y el pequeño movedizo. Always Ready, de todos modos, es un discreto equipo, con y sin metros sobre el nivel del mar. Protagonizó una de las sorpresas de la fecha inaugural, ya que derrotó a Corinthians por 2-0. La figura es el delantero argentino Marcos Riquelme, que abrió el marcador y luego aportó una asistencia en esa histórica victoria.
El bonaerense de Pilar, de 32 años, jugó en Fénix y Olimpo en nuestro país pero su carrera la desarrolló en América del Sur, donde ya superó el centenar de goles. Toda una curiosidad: Riquelme, que marcó un triplete por el torneo local, admitió ser hincha de Boca y fanático del ídolo y vicepresidente, que tiene su mismo apellido.
Otras caras conocidas del conjunto de la banda roja son el defensor camerunés Marc Enoumba, que se nacionalizó boliviano y juega en el seleccionado, Juan Carlos Arce y Alejandro Chumacero, dos históricos. Todos ellos, con el colmillo afilado, actuaron sin contratiempos en la Bombonera.
Hasta que el eléctrico Zeballos jugó un nuevo solitario, que derivó en el tanto de Benedetto, feliz con el grito, incómodo con su juego en la primera mitad. El tanto levantó al estadio y al equipo, lo despertó del letargo, una sentencia confirmada con la expulsión de Ramallo, pura torpeza al pegarle a Fabra, tendido sobre el césped. Ávila reaccionó con un violento empujón, pero se salvó de la tarjeta roja: solo fue amonestado.
El tumulto y la roja a Ramallo
Un tumulto, amenazas de agresión y empujones en el aire: la tensión recordó viejas disputas coperas. En el desorden, vio una tarjeta Benedetto. Battaglia pedía calma, serenidad: Boca debe dedicarse a jugar, las historias de guapos son de otro tiempo. Con un futbolista más y un gol, el conjunto de la Ribera sintió el alivio, la necesidad de soltarse, de empezar a volar.
La lesión muscular de Agustín Rossi abrió otro interrogante: fue reemplazado por Leandro Brey, de apenas 19 años. De pasado en Los Andes, de pronto, saltó a la cancha en un torneo internacional. No tuvo trabajo. Las lesiones persiguen a Boca, de Izquierdoz a Figal; Ramírez no hizo pie con la soltura habitual. Otro foco de atención, ya que el mal de ausencias se acrecienta en la Libertadores, desde el bochorno en Belo Horizonte.
El mejor estímulo de la parte final fue Toto Salvio, con la actitud de otros tiempos. De 8, de 7, con ímpetu y peligro, dispuso de un cabezazo y de un remate cruzado, que advirtieron que está de regreso. Un acierto de Battaglia, que suele sufrir los embates de la crítica con mayor rigurosidad que el aplauso en las buenas decisiones. Toto buscó, se mostró, sobre todo cuando Zeballos se fue apagando.
Estaba todo preparado, la mesa servida para una victoria holgada, esa clase de desafíos imprescindibles para sentirse seguro. El equipo boliviano se apagó, con un intérprete menos y sin la dosis de solidaridad táctica exhibida minutos antes. Boca nunca le mostró el escudo ni hizo un culto de su historia, pero al menos fue el dueño excluyente del espectáculo y cerca estuvo del tercero, antes que el segundo. Le faltó malicia en el área rival. Atropellar a su adversario, maniatarlo.
Debió golear. Fue un 2 a 0 de escritorio, de manual, con un gran salto de Benedetto.
La explosión de Zeballos, la clase recuperada de Salvio. Los goles del artillero, más suelto, libre, en la parte final. Y no mucho más. El triunfo, en realidad: eso fue lo mejor de todo. Los tres puntos, por sobre todas las cosas, para empezar a construir un futuro mejor.