Boca se malacostumbró a manejarse en la turbulencia y a sufrir con Corinthians en la Copa Libertadores
Como hace una década, otra vez el Timao se impuso 2-0 y desata dudas: de la final de 2012 que pausó el ciclo Riquelme, a una caída por la tercera fecha; ahora, los xeneizes no tienen espacio para fallar
Agresivo para recuperar la pelota y punzante para lastimar por la derecha con el triángulo que conformaron Fagner, Renato Augusto y Adson, la presencia de Willian, una estrella de recorrido por la Premier League -Chelsea y Arsenal-, por el sector opuesto, era una llave a la que Corinthians recurrió con intermitencia. Boca no hizo pie en un campo rápido y resbaladizo, ni ante un rival que ocupaba mejor los espacios. Con Ramírez y Romero retrasados, Vázquez quedó aislado y sin apoyo cuando pretendió rebotar los largos pelotazos. Salvio dibujó una acción personal y Vázquez - Benedetto ingresó en el segundo tiempo, fue amonestado y se perderá el cotejo con Always Ready, en Bolivia- no logró empujar la asistencia de Medina.
La idea de construir juego desde el fondo es un riesgo para un equipo que no tiene aceitada la idea y que hace que el error esté siempre latente. La presión sobre el segundo pase, una invitación para Corinthians, al que la vehemencia de algunos jugadores provocó las sucesivas amonestaciones para Fagner, Renato Augusto y Du Queiroz. El clima se fue enrareciendo, los roces se hicieron cada vez más recurrentes y el Timao, que era dominador, empezó a perder protagonismo por enzarzarse en la batalla: el sistemático foul para destruir en el inicio resultó una marca registrada.
Cada juego es un examen para Boca, que se enredó en el inicio de la Copa Libertadores en Colombia, con Deportivo Cali, y sacó a flote el encuentro con Always Ready (Bolivia) en la Bombonera. Las turbulencias se ajustan más a los rendimientos futbolísticos que a la cosecha de puntos, porque sin brillantez se sostiene entre los cuatro mejores de la Copa de la Liga y la intermitencia -junto a la irregularidad del resto de los equipos que componen el grupo- le permitió viajar a Brasil en una posición expectante. También Corinthians sufre: la derrota en el clásico con Palmeiras desató la furia de los torcedores, que amenazaron al plantel a través, razón por la que el club paulista decidió un apagón durante tres días de sus redes sociales.
El rival no es uno más en la historia de los xeneizes. Porque a pesar de que en 1991 se midieron por primera vez en los torneos internacionales de la Conmebol y que la estadística de los cruces favorece a Boca, el Timao le produjo una herida que el paso del tiempo hace más profunda, dolorosa. Una década atrás, Corinthians frustró el sueño de la “séptima”, un número que se hace esquivo desde 2007, cuando bajo el mando de Miguel Ángel Russo vapuleó a Gremio. En las dos oportunidades definió en territorio brasilero y en ambas ocasiones el eje resultó Juan Román Riquelme. En la conquista fue la estrella de la serie final: de tiro libre, enseñando su magnífica pegada desde fuera del área y de arremetida para empujar un balón que quedó suelto en el área chica, tras un rebote que concedió el arquero Sebastián Saja, el N°10 firmó tres de los cinco festejos de la serie.
Cinco años más tarde, Corinthians -liderado por Tite, actual seleccionador de Brasil-, arruinó la ilusión y la derrota le puso pausa a la relación entre Riquelme y Boca. La previa de la segunda final estuvo marcada por un clima interno espeso entre el ídolo y el entrenador Julio Falcioni y la comunicación al plantel de que sería su despedida caló profundo en el equipo, que se enseñó en la cancha desangelado, conmovido por aquellas palabras del emblema y líder. Emerson, con dos estocadas, hizo que el dolor resultara más agudo. Hoy, Riquelme es vicepresidente y el hombre que comanda el Consejo de Fútbol, que conforman Jorge Bermúdez, Marcelo Delgado y Raúl Cascini, mientras que Corinthians tiene como director deportivo a Alessandro, que disputó las finales. Y en el campo de juego el Timao conserva a tres glorias de aquella estrella: el arquero Cassio, el volante Paulinho y el defensor Fabio Santos.
Diez años después de aquella final con tinte de novela, Boca volvió a caer con Corinthians, que a través de una arremetida de Maycon sentenció el resultado. El tropiezo no configurará el mismo daño, pero los densos nubarrones volverán a instalarse sobre un equipo que peligrosamente se acostumbró a convivir entre tormentas.