"Boca ganó una final del mundo",
Después de la tormenta de las últimas semanas, Battaglia y el equipo ganaron algo de aire. Una vida más. García lo rescató de un PT pésimo y Toto Salvio le dio el triunfo: su recuperación es una de las mejores noticias.
Battaglia había confesado el jueves, en su día más crítico como técnico de Boca, cuando las apuestas estaban 10 a 1 en su contra, que tenía "fuerza para seguir". Después de lo que se vio en el primer tiempo, en todo caso necesitaba ser Hércules y que otros héroes mitológicos le dieran una mano. En esos primeros 45 minutos -podría extenderse hasta los 15 del segundo-, su equipo fue una catástrofe ambulante. Le estaba quitando al técnico el soplo de vida que le quedaba.
Entre las preguntas sin respuestas que nos acosan, que les dan laburo a los filósofos, se encuentran: a) el origen del universo; b) la existencia de Dios; y c) por qué Boca no puede sostener un resultado positivo. Se supone que hacer un gol calma los nervios, aplaca la ansiedad, da ciertas seguridades para afrontar el resto. ¿Por qué esto no funciona para Boca? ¿Es un problema anímico? No parece. Tiene más que ver con las deficiencias netamente futbolísticas. Un equipo mal parado, mal trabajado, mal armado...
En general, a Boca le sale más fácil el gol que el juego. No se pone en ventaja por un dominio abrumador sobre el rival, por una clara superioridad en el juego, sino por alguna jugada aislada que tanto puede darse a los 2' de primer tiempo -este caso- como a los 44' del segundo. Puntualmente contra Central Córdoba, llegó dos veces en los primeros dos minutos con la misma fórmula (desborde por izquierda para la aparición de Salvio por derecha) y se acabó. Hasta el empate de los santiagueños, García había tapado cinco situaciones clarísimas, incluido un penal que inventó Delfino y el árbitro no se animó a contradecir. (El mismo Delfino que no consideró roja la patada criminal de Funes Mori a Pablo Pérez en un superclásico).
Pero no tuvo que ver el perjuicio de los jueces en el empate. Fue Boca y su impericia, Boca y sus flojos rendimientos individuales -grosera pifia de Sández, falta de timing de Rojo, siesta de Aranda, lagunas como océanos de Romero, imprecisión en Pol Fernández, ineficacia de Benedetto-, Boca y su falta de agresividad para recuperar, Boca y su incapacidad para tener la pelota, Boca y su falta de variantes cuando le tapan la salida, Boca y su toda su vulnerabilidad de equipo largo, lleno de huecos.
El segundo gol, en cambio, llegó como consecuencia de cierta mejoría, de un equipo más compacto que, con los futbolistas más juntos, empezó a ganar rebotes, segundas jugadas, produjo las necesarias sociedades. Que haya sido Salvio el autor del gol es doblemente positivo. Boca no sólo se rescató en Santiago, también rescató de un pozo oscuro a un jugador que, con confianza, es de lo mejor del fútbol argentino.
En estas circunstancias llegará Boca al partido del martes con Corinthians. El que más le importa. Con un shock de confianza. Como si de repente en esos últimos 30 minutos los jugadores hubieran recordado la arenga de Riquelme, el llamado a mostrar la templanza y la categoría. Central Córdoba no es el Arsenal, pero Boca en las últimas semanas no le ganaba ni a Arsenal de Sarandí. Este triunfo no suma estrella, no da ningún título, pero a no dudarlo. Para el equipo, y sobre todo para el técnico, fue una final del mundo. Salir un rato de terapia intensiva. Una vida más.