Benedetto explica a Boca
Con dos goles del Pipa, el segundo con una tijera extraordinaria, el equipo de Battaglia le ganó a Barracas, se clasificó, rompió la racha en la Bombonera e irá a La Paz a cumplir el pedido de la gente: "En Bolivia tenemos que ganar".
La maravilla de Benedetto en el 2-0, esa tijera que cortó cualquier esperanza que albergara un Barracas inferior, es un gol que bien podría ser de fútbol total. Frutilla del postre de alguna jugada exquisita. Sin embargo, llega luego de un despeje defectuoso y toda la la categoría, la repentización, la jerarquía, la técnica de un goleador formidable. No tenerlo en Bolivia va a ser una pérdida irreparable, sobre todo por esa capacidad de inventar goles de la nada, por su característica de pateador certero y letal. Pipa dijo después del partido que "necesitaba un gol así para la confianza". Es de esos tipos que pueden hacer goles como el primero, pero que sin dudas -si pudieran elegir-, meterían todos como el segundo. Diego Latorre era así, decía en su época de jugador que prefería un gol espectacular y no dos comunes. Este doblete debería servirle a Benedetto para reflexionar sobre la importancia de su rol. Es el goleador, el jugador franquicia, alguien que no puede hacerse suspender por una guapeada mal entendida. Nadie le pide que sea líder, pero si de alguna forma va a llegar a serlo, lo hará cabeceando pelotas, no rivales. Boca lo necesita siempre en la cancha.
El equipo de Battaglia ganó, el último día de abril, cuarto mes del año, su primer partido por el torneo local en la Bombonera. Fue su presentación más tranquila y celebró un triunfo que nunca estuvo en peligro -más allá del gol bien anulado por el Var a Barracas. Mantuvo el arco en cero -esta vez no por Javi García, que pifió un par de centros-, se benefició del regreso de Izquierdoz para darle cierto tono más serio y firme a la última línea y logró la clasificación a cuartos de final. Es su segundo triunfo consecutivo y no tuvo que sufrir ese flagelo de hacer un gol temprano y que se lo levanten. Y esta vez no fue Villadependiente. Son unos cuantos puntos como para estar conforme.
En el juego, todavía falta mucho. El ingreso de Varela como 5 no pareció mejorarlo sustancialmente salvo por el hecho de que liberó a Pol Fernández, que se mostró importante para pisar el área -tiró el centro del primer gol- y para distribuir juego más adelante. El problema es que siguen faltando otros intérpretes adecuados. Ni Ramírez ni Romero terminan de justificar su presencia en el equipo. El paraguayo participó del 1-0, pero no conecta. Tuvo una chance inmejorable para meterla y la tiró por arriba. Hubo un momento en el que Boca manejó el partido como si fuera un equipo trabajado, sólido, que sabe qué hacer. Fueron casi cinco minutos en los que había dos cambios preparados y tuvieron que esperar porque la pelota no salía. Coincidió con la entrada de Molinas, que provoca ese contagio, que invita a acercarse para tocar corto, a unirse naturalmente, a jugar un loco en medio del partido. El pibe también puso un hermoso pase de gol, pero Orsini la adelantó demasiado y lo atoraron.
Hubo sonrisas y abrazos en el final. Muchos para Pipa y Cali, que estaba contento de haber vuelto luego de la lesión. Tambièn hubo aplausos de la Bombonera, que esta vez no se mostró agresiva pero sí exigente: "En Bolivia, cueste lo que cueste, en Bolivia tenemos que ganar". Y allá irá Boca, a la altura sin Pipa ni Cali, sin Villa ni Rojo. A tratar de cumplir con ese mandato que lo convirtió desde el inicio de los tiempos en Deportivo Ganar Siempre. Y que para los hinchas nunca admite excusas.