Un par de atajadas, poco fútbol y ningún gol en un clásico igualado entre San Lorenzo y Huracán
Sebastián Torrico y Marcos Díaz evitaron las emociones en un encuentro que quedará en el olvido en el Nuevo Gasómetro
En la previa asomaban algunos números interesantes: desde que se enfrentaron por primera vez en el nuevo estadio de San Lorenzo, en 1995, el Globo celebró una sola vez, en el 2001 (1 a 0, con un gol de Emanuel Villa). Asimismo, Huracán llegaba al Nuevo Gasómetro con siete clásicos consecutivos sin derrotas en el tiempo regular, con dos triunfos y cinco igualdades. Le sumó otro empate. Asimismo, el último éxito azulgrana -ya lejano- resultó el 13 de mayo de 2017, por 1 a 0 con un tanto de Marcos Angeleri. Y finalmente surgía el DT Frank Kudelka, que jamás había perdido un cruce ante San Lorenzo (cuatro partidos entre Unión, Huracán, Newell’s y Talleres). También, tras este 0 a 0, le sumó otra igualdad.
Con un marco de público espectacular y mucho fervor en el Nuevo Gasómetro, el inicio del partido resultó equilibrado, sin soltura. En cámara lenta. Los dos equipos tenían evidentes inconvenientes para crear situaciones de gol. Apenas se pudo observar un remate de media distancia de Yeison Gordillo. Huracán apostaba al juego largo, por arriba. Cortado, trabado, con mucho trabajo para el árbitro Andrés Merlos, en esos primeros 15 minutos se contabilizaron nueve faltas.
Con el correr de los minutos Agustín Martegani tomó las riendas en la zona que mejor controla y desde la que ejerce más influencia. Jugó entrelíneas y comenzaron a aparecer las opciones para los azulgranas. Con Huracan dando algunas ventajas en la defensa, a los 23 minutos Ezequiel Cerutti sacó un remate fuerte y cruzado que alcanzó a desviar Marcos Díaz.
El control era de San Lorenzo. Tuvo movilidad, generó espacios y trató de buscar siempre por abajo para conformar sociedades de fútbol. Ricardo Centurión movía la pelota y cada tanto amenazaba. Pero al Ciclón le faltaba la puntada final a la hora de tomar decisiones de cara al arco rival.
Huracán no encontraba respuestas y se quedaba sin ideas una vez que recuperaba la pelota. A diferencia de lo que exhibió en varios partidos del campeonato, esta vez apostaba al pelotazo largo. Si Matías Cóccaro intenta solo, no sirve. Si Jhonatan Candia no se le suma, si Franco Cristaldo y Rodrigo Cabral no se le acercan y si los laterales no se le muestran como descargas, al equipo se le vuelve excesivamente difícil realizar algo productivo. Por eso, dentro de este contexto, en un marco de paridad, el primer tiempo fue discreto y San Lorenzo se mostró un poco mejor.
Lo mejor del partido
Por una lesión, el equipo de Pedro Troglio ya no contó con Cerutti en el arranque del segundo tiempo. Y otra vez el comienzo fue demasiado trabado. El juego transcurría con más fervor que ideas. El Globo lucía apurado, nervioso. Siempre apostando al pelotazo, confundió el camino ofensivo. Sin dueño, la pelota volaba por el aire, de acá para allá.
Hasta que a los 15 minutos San Lorenzo enhebró un veloz contraataque tras una recuperación de Martegani, el futbolista más lúcido e inteligente del encuentro. El zurdo de 21 años habilitó a Centurión, que cara a cara con Marcos Díaz definió cruzado y la pelota besó el palo derecho del arquero. Enseguida, en el medio de la confusión de los visitantes, los ingresados Néstor Ortigoza y Nicolás Blandi volvieron a arrimar peligro.
Se apagó físicamente el Ciclón en el cierre y los nervios se apoderaron del Nuevo Gasómetro. En el medio de un tembladeral, Huracán apuró con coraje y algo de determinación, después de 80 minutos en los que nunca mostró su cuota de ingenio y de creatividad. Pero apareció Sebastián Torrico, el salvavidas al que siempre se aferra San Lorenzo. Del otro lado, vale decirlo, Marcos Díaz también mostró seguridad.
En líneas generales, la expectativa que se generó en este partido quedó sólo en eso, aunque en el balance San Lorenzo brindó una mejor imagen y estuvo más cerca. Tampoco es para volver a levantar la ilusión a los cuatro vientos y suponer que hubo un cambio sustancial, pero es una señal positiva para un equipo que comenzó el torneo a los tumbos.