Sebastián Battaglia sostiene una columna vertebral que empieza a tener nombres propios
El equipo que Battaglia quiere está cada día más cerca; los eslabones Rossi, Rojo, Pol Fernández y Benedetto sostendrían la estructura ante River, en el Monumental
En esa búsqueda, siempre suele edificarse una columna vertebral sobre la que se sostiene todo lo demás. En números antiguos (o posicionales) serían los habituales 1, 2, 5 y 9.
En el caso del equipo xeneize es muy evidente que el arquero es inamovible. Al profesionalismo y la sobriedad que lo caracteriza, Agustín Rossi ratifica con frecuencia su oficio para atajar penales y es evidente su evolución. No solo para reducir el margen de error sino también para ganar con autoridad en el juego aéreo.
Se sabe: la persona que cuida los tres palos de un equipo está siempre expuesta. El menor error termina con la pelota adentro del arco y con el rival celebrando. Sin embargo, Rossi llegará al Monumental con el pecho inflado. Consciente de su muy buen presente y con las ganas de buscar revancha después del partido del 3 de octubre del año pasado en ese mismo estadio, donde fue responsabilizado de ofrecer una resistencia endeble ante el remate de lejos de Julián Álvarez, que terminó en el 1 a 0 local.
Su experiencia anterior había sido positiva: Rossi fue clave para que la primera final de la Copa Libertadores 2018 no terminase en goleada visitante en la Bombonera. Entonces, River tuvo una primera media hora avasallante, en la que chocó una y otra vez con el hombre que entonces reemplazó a Esteban Andrada. Más allá de alguna responsabilidad en el segundo gol millonario, con su actuación se ganó el respeto de los hinchas.
Apenas unos metros más adelante, a la habitual zaga compuesta por Izquierdoz y Rojo le faltará un intérprete. La fractura del quinto metatarsiano de su pie izquierdo que sufrió el capitán ante Estudiantes lo marginó del Superclásico. Allí entonces estará Marcos Rojo absorbiendo la responsabilidad de la cinta y de ser la voz cantante en la última línea azul y oro. Su experiencia lo obliga a cumplir esa tarea.
Pero al mismo tiempo, el defensor también irá en busca de su desquite personal. En el último River-Boca duró apenas 16 minutos en la cancha, luego de cometer dos infracciones casi seguidas, ver dos amonestaciones y emprender el consecuente viaje anticipado a las duchas.
Aquello complicó la planificación, porque Battaglia se vio obligado a rearmar la defensa y el ingreso de Carlos Zambrano sentenció la salida de Edwin Cardona, la única pieza capaz de preocupar en ofensiva.
En el mediocampo, en algún momento había probado con el chico Alan Varela y más acá en el tiempo le dio varias oportunidades a Jorman Campuzano. Sin embargo, luego de varios intentos fallidos, Battaglia parece haber encontrado a la persona que cumpla el rol que él tenía en su época de futbolista.
Guillermo Pol Fernández jugó e hizo jugar parado de número 5. De los que más pelotas tocó frente a Estudiantes (69) y con un altísimo porcentaje de eficacia en los pases (61 de 67), además de completar 9 recuperaciones.
El despliegue del mediocampista surgido en el semillero xeneize resulta fundamental en una zona en la que a Boca le cuesta hacer pie, y en donde la dinámica de juego suele sentenciar el rumbo de los partidos.
En lo referido al último eslabón, todavía es una incógnita saber si Darío Benedetto llegará en condiciones óptimas para ser el centrodelantero titular. Sin embargo, en el esquema utilizado por el DT boquense, está muy claro que sea el Pipa o sea Luis Vázquez, el que ocupe ese lugar del campo de juego será el faro del área. Más allá de que las circunstancias de juego obliguen, a quien termine jugando, a salir del área para asociarse en la creación de oportunidades ofensivas.
Rossi, Rojo, Pol y Benedetto parecieran ser los integrantes de la columna vertebral con la que Boca visitará a River el domingo desde las 19, en el Monumental. Incluso podría agregarse un quinto elemento como enlace, se llame Molinas o Romero.
Aunque todavía no haya encontrado el funcionamiento que quiere, Battaglia se da cuenta que, en el armado del equipo, las piezas comienzan a encastrar bien.