Putin contra el mundo
La mirada de la periodista y escritora argentina sobre la dramática invasión de Rusia a Ucrania. “Putin nunca podrá gobernar un país con millones de habitantes que lo odian sin convertirlos en esclavos”, asegura
Esta guerra anunciada día tras día, semana tras semana por el tirano Putin, fue tomada por el resto del mundo como “una de sus tantas bravuconadas”.
No hay peor táctica que provocar a un bully con complejo de inferioridad por su baja estatura.
Ahora, miles de muertos después -en solo siete días-, el mundo occidental advierte sus errores tácticos, y comienza en tiempo récord a tomar las medidas que tuvo años para implementar.
Una clase de historia es innecesaria. Todos sabemos que Putin es un ex KGB que fue puesto a dedo por el presidente Yeltsin, un alcohólico que prefirió ceder el poder antes que terminar colgado en una plaza pública, como otros personajes similares anteriores a él.
Putin, logró engañar a muchos -propios y ajenos- prometiendo limpieza y orden. Una táctica nada original, utilizada por Chávez, los Kirchner y muchos más, con sorprendente éxito.
Pero en vez de eliminar la corrupción y a los oligarcas que se enriquecían con las arcas del estado, primero, se unió a ellos, para luego usarlos como su “banca privada y forma de lavar sus propios fondos mal-habidos”. No solo se convirtió en uno de los hombres más ricos del mundo (quizás el más rico, ya que la verdadera extensión de sus riquezas es en gran parte desconocida)- sino que logró algo que otros millonarios y billonarios del mundo, que lavan y depositan sus riquezas en paraísos fiscales e inversiones off shore no lograron: sus oligarcas pasaron de ser sus socios a sus empleados. No tienen control de las riquezas que disfrutan. Además, cualquier rebelión en contra del jefe les puede costar sus vidas y las de sus familias. Varios ya han corrido esa suerte.
Es ingenuo pensar que los oligarcas, quienes en siete días han “perdido” el 90% de “sus” fortunas, protesten por lo que el loco del Kremlin está haciendo sin consultarlos. Siempre existe una posibilidad que formen un complot secreto para asesinarlo o entregarlo a una fuerza internacional. En ese caso nos enfrentaríamos a otro escenario. Putin ha sido muy exitoso en construir un estado absolutamente personalista. En Rusia, todo, absolutamente todo, pasa por él. No hay heredero, no hay segundo en comando capaz de continuar el destino del país en una forma que no se convierta rápidamente en caótica, con lo cual no contarían con apoyo popular a largo plazo.
Y hablando de apoyo popular, las cosas no están saliendo como Putin pensaba. Por lo que se sabe hasta el momento, su plan era “una invasión rápida y certera, que encontraba poca resistencia, sacaba a Volodímir Zelenski del gobierno de Ucrania e instalaba a su propio operador y todos contentos”.
Como todo autócrata que se precie, mintió a su propio pueblo y dijo a sus fuerzas armadas que harían “ejercicios militares en la frontera hasta el seis de marzo”. Cuando dio la orden de ingresar a Ucrania, las mismas tropas no tenían ni un plan claro, ni municiones, gasolina o alimento para más de unos pocos días. Ni tampoco un motivo por el cual invadir. Se encontraron con un pueblo dispuesto a luchar hasta la muerte que no los miraba a los ojos con lágrimas de emoción por ser liberados de un nazismo inexistente, como les prometió falsamente su presidente, sino con ojos de odio y dispuestos a lastimarlos y matarlos. Con un presidente como Zelenski, que lejos de ser impopular y un títere de EEUU como lo describían, se ha convertido en un héroe nacional, admirado y apoyado en el mundo entero. Son infinitos los reportes de soldados rusos vaciando los tanques de gasolina a propósito y abandonándolos, asaltando supermercados en busca de alimento; y de padres rusos preguntando donde están sus hijos y porqué están involucrados en esta guerra sin sentido.
Putin controla todos los medios. Incluso tuvo un experto en su gobierno, quien ya cayó en desgracia, que creaba partidos opositores ficticios con campañas incluidas, para dar la apariencia que existe una oposición.
Desde la invasión a Ucrania, todo medio ruso tiene prohibida la mención de palabras como “invasión, guerra” y otras. Pero en la era de las redes sociales, tarde o temprano, su mano de hierro no podrá seguir controlando todo.
Los países occidentales que tan rápido han sabido tomar medidas, por cierto, tardías, para intentar poner un freno a un hombre que ha demostrado no tener la menor sombra de humanidad, y que según informes muy creíbles habría ‘volado’ a más de 300 de sus compatriotas para acusar a los chechenos y tener la excusa de atacarlos entre muchas acciones similares, tienen que estar un paso adelante -o varios- y darse cuenta que la única forma de sacarlo es desde adentro. Tirar bombas a sus convoyes kilométricos de tanques, solo incrementará las posibilidades que este hombre inestable y sin límite use su arsenal nuclear.
Esta no es una guerra más. Es el país más grande del planeta, atacando al país más grande de Europa.
Mis bisabuelos fueron asesinados en un progrom en la bella y estratégica ciudad portuaria de Odesa. De allí, días después, huyeron mis abuelos con lo puesto. Odesa es uno de los botines más preciados para Putin. Hoy, millones de ucranianos viven en terror y mueren como peones de un juego de ajedrez macabro.
O los europeos, Estados Unidos y el resto del mundo aprenden rápido a ganarle al campeón mundial bélico de ajedrez, o las consecuencias, ya trágicas, serán catastróficas.
Aunque gane las batallas, Putin no podrá ganar la guerra. Sean semanas, meses o años, nunca podrá gobernar un país con millones de habitantes que lo odian, sin convertirlos en esclavos.
Es récord el número de refugiados que ha huido a países vecinos. Los rusos solo admiten un pequeño porcentaje del verdadero número de muertos de su lado. Las cifras de víctimas ucranianas cambian a diario.
Si bien confiscar yates y mansiones de sus oligarcas, congelar sus cuentas y otras medidas similares será una buena forma de pisotear el hormiguero, una forma mejor, será sentarse con ellos, a espaldas de Putin, y negociar su entrega a cambio de algún tipo de beneficio o salvoconducto para ellos. Otra opción, es una tercera guerra mundial.
La obligación moral del mundo civilizado, es eliminar el cáncer llamado Putin.