Oscar Romero, la pieza que encontró Boca para una victoria necesaria en tiempos tumultuosos
El equipo de Battaglia apagó los ecos del escándalo interno con una goleada en la Copa Argentina y el muy buen desempeño del volante paraguayo, figura con dos asistencias
Diferentes formas de vivirlo. Mientras los hombres del Charrúa se formaban para la fotografía previa, las sonrisas unánimes exponían qué tanto disfrutarían del encuentro, sin importar el resultado. Del otro lado se imponía la obligación y, por lo tanto, la seriedad. Además de ser el que ostentaba la presión del compromiso, el Xeneize también necesitaba desahogar esa bronca grupal acumulada por tanto descontrol en la semana. Lo “bancaron a muerte” al técnico, en la voz de Benedetto, en cuanto a su autoridad, pero los –muchos– suplentes debían mostrar el fútbol que el ciclo adeuda ante un rival de menores categorías (la Primera C).
Por eso, las expectativas estaban altamente depositadas en el estreno de Romero con la camiseta azul y oro. También en el debut de Gabriel Vega (19 años) en la mitad de la cancha: un volante con mucho juego y desparpajo. Sin embargo, el paraguayo se llevó los flashes y elogios. Porque hizo un excelso primer tiempo: si al ex enlace de San Lorenzo y Racing le faltaba en lo futbolístico, lo que viene en el futuro puede ser fantástico. El asterisco ya mencionado: quizás, el tamaño del rival debe bajar tanta euforia. No obstante, los rosarinos fueron los mismos que pusieron al grande contra las cuerdas.
El temple de Romero
Porque la idea pretendida por Battaglia estuvo plasmada como, seguramente, esperaba. Un Romero haciéndose cargo del andar del equipo y un equipo funcionando desde mitad de campo en adelante con mucho peligro: no porque dependiera de un jugador, sino porque al ritmo del enganche jugaban sus compañeros. Se asoció –y rotó de posición– con los volantes internos (Vega y “Pol” Fernández) y con los atacantes (Nicolás Orsini y Eduardo Salvio).
A los 15 segundos de partido ya había intervenido con un control de pecho y una descarga. Algo que se hizo costumbre: la técnica para dominar de esa manera no fue sólo algo para lucirse, sino una herramienta para orientar la pelota hacia su zurda y limpiar la jugada con su visión. Así lo hizo a los diez minutos, dejando mano a mano a Pol con un toque sutil entre líneas, pero que no lo aprovechó. El que sí le sacó jugo fue Orsini, a los 13 minutos: se entendieron mutuamente para que la pelota fuera al espacio y el atacante le rompiera el arco a Giroldi.
Y pudieron ser más los goles en los primeros 45 minutos. Esa característica –de las más esperadas– fue otra de las que no se cansó de repetir: su visión y precisión para dejar mano a mano a los puntas, pero Orsini (no pudo meter su doblete en ese momento) ni Salvio transformaron en gol esa virtud.
Sólo quedó como perla justamente un situación extraña dentro del rendimiento que tuvo en Córdoba. Es que Romero desperdició una oportunidad insólita. Tras una mala salida del equipo rosarino, Orsini robó un balón y tras el achique del arquero, lo habilitó a Romero que con el arco vacío sacó un derechazo que se fue junto al palo izquierdo.
Su ritmo mermó en la segunda etapa. Claro, hubo un condicionante importante de esos que sufre Boca habitualmente y termina contagiando: Ríos le puso la pelota en la cabeza a Di Vanni, que venció el arco de García, a los 25 del primer tiempo. ¿Qué pasó? El elenco boquense empezó a mostrar el miedo escénico y Central Córdoba entendió que siendo atrevido le generaría más de un susto. Y así fue, más allá de no conseguir ponerse por delante en el tanteador.
Si bien la técnica de Romero continuó luciéndose, bajó su influencia. Ni que hablar cuando tuvo el gol muy fácil, a los 9 minutos del segundo período, pero además de definir con su pierna inhábil, lo hizo de manera displicente: Bogino dejó corto el pase atrás, Orsini primereó la carrera del arquero y se la cedió a Oscar, que la mandó al costado con el arco vacío.
¿Quién lo salvó? Justamente, el exhombre de Lanús. Porque a los 21 capturó un rebote en el área y la colocó sutilmente en el segundo palo. Grito de alivio para todos, que ya empezaban a transpirar. El ritmo del Charrúa dijo “basta” y ya todo fue del conjunto de la Ribera. Los cambios marcaron la diferencia y los goles pudieron ser varios más. No obstante, el tercero llegó por otra genialidad del número 11: lo dejaron pensar y metió un pelotazo espectacular que Luis Vázquez controló dentro del área y aumentó su capacidad goleadora. Luego, el penal convertido por Exequiel Zeballos.
Boca tiene con qué ilusionarse. La presentación de Romero fue por demás buena y deja una gran ansiedad en el hincha por volver a ver su jerarquía. Eso sí: aunque su zurda hable mucho fútbol, el equipo no frena sus falencias y no deja de sufrir a pesar de ganar.