Lionel Messi: cómo hará para gestionar una nueva frustración, sin grandes desafíos y a ocho meses del Mundial
El crack se siente señalado en París; solo tiene por delante el campeonato local, en la “peor” temporada de su carrera... antes de Qatar 2022
En ese período, eyectado de la Champions League, eliminado de la Copa de Francia, clasificado el seleccionado de modo anticipado a la Copa del Mundo, solo le quedan 11 partidos para consagrarse en la liga doméstica, casi un pasatiempo, con 13 puntos de ventaja sobre Niza. Entre los partidos locales, los últimos compromisos con el seleccionado y un par de amistosos proyectados, Leo deberá hacer un curso práctico de motivación. Ya sufrió dolorosas eliminaciones –en Barcelona en la Champions, en el seleccionado en finales traumáticas– y le costó un tiempo reenfocarse.
Lo embarga la decepción. Deportiva, claro. Es un gran campeón y, sin embargo, también es parte de una sociedad voraz, que no permite contratiempos. Messi tenía dos metas, luego del desahogo más maravilloso, al ganarle a Brasil en el Maracaná, la vuelta olímpica, en la Copa América: la Champions y el Mundial. Para Qatar, una eternidad.
El 1 a 0 frente a Real Madrid (y el penal fallado)
Marcó dos goles en la Liga en 17 partidos. Es su segundo peor año, después de aquél, cuando tenía apenas 17 años y metió un gol en 7 partidos. Falló un penal en el primer encuentro contra Real Madrid –pensar que era el verdugo esencial, basta con recordar cómo flameó su camiseta una noche en el Bernabéu–, tuvo una convincente primera mitad –más aguerrido y retrasado de costumbre, con una eléctrica apilada– y un decepcionante segundo capítulo. Abrumado, mirando el piso, brazos en jarra. Como cuando era juzgado excesivamente en la selección.
El 1-3 contra Real Madrid (un final decepcionante)
No es un pibe. Y dimensiona la frustración de otro modo: más maduro, más sensible (recordar las lágrimas en la selección, en el reencuentro con el público, contra Bolivia) y con el físico de un lanzador. Adiós a las gambetas y los goles de todos los ángulos. Es otro. Y con esa armadura, observado con desconfianza en París, se lanza al último gran objetivo de su carrera.
Ganador de cuatro Champions League entre 2006 y 2015, la competencia que más desea se transformó en un suplicio. La eliminación le deja una cicatriz, como ante Roma, Juventus, Liverpool (no pudo sostener un 3-0), Bayern Münich (un lapidario 8-2). El torneo local no le basta. Ni para su colmillo competitivo, ni para su preparación mundial.
Va a convivir en un ambiente algo hostil. Decepción desde todos los órdenes: crítica, hinchas, auspiciantes, autoridades. En París, una ciudad que nunca lo hizo sentir como en su casa: cada vez que puede –sea un cumpleaños, una fiesta, una reunión social–, se refugia en las afueras de Barcelona, en su auténtico hogar.
¿Qué hará a partir de junio? Es improbable que Mbappé, el mejor del mundo, resista mucho más y es dudoso, además, que la constelación de estrellas se renueve en la misma sintonía en una entidad atravesada por las frustraciones internacionales.
Todo un símbolo: en su (supuesta) peor temporada (en rendimiento, en su influencia global), logró la Copa América, el sueño de toda una vida y consiguió el Balón de Oro. Con siete goles marcados entre los 25 partidos de todas las competiciones en PSG, podría acabar con su peor registro desde la campaña 2007-08. Nunca bajó de los 30 goles en cada temporada desde 2008.
Se invirtieron los roles: desea arribar cuanto antes a Buenos Aires, vestirse de selección, se arropa en los cálidos mensajes de texto de sus compañeros que lo sostienen, cuando en Europa (una contradicción histórica) le bajan la mirada.
Leo tiene tres hijos, Thiago, Mateo y Ciro, una familia establecida en Barcelona. Iban a la escuela, tenían a sus amigos de toda la vida, un mundo social en España. Ese fue el otro quiebre que más tensión le sigue provocando, más allá del fútbol. Debió tomar una decisión de vida… familiar. No está preparado como los trotamundos del fútbol, que se instalan en un nuevo destino en cada temporada.
Se intuía: en PSG no tendría la adoración de Barcelona, donde es un hijo pródigo. Su cuerpo no es el mismo. Los parisinos no tienen el mismo paladar que los catalanes. ¿Hasta qué punto soportará excesivas críticas? En nuestro medio, hizo un curso en ese sentido.
Algo iba a ganar (poco, verdaderamente) y algo iba a perder (hoy, parece demasiado): las decisiones drásticas, intempestivas –sean propias o ajenas– suelen dejar secuelas. El proyecto es otro: profesional, personal y familiar. Leo tenía un sueño cuando se presentó en la Masía, a los 13 años. Por algo más de 21, Barcelona –un modelo en otro tiempo, hoy en bancarrota y que busca salir a flote con Xavi, un amigo– fue su lugar en el mundo. Allí era aplaudido cuando la malicia de nuestro medio no le perdonaba ni un pase atrás.
Allí, con Pep Guardiola, primero, con Luis Enrique más tarde, fue un niño mimado y un hombre endiosado. Y cuando levantó una copa en celeste y blanco... estalló el eclipse en la ciudad condal.
Con contrato en PSG hasta mediados de 2023, el siete veces mejor jugador del mundo se desploma en Europa. Parece mentira: el rosarino es el segundo goleador histórico de la Champions League, con 125 goles (15 menos que Cristiano Ronaldo) pero desde 2015 no llega a la final.
Si mantiene la ventaja en el torneo local, la conquista del título podría producirse el 23 de abril contra Lens en París o el fin de semana siguiente, ante Estrasburgo, como visitante, avizora la agencia Télam. ¿Y luego, qué?
Jerome Rothen, un ex futbolista francés, que jugó en Monaco con Marcelo Gallardo en el 2003, fue muy duro: “Los responsables de esta derrota son Neymar y Messi. Depende de ellos asumir sus responsabilidades. Cuando Leonardo recluta a estos chicos y los pone a todos ahí arriba, son las leyendas del club. Se les paga por ello. No ataco a Verratti, Danilo, Paredes o Mbappé, que es el único que ha sido peligroso en ambos partidos”.
El próximo lunes 21, seguramente, estará de regreso en el predio de la AFA en Ezeiza, con los compañeros que lo sostienen más que nadie, rumbo a Qatar 2022. Recibirá el calor del público el 25, en la Bombonera y cuatro días después jugará en Guayaquil, en el encuentro final de las eliminatorias, contra el Ecuador de Gustavo Alfaro.
Tiempo después, la primera etapa de la Champions siguiente y las primeras 15 fechas del torneo local, entre el 7 de agosto y el 13 de noviembre, una semana antes del Mundial. Un encuentro ante Italia, el clásico frente a Brasil y algún examen más. Amistosos, cabotaje. Papel picado para Messi, un gran campeón contra las cuerdas.
La respuesta es interna. Cómo viajar de la frustración al optimismo en un curso acelerado de ocho meses y 12 días, entre la nada.
“Ganar el Mundial es el único sueño que me queda por cumplir”. La cita la repitió varias veces. El contexto es único, un asombro en su glorioso historial.