El argentino, de gran fichaje el verano pasado,
en estos momentos es el quinto centrocampista del equipo rojiblanco. Ha
ido de más a menos.
Entonces, en julio, Rodrigo de Paul era ese mediocentro de la Serie A que
todos los grandes querían.
Por su calma, por su manejo de la pelota, sus cambios de orientación,
sus pases en largo teledirigidos, siempre al pie del delantero.
El mediapunta que pasó por Valencia sin tatuajes, jovencísimo, y
sin gloria, había dado un paso adelante en sus cuatro temporadas en Udine, para convertirse en un centrocampista de los que deciden partidos. Llegaba al Atleti, además, con el tacto de un
título aún fresco en los dedos. La
Copa América. El primer gran título de Messi con Argentina.
De Paul, decisivo. Aterrizó en Madrid para llevar a la espalda el 5 de
Tiago, palabras mayores, y como reencarnación del Cholo.
A él recordaba. Al talento le unía la garra, el carácter. Es de los pocos fichajes en el club rojiblanco que ni mili con Simeone parecía necesitar.
Había nacido. Y sin embargo...
Sin encaje
Y sin embargo, siete meses después su presencia
se ha ido difuminando. De Paul no termina de encajar en el Atleti. El
De Paul rojiblanco recuerda más al que pasó por Valencia que al que
enraizó en Italia. Si otros fichajes, como Cunha, han caído de pie, él no. Su círculo en el vestuario es reducido. Correa, Suárez y poco más.
Una falta de encaje que se palpa en el campo. Antes de que el punto de
inflexión fuera la entrada de Kondogbia, Herrera y Lodi en la semana de
Osasuna y United, el centro del campo del Atlético con Koke y De Paul
era un desastre. Ni construía ni destruía. Los pelotazos en largo como bombas era su juego. Hacia ningún lugar.
La lesión de Kondogbia le abre una rendija,
la de volver al once y afianzarse en éste cuando es marzo y lejos, muy
lejos queda aquella foto de agosto, cuando Simeone, acabado uno de los
primeros entrenamientos en el Cerro de la temporada, cogía dos pelotas y
se sentaba con él en centro de la cancha,
sesión terminada, los demás en la ducha, como hacía con Gabi, su primer gran soldado, su gran capitán. Eso a lo que De Paul apuntaba.