La Argentina que irá al Mundial de Qatar puede jugar bien o mal, pero siempre será un equipo duro, más allá de los nombres
El empate con Ecuador fue un banco de pruebas para la Copa del Mundo
Da la impresión de que cada apuesta funciona, incluso cuando el rival parece superior, a la espera de la gran comprobación que será la Copa del Mundo. Todo se encaminaba hacia una victoria frente a Ecuador, en Guayaquil, pero el VAR metió la cola con un penal dudoso –gol en el rebote de Enner Valencia– y el 1-1, sobre la hora, dejó cierta sensación de vacío.
El viento de cola sopló fuerte con la estadística, que en la época más genuina de los datos apuntala las pretensiones. El seleccionado alcanzó anoche los 31 partidos invicto e igualó al equipo dirigido por Alfio Basile, a principios de los noventa. Eso con la salvedad de los dos partidos que la FIFA no le reconoce como oficiales al seleccionado de Coco, frente a Resto del Mundo y Resto de América, que elevaría la cuenta a 33.
Claro que el quiebre se producirá en noviembre, cuando el seleccionado argentino se codeará con las potencias, sorteo del 1° de abril mediante. En un Mundial atípico, los dirigidos por Scaloni tendrán la ocasión indicada para demostrar que el juego fluye cuando extienden las alas y que el carácter aflora cuando los contratiempos arremeten. Carácter bien entendido. No bravuconadas de ocasión, camufladas por el traicionero filtro de las redes sociales. Allí, en Qatar, el jurado será mucho más puntilloso.
Anoche, el partido con Ecuador nada tenía en juego, con ambos seleccionados ya del otro lado de la orilla. En la mente de Scaloni quedará analizar la sincronización de un conjunto que apenas tuvo a cuatro de sus habituales titulares, Nicolás Otamendi, Leandro Paredes, Rodrigo De Paul y Lionel Messi. Pero los ensayos no solo estuvieron en los nombres propios, sino también en el sistema, con Messi como centrodelantero, por delante de una línea compuesta por Julián Álvarez, Alexis Mac Allister y Nicolás González. Pocas veces llegaron a conectarse durante la primera parte, en la que mayormente prevaleció la presión de Ecuador. Así, los movimientos de piezas fueron naturales y, por largos momentos, Álvarez y González emparejaron la línea con Messi. Por otros, rotaron y el capitán se ubicó decididamente por la derecha.
Los ecuatorianos, que bajo el mando de Gustavo Alfaro llegaron al cuarto Mundial en su historia, tomaron el reto como una ceremonia de agradecimiento en Guayaquil. La atípica clasificación, con una goleada en contra ante Paraguay por 3-1, una fecha antes, no empañó el objetivo final.
Al agitar la probeta enseguida se vio que la contención que intentaron De Paul y Paredes tardó en tomar temperatura. A la Argentina le costó acomodarse y Ecuador atacó con fuerza, sobre todo, por la izquierda. Lo que los locales jamás consiguieron fue la eficacia. Un par de revolcones de Gerónimo Rulli sellaron los ataques cuando los defensores no llegaron a los cruces. La última línea, como el resto del equipo, fue asentándose con el transcurrir de los minutos. Aunque la sensación de inquietud sobrevoló un par de veces por el área argentina.
La apertura fue como un puñetazo en la nariz para Ecuador. Todo empezó con un pase de Messi para Tagliafico, que corrió por la izquierda y sacó un centro para Álvarez; a la pifia con la izquierda le siguió un certero remate esquinado con la derecha. No pudo haber sido mejor el debut como titular para el atacante de River. Pep Guardiola se habrá frotado las manos, ya imaginándolo en el nuevo Manchester City.
La Argentina fue solidificándose y, pese a la rotación de nombres, mostró otras de sus buenas cualidades y cerró casi todos los caminos a Rulli. Ecuador apenas inquietó con un remate desde lejos de Mena. En materia ofensiva no fue tan punzante, pero otra vez supo ponerse en ventaja, protegerla y sobreponerse a los breves momentos de asfixia. Hasta que la polémica se instaló con esa pelota que hizo equilibrio entre el muslo y la mano de Tagliafico. Tras la atajada de Rulli, Enner Valencia corrigió su error y confirmó el empate.
Scaloni dijo hace poco tiempo que, difícilmente, haya algún nombre nuevo en la lista de acá al Mundial. La marcha ratifica el plan de un equipo que supo rearmarse sin depender de Messi. Y, a la vez, el Nº 10 aprendió que puede cobijarse en sus compañeros. El muro de confianza sumó otro ladrillo. Prescindiendo de las formas y los apellidos, así es la Argentina: un equipo rocoso.