GALES 2- AUSTRIA 1/ Bale, con Gales a pares

El galés deja fuera a la Austria de Alaba de la final de la repesca por el Mundial con dos golazos. El madridista, que en el Clásico alegó dolores de espalda, jugó 92 minutos...

Carlos Forjanes
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Definitivamente, si Gareth Bale jugara cada semana con Gales en vez de ser ese futbolista pasota del Real Madrid, no sería descabellado considerarle para algún Balón de Oro. Con la camiseta del Dragón se transforma del témpano de hielo que es Chamartín a una estrella ardiente y dominante, y volvió a hacerlo contra Austria para dejar a su país en la final de la repesca por el Mundial. Un doblete de golazos, el primero a balón parado y el segundo tras un córner, que apea de la carrera a su compañero Alaba y sigue haciendo preguntarse a más de un madridista que por qué demonios no hace lo mismo con el Madrid.


Pronto se vio que Gareth tenía este partido contra Austria en la mirilla de su preparación física desde hace varios meses. Si el domingo pasado se cayó a última hora del banquillo en el Clásico alegando unos dolores de espalda, cuatro días después se le vio pletórico en el Cardiff Stadium. Ni siquiera un codazo descontrolado de Alaba precisamente a los riñones del galés le hizo requerir asistencia médica como podría ser lógico. Ni rastro de molestia alguna. Como un toro. Y a sus grupa se montó el resto de la selección galesa. Baumgartner perdonó el 0-1 en el minuto 8 y desde entonces el show fue cosa de Bale. Primero en el 26 con un lanzamiento de falta alucinante, con esa caída levemente folha seca patentada por su excompañero Cristiano. Lo celebró mordiendo el escudo de su camiseta. Ya saben: el Gales. Golf. Y lo que siga. Siempre en ese orden. Robert Page es el seleccionador de Gales pero ahí manda Gareth. Y más cuando se adueñó de la heroicidad completa con el 2-0 en el que con un zurdazo desencuadernó de nuevo a Lindner.

Los austriacos casi se cuelan en el fiestón de Gareth

Con todo y con eso, Austria le puso picante al partido de rebote porque con fútbol no le daba. Un chut de Sabitzer lo desvió el central Davies y Hennessey no pudo hacer nada. Un gol que no inquietó a Gales porque tenía a su líder pidiendo más y agrupando a una tropa donde únicamente Ramsey parecía mantener el nivel. La imagen de Gareth era para verla. Gritando, presionando, dándose golpes en el pecho en la camiseta roja que, evidentemente, le pone muchísimo más que la blanca madridista.

Bale decidió jugar el partido prácticamente entero aunque se le vio físicamente pagando la inactividad y lo hizo para bañarse por completo en la fiesta. Sólo dejó el campo en el minuto 92 básicamente para recibir la ovación de sus paisanos. Prácticamente hubo que sacarlo del césped apagando las luces del estadio. Bale, con Gales, es eterno.

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