El ensayo de remontada funciona

El Madrid se sobrepone a un gol de Oyarzabal con dos misiles de Camavinga y Modric, golea a la Real, amarra media Liga y se autoconvence de que puede tumbar al PSG.

Luis Nieto
As
Sirvió para echarle el lazo a tres cuartos de Liga y como ensayo para el monstruo que viene a verle el miércoles. El Madrid experimentó ante la Real la presión alta que le prepara al PSG, comprobó que su espíritu de remontada sigue en su sitio y afinó los misiles de largo alcance. Dos de ellos, de Camavinga y Modric, veteranos y noveles, le dieron la vuelta a un partido en el que los de Ancelotti, como tantas veces, entraron de nalgas. Nada que no sea capaz de arreglar el croata, quizá el mejor centrocampista que haya visto este estadio, para ponerle un final feliz.

Camavinga por Kroos y los titularísimos, aumentativo que le salió a Pellegrini para rebajar el tono de las primeras suplencias de Raúl. Y a tanto no llega aún Asensio, relevo de Rodrygo esta vez. Esa plaza sigue bailando. El resto resulta un es lo que hay en toda regla sin la proclamación formal que en su día hizo Koeman. Ancelotti entiende, con razón, que la Liga aún no es pájaro en mano y reincide en su once, ande a la espera el PSG o cualquier otro. La Real, en cambio, dio un paso atrás, con Merino en doble papel de mediapunta y vértice de un trivote que cerraban Zubeldia e Illarramendi. El Bernabéu siempre resta valentía.

El penalti de Carvajal

Un ajuste táctico al que le encontró pronto utilidad la Real, que en su primera llegada tomó ventaja. En un arranque de incontinencia, Carvajal mandó a Silva al suelo con un pisotón notorio. No parecía una situación irremediable, pero la cosa acabó en penalti y gol de un especialista, Oyarzabal. Nada nuevo para este Madrid procrastinador, acostumbrado a dejarlo todo para el final.

Diga lo que diga la clasificación, el éxito de la Real está en la versatilidad de su plantilla. Mezcla violines (Silva, principalmente) y trompetas. Es decir, que sabe manejarse en el orden y el concierto. A partir del gol montó un buen tinglado defensivo en el que se perdió el Madrid. Estructuras así no se mandan al suelo jugando al pie. Porque lo de Vinicius, la solución individual cuando el empacho es colectivo, ya se lo sabía Imanol. Ese alboroto se desactiva con un buen sistema de ayudas.

A cañonazos

El Madrid no entendió el partido hasta el final loco de la primera mitad. De salida le faltó la emoción de quien tiene en su mano darle un golpe casi definitivo a la Liga. Esa patología va para crónica. Y luego le faltó vértigo en la circulación y altura de miras de sus laterales para asaltar aquel blindado. Porque en eso quedó la Real, un grupo de virtuosos derivado en frontón. Y entonces se desató la tormenta. Sin previo aviso. Camavinga metió un escopetazo de zurda desde 20 metros que fue el empate. Y de inmediato robó una pelota que acabó en otro gol, de Benzema, anulado por un offside de microscopio. El Madrid ya andaba en versión imparable. Donde no había llegado la infantería atronaba la artillería. Otro zurdazo, tan lejano como el anterior y con aún mejor colocación, de Modric le dio la vuelta al partido en un suspiro. Vayan pensando ya dónde levantar una estatua al croata para cuando se vaya, dentro de una década. Incluso en los peores momentos su puerta siempre está abierta.

Imanol, estupefacto, se desdijo. Metió a Rafinha y retrasó a Zubeldia como central. También tiró de Djouahra, una bala. Y retiró a Zaldua, torturado por Vinicius, que floreció en cuanto se abrió el partido. Partido que ya tenía en un puño el Madrid, ahora sí profundo por las bandas, desatado en las contras y rematado por Benzema, que obligó a dos buenas paradas de Remiro. No pudo hacerlo en el tercer remate, pero otro fuera de juego de una bota de Rodrygo invalidó el tanto. El cuarto, que acabó en el tercer gol, llegó desde el punto de penalti. Hasta allí llevó al francés un derribo de Elustondo a Vinicius sobre la línea que precisó la lupa del VAR. Al segundo marcador del brasileño le fue tan mal como al primero. Luego entró Asensio e hizo el cuarto en la primera que tuvo, una de sus especialidades. Y el Madrid se dijo a sí mismo que el miércoles sí se puede.


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