El Barça se pone una final en Turquía tres días antes del Clásico
El Barcelona se las prometía muy felices ante el Galatasaray, pero el equipo turco de Domènec Torrent supo ahogarle. Ni la salida de la artillería decantó el partido para los de Xavi.
El Barça salió al Camp Nou para iniciar su eliminatoria contra el Galatasaray demasiado confiado en sus posibilidades y cometiendo el pecado de confiar más en las expectativas creadas que en la cultura del trabajo que ha llevado a concebir estas expectativas.
Con otro pensamiento
El Barcelona afrontó el partido ante los turcos pensando más en planificar lo que tiene que venir después (el partido ante Osasuna, lograr una buena renta para llegar bien al Clásico o vaya a saber qué) y se topó con el desencanto.
Ciertamente, existían motivos para el optimismo. Empezando por la diferencia de plantilla y acabando por la crisis galopante que vive el Galatasaray en su liga, donde está a 32 puntos del líder. Puede que atendiendo a todas estas razones, Xavi planteara el partido con muchas rotaciones: Eric de central, Nico, Memphis y Adama. Pronto se vio que el pecado de subestimar al Galatasaray podía pasar factura.
Domènec Torrent demostró con su planteamiento que conoce al dedillo al Barça y que no se le caen los anillos por modificar su sistema de juego ideal si con ello consigue su objetivo. De entrada, lo logró porque ahogó al Barça renunciando a dos de sus principios básicos como técnico: la salida en corto desde atrás y la presión alta.
Pertrechado en el centro del campo, el Galatasaray logró que el partido se le hiciera bola al Barcelona desde un buen principio. Faltaba ritmo, se buscaban pasillos interiores imposibles y el partido era un festival de pelotas perdidas, especialmente por Araújo, al que los turcos le dejaban campo libre para que fuera el encargado de iniciar las jugadas del Barça. Nunca se entendió con Frenkie de Jong, que en la posición de mediocentro no tenía trascendencia en el partido. Puede que él, como dijo en la previa, piense lo contrario.
Las únicas amenazas del Barça llegaban de parte de Memphis y de Adama. Una, la del holandés era real, la otra era pirotécnica. Memphis fue el único que en los primeros 45 minutos puso a prueba a Iñaki Peña con una falta y un disparo desde el pico del área a los que el portero cedido por el Barça respondió de manera eficaz. Adama, en cambio, desperdiciaba una y otra vez sus desbordes a Van Aalholt con malas decisiones finales.
El Galatasaray, bravucón
Los turcos no solo se defendían bien, sino que además llegaron a crear peligro. De hecho, la ocasión más clara de la primera parte fue de Aktürkoglu, pero Eric llegó milagrosamente a desviar un balón que se colaba.
El partido era de una espesura tal que necesitaba un revulsivo. En estos casos, cómo ha cambiado el cuento, el primer señalado siempre es Dembélé.
Junto al francés, que entró por Ferran, Xavi se vio obligado a tirar de los veteranos: Busquets y Piqué a escena por Nico y Araújo. Lo de las rotaciones, para otro día ya si eso.
El Barça tampoco mejoró demasiado, si acaso Dembélé aportó Dembelismo, esa manera de jugar que no se sabe cómo saldrá. El Galatasaray se seguía defendiendo con orden, Peña sacó un cabezazo de Busquets y a Alba se le fue un remate por centímetros. Xavi, ya de los nervios, dio entrada a Aubameyang. Toda la artillería al campo. Los turcos, a las trincheras.
A diez minutos para el final, ya la única esperanza era Luuk de Jong, balonazos al área donde Iñaki peña, de nuevo, volvió a imponer su ley de manera imperial. Habrá final en Estambul antes de visitar el Bernabéu.