El Athletic se alivia con el colista

El equipo de Marcelino se quita la pena copera. Recupera las buenas sensaciones ante un Levante muy descosido en defensa. Williams se reconcilia con el gol y se reenganchan a Europa.

Alfonso Herrán
As
El Athletic comparecía en San Mamés pesaroso, como los que montan un banquete y se les rompe la vajilla de camino a la mesa. Con otro disgusto copero a cuestas, esta vez antes de la final, su verdadero talón de Aquiles en la era reciente. Por una vez, el vinagre se anticipó en el peldaño anterior, en la vuelta del miércoles pasado ante el Valencia. Era cuestión de reunirse con la familia y hacer piña, pasar la pena juntos y salir del túnel con otro triunfo liguero en San Mamés. Como los leones tienen ya instituido jugar a las 21:00 horas o más tarde y encima era un lunes, con retransmisión en abierto y un fresquito muy norteño, no se congregó mucha gente ante el Levante.

Williams es el hombre más preocupado del mundo Athletic en los últimos cinco días. Su error en el mano a mano con Mamardashvili en Copa le va a perseguir mucho tiempo. Lo mejor para curar una herida es la cicatriz del gol. Tuvo unas cuantas oportunidades para redimirse durante toda la noche y cada vez se hundía más. Hasta que llegó la galopada definitiva, en el minuto 76, con un pase de Berenguer. Iñaki se quitó los fantasmas o los dejó atrás con su carrera. Definió muy bien ante Cárdenas y encarriló el partido: 2-0. Su hermano se sumó a la fiesta con unos cien metros lisos que firmaría el mismísimo Usain Bolt, con desventaja sobre Miramón, pero salió ganador por dos cuerpos. Dio un pase, le hicieron penalti a Zarraga y lo lanzó este mismo tras cederle el honor Berenguer. Marcó su primer tanto en la élite. Antes de eso abrió el marcador Vesga, con centro milimétrico, cómo no, de Berenguer, ‘míster asistencias’, siete lleva este año.

Partido mascado

Para llegar a ese frenesí final hubo que madurar al colista. Los que dieron el paso de ir a su localidad llevaban un espíritu expectante, a verlas venir, con aire detectivesco sobre qué ofrecía el equipo para redimirse. Y este anduvo en los cinco minutos iniciales un poco en esa actitud, frío, contemplativo, más atento a lo que tenía enfrente que a comerse al rival. Lisci ha tratado de dotar de más seguridad a la retaguardia del cuadro de Orriols, con cinco atrás y un muro de cuatro por delante en fase defensiva. Pero todo es de mantequilla. Preparó dos carrileros abiertos y diagonales que provocaran desconcierto en las filas locales.

Williams empezó su tarde de sombras y claros en el minuto 11; tuvo otro mano a mano contra un equipo de Valencia, este de mucho menor rango, y no pudo con Cárdenas. El verdugo de la falta de confianza achicaba a un atleta colosal como él ante la portería. Luego sufrió un posible penalti del portero granota. De todos modos, la bala rojiblanca dio mucha salida al juego de la tropa de Marcelino. El Levante acumulaba mucha gente en el área y sus alrededores, pero su falta de agresividad era exasperante. Por ejemplo, Sancet pudo maniobrar desde la línea de fondo para ir centrándose, coger ángulo y disparar un derechazo libre de marca.

En tres minutos, el Athletic se huracanó con ocasiones clarísimas para adelantarse, pero entre el impenetrable Cárdenas y la falta de acierto, le dejaron con el cero en el marcador. Iñigo Martínez, un titán en ambas áreas, cazó un saque de esquina que sacó bajo palos Miramón. Los leones tocaban la pelota a dos metros del área sin oposición ninguna, una cortesía que hablaba muy mal de la presunta contundencia a la hora de apretar y despejar de los levantinistas. Berenguer culminó la tormenta atacante con un balón que iba dentro pero desvió Cárdenas y tocó en el larguero. Más tarde cruzó un cuero excesivamente Vencedor. Resultado numérico: en media hora, 6-0 en ocasiones. Recibir en el área era tan fácil como hacerse la manicura, y ante tres centrales.

Querer y no poder

El Levante se propuso espabilar un poco para que los que vieran el partido concluyeran que era un encuentro de ráfagas y no un monólogo, o que el que perdona lo puede pagar. Morales tiró un larguero y Roger Martí extravió una oportunidad al cielo tras pérdida de Yeray. Lo malo para ellos fue la lesión del 'Comandante', su líder e inspiración, en una acción tonta con Vesga. Se dolió de la rodilla izquierda. Reza su gente para que solo sea un esguince.

El inicio del segundo tiempo relató que el Levante estaba ganando en entereza al ver que los vascos no acababan de desatascar el choque, aunque dispusieron de otro rosario de ocasiones. Con muy poco coleccionaban disgustos de Cárdenas. Peor noticia que esa falta de definición fue la lesión de Iñigo Martínez, que significa para el Athletic lo mismo que Morales para el Levante. En una fulgurante incorporación, se dolió de la pierna derecha. Un problema muscular en apariencia de poca consideración.

El Levante trataba de bajar las pulsaciones del choque y aumentar el ovillo de la ansiedad del Athletic. Tanto las afeitó que se encontró con un cadáver. El suyo. Le apuñaló Vesga, con una bonita apertura hacia Berenguer. Melero, en Babia, no persiguió al centrocampista, tal vez incrédulo con que Mikel pisara área y, sobre todo llegara furioso a la pequeña. Se la puso de cine el navarro y remachó de cabeza casi como un mate en baloncesto. Su segundo tanto como león, cuatro años y medio han pasado desde el anterior. Álex recuperó posteriormente un balón y lo lanzó por el pasillo para sacar otro carrerón de Williams y quitar la pena che de este. El Levante varió la piel, con cuatro atrás. Con balón es un equipo de Primera, pero en defensa se ve que es de Segunda. Su flojera permitió al Athletic desprenderse de una losa muy pesada. Y reengancharse a la pelea por Europa.

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