CROACIA 2 - BULGARIA 1 / Sin Modric no hay paraíso

Croacia estuvo a punto de perder con Bulgaria, que no gana un partido fuera de sus fronteras desde 2018. Modric salió y en ocho minutos, cosió el roto. El 1-1 fue suyo.

Sergio López de Vicente
As
Sin Modric... Se paró Croacia. He aquí la Lukadependencia en estado puro. El madridista no se queda sin jugar en un partido desde Alcoy, el 5 de enero, en vísperas de reyes. Lleva 83 días seguidos participando en todos; han sido 17, de los cuales en 14 fue titular y en tres, suplente. El último, este. Necesitaba un respiro y Dalic, consciente de que ante sí no tenía más que un amistoso 'asequible', pareció regalárselo. Porque lo hacedero de la faena lo permitía: enfrente estaba Bulgaria, una humilde selección que no gana un partido fuera de sus fronteras desde 2018. No juegan un Mundial desde 1998, una Eurocopa desde 2004 (apeados en fase de grupos) y unos Juegos Olímpicos, desde México 1968.

Pero hoy el cordero, durante 70 minutos, fue un lobo. Lo que se jugó hasta que entró Modric. Croacia fue un equipo obcecado en la horizontalidad y los centros laterales. Huérfano de alguien que controlase el balón y se atreviese a romper líneas por el medio. De un líder. Eso convirtió su juego en previsible para Bulgaria, que creyó en la victoria cuando Caleta-Car, para más inri, dejó a sus compatriotas con diez por doble amarilla. El castillo arlequinado, de golpe, se convirtió en uno de naipes. Y Despodov, joven delantero del Ludogorets, sopló. Un zarpazo suyo hizo el 0-1 y activó las alarmas. Bien rojas.

La luz de Modric alumbró el cielo y el madridista asumió que su descanso, una vez más, lo sería a medias. Héroe a escena. Ante sí, una Bulgaria que se disparó en el pie: Despodov, el goleador, vio la segunda amarilla al minuto de marcar. En la celebración se quitó la camiseta e imitó el "siu" de Cristiano Ronaldo, viendo la roja. Tenía Luka algo más de cuarto de hora para remontar un partido de diez contra diez. Y le sobró la mitad. Porque en 8' ya había zanjado el quehacer. Salió en el 72' y empató en el 75'; de penalti. Asumiendo la responsabilidad, marcando con el interior y llamando a sus compañeros a correr hacia el medio para buscar el segundo.

Ellos, en ese gesto, debieron ver algo que les hizo creer. Porque Croacia fue otra. Un yugo; un vendaval. Y en el 80' se culminó la remontada: Orsic rompió por banda, puso un centro y Kramaric, pistolero del Hoffenheim, la mandó a la jaula. Los miles de qataríes que vistieron el Ciudad de la Educación, feudo mundialista donde se jugarán partidos de grupos y algunas eliminatorias hasta cuartos, se pusieron en pie para aplaudir lo que veían. Los primeros 70 minutos les habían dejado un sabor de boca desabrido tirando a insulso; los últimos 20 fueron un espectáculo patrocinado por Modric. Croacia le necesita. He aquí la prueba.

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